Patrimonio gastronómico, el sabor de la herencia cultural
Una recorrida por las clásicas confiterías y restós porteños nos acerca a las recetas llegadas en barco desde el Viejo Continente y que, con el tiempo, se fueron convirtiendo en los sabores de nuestra cultura. El itinerario de hoy incluye tres locales de gran valor arquitectónico que supieron recrear la mesa navideña y la tradición familiar. Pasen y compartan (la nota y el Pan Dulce también). Hay para todos.
La gastronomía unida a la arquitectura es una gran herramienta de promoción para la generación de turismo, empleo y desarrollo económico. Desde ese punto de vista, esta nota pretende ser una invitación no sólo para el disfrute del paladar y el encuentro alrededor de la mesa sino para la difusión en estas Fiestas de las empresas que resisten la crisis horneando lo mejor del recetario familiar. En este caso, tres esquinas históricas con aroma a nostalgia.
- Plaza Mayor
Nuestra recorrida arranca en Venezuela 1399 en Plaza Mayor, un edificio centenario con pasado de mercado.
Allí dialogamos con su gerente, Federico Yahbes, quien nos cuenta sobre el concepto de marca, el aspecto edilicio y la herencia gastronómica en clave europea.
“Mi padre introdujo un estilo español en con un producto estrella: el pan dulce, que era el que comía de chico cuando la abuela hacía para las Fiestas. Se comía como en España con sidra suelta”, describe.
Los ingredientes de esta única variante de pan dulce tipo genovés (el chato, del que se hace sin molde) son: cerezas, higos en almíbar, nueces chilenas, almendras californianas, castañas de cajú, frutas escurridas y pasas de uva.
Seguimos camino sin esperanzas de que Federico nos revele la receta de la nona calabresa, un secreto que sólo él conoce.
Afuera, la gente llega de distintos lugares y hace cola para deleitarse con el legendario pan dulce.
- La Alameda
Hacemos una parada en La Alameda, tradicional restaurante y pastelería de Av. de Mayo y Salta, donde funcionó el ex Hotel Metropole en el 1900.
Fue diseñado por el arquitecto argentino Alejandro Plou, quien levantó numerosas obras en la ciudad tras haber estudiado en París.
El edificio de cuatro plantas tenía una cúpula rematada por una figura femenina de broce, símbolo de la empresa de seguros de entonces La Previsora (propietaria original) y la mansarda tenía miradores que se fueron perdiendo en sucesivas reformas.
El lujo que siempre imperó en el lugar, hoy se trasladó a los sabores. Así lo asegura Karina Fernández que es quien comanda este clásico porteño.
Su padre, un inmigrante español que llegó al país en la década del 50, estaría orgulloso del pan dulce artesanal que, a simple vista, podemos comprobar que desborda de frutas secas y cerezas.
Las pruebas para la receta final comienzan dos meses antes para encontrar el punto exacto de cantidad de ingredientes a fin de que cada sabor pueda ser testeado desde el primer bocado con todos los sentidos.
¿El secreto del éxito? "Mucho amasado y materia prima de primera calidad", resume Fernández.
- Las Violetas
Frenamos en Rivadavia y Medrano para entrar a Las Violetas. Esta confitería centenaria pertenece al selecto grupo de Bares Notables de Buenos Aires.
La importante arteria que hoy rebosa de locales comerciales fue un camino de carretas que unía la Plaza de Mayo con el oeste lejano hacia Flores.
Durante la epidemia de fiebre amarilla en 1870 la gente de clase pudiente buscó refugio en las zonas altas, entre ellas Flores, un típico lugar de veraneo.
“Aunque esta esquina está a sólo 4 Km. de la Plaza de Mayo, era un lugar donde el diablo perdió el poncho”, nos cuentan.
Fernando Ariel Arredondo, uno de los encargados de la mítica confitería de Almagro, nos cuenta que además del pan dulce tradicional que elaboran durante todo el año, para estas Fiestas tienen preparada una versión con frutos secos y crema de almendras.
Antes de despedirnos, Fernando nos recuerda que el actual edificio que data de la década de 1920 fue declarado “Lugar histórico de la Ciudad” en 1998 por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
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