Periodismo independiente y República
Para desgracia de los dictadores y de los que marchan apresuradamente a esa condición, la prensa independiente se fortifica con cada golpe y, como aquellas criaturas de la mitología que, lejos de sucumbir multiplicaban sus cabezas tras cada degüello, renace con una vitalidad que le permite siempre contar el ocaso y extinción de esos bravucones que pronto se convierten en desvaído recuerdo, útiles sólo para advertir a sus potenciales imitadores sobre el final inmodificable de esta historia.
Hay que admitir, por cierto, que mientras se libra la batalla, los medios objetados deben soportar inenarrable daño físico y moral. Quienes buscan su claudicación o desaparición no se detienen ante ningún recurso que pudiese resultar eficaz para disminuirlos ante sus lectores, como la explícita o implícita declaración de enemigos del pueblo, supuestamente mortíferos no obstante su proclamada vocación de bien común.
La experiencia enseña que, después de los cuestionamientos éticos, los mandobles autoritarios se descargan contra la estructura material de los órganos periodísticos no adictos, a través del acoso económico que a veces se manifiesta por la discriminación de la pauta publicitaria oficial, de la presión sobre los grandes anunciadores para que se abstengan de publicitar en las páginas no complacientes, o por la lisa y llana expropiación y cierre u otra forma de silenciamiento total.
América Latina parece condenada a no encontrar un poder político verdaderamente transformador y al mismo tiempo respetuoso de la libertad de prensa. Pese a haber adoptado la forma republicana de gobierno, sus transgresiones ponen en duda la autenticidad republicana, pues la independencia de los poderes, la periodicidad de las funciones y el respeto por el articulado completo de las Constituciones son motivo de constante violación, tanta, que aquella fórmula representativa, republicana y federal ha terminado desprestigiándose o creyéndose absolutamente utópica, cuando no glosa fatalmente hipócrita.
El hecho de que tanta declarada voluntad en favor de una segunda liberación del subcontinente resulte incompatible con la acción sin cortapisas de la prensa mueve a creer que el enemigo es la ley, que el obstáculo que hay que remover son los frenos constitucionales, que la verdadera democracia reclama, en su etapa de formación y quizá siempre, el poder sin medida de los caudillos, tanto más eficaces cuanto más libres estén de condicionamientos reductores.
No deberá creer el lector que se está haciendo expresa referencia a la situación de la prensa en la Argentina. En verdad lo que motiva estas consideraciones es la situación que vive por estos días la prensa en Ecuador, donde "El Universo", uno de los diarios más importantes de ese país, acaba de ser sancionado por la Justicia, que ordenó que dicho medio pague al presidente Rafael Correa una multa de 40 millones de dólares -el mandatario reclamaba 80 millones- y que cumplan 3 años de cárcel los directivos y un periodista del diario.
La inusitada sentencia con Ira la prensa cierra, en la primera instancia, el proceso iniciado sólo hace cuatro meses por el jefe político ecuatoriano, quien se sintió agraviado por una publicación y llevó el caso a los tribunales en demanda de una indemnización por calumnias e injurias.
En todo el mundo se han producido adhesiones al diario sancionado y críticas duras contra el Gobierno de Ecuador que, según declaraciones de un diario guatemalteco "nos confirma, una vez más, que el gobierno nacional continúa con su sistemática e intencionada campaña por acabar con la prensa independiente y establecer, por ley o por vía judicial, el patrimonio de la verdad que deben consumir todos los ecuatorianos".
Parece que habrá que concluir que la Constitución y la ley están siendo asumidas por la prensa independiente, al menos en países como Ecuador, Bolivia, Venezuela y también la Argentina, todos escenarios de ásperas controversias entre sus jefaturas políticas y la prensa no alineada con el oficialismo. Si así fuese, el periodismo latinoamericano debería sentirse orgulloso. Y así sería, si pudiese haber alguna complacencia en un contexto de extravío republicano tan aplastante.
Una inédita sanción contra un diario ecuatoriano ha exacerbado la reacción de los defensores de la prensa independiente en varios países de Latinoamérica.