Paradojas de la cultura digital
* Por Teresa Burgui Jurío. La cultura digital ha potenciado, entre otros, el paso de una educación encerrada en la escuela a una sociedad educadora.
¿Lo que es bueno para Messi no lo es para el gobierno egipcio? Esta semana podemos encontrar en el panorama informativo dos ejemplos que ilustran algunas de las características de la era digital en la que vivimos inmersos, una era compleja e incierta, en permanente mutación.
Por una parte, las autoridades egipcias han decidido bloquear Facebook, después de hacer lo mismo con Twitter, argumentando que las protestas contra la corrupción y las políticas gubernamentales se habrían organizado a través de estas redes sociales, de forma similar a lo sucedido en Túnez. Al mismo tiempo, Leo Messi anuncia la inminente creación de su perfil en Facebook con el que pretende desbancar a Cristiano Ronaldo como el futbolista más seguido en la Red, con 18 millones de fans.
La irrupción, primero de la cultura audiovisual –pensamos en imágenes– y de la cultura del espectáculo –el que aburre pierde, como sostiene Omar Rincón–, pero especialmente de la nueva cultura digital, que da respuestas a nuevas demandas como la construcción del conocimiento de forma colectiva, con su expresión más conocida en Wikipedia, la inmediatez, la posibilidad de dejar de ser un consumidor pasivo y convertirse en productor, constituye un fenómeno que nos viene a cambiar todo y que, como organizaciones sociales, nos interesa explorar.
La cultura digital ha potenciado, entre otros, el paso de una educación encerrada en la escuela a una sociedad educadora, en un proceso irreversible, que permite a distintas instituciones, en particular a organizaciones sociales y medios de comunicación, recuperar su papel como actores clave del proceso educador y de construcción de ciudadanía.
Se acabaron las verdades cerradas o el control férreo sobre los productos y los procesos. Se ha instalado la imprevisibilidad, como valor, el gusto por navegar, por crear, por experimentar, por recuperar el proceso. Hoy, que uno dicte y el resto escuche, acate y calle es un principio inadmisible.
Ha irrumpido un nuevo paradigma de comunicación, que cambia la noción de mensaje. Éste pasa a ser proceso y no producto final. La noción de autor se reconvierte en la de un arquitecto, constructor de espacios visuales y sonoros en el interior de los cuales irá a pasear el espectador, ahora co-creador, en diálogo permanente con el mensaje y con capacidad para decidir sus propios itinerarios. Un viaje a la medida de cada persona.
Esta cultura viene acompañada de un nuevo ambiente comunicacional. Podemos hablar ya de la pérdida de hegemonía de los medios: periódicos que pierden lectores –un millón cada año en Europa–, el divorcio entre el periodismo y la sociedad –periodismo herido–, aparición de nuevos movimientos como periodismo preventivo, social y cívico, entre otros.
La gran pregunta: ¿están medios y movimientos sociales preparados para educar y comunicar para la solidaridad y la ciudadanía en la era digital? Imposible quedarse al margen. Esta nueva cultura digital no nos deja elección.