Para los que vendrán
*Por Gabriel Bustos Herrera. Deudas de 30 años: la ciudad caótica, sin circunvalaciones, sin avenidas troncales, sin vías rápidas de emergencia, sin transporte público moderno para dejar el auto en casa. Accesos y dobles vías demoradas desde hace décadas.
Al borde del descontrol, conseguí llegar al Centro en mi auto (que es uno de los 270.000 vehículos que cada mañana, con un solo pasajero, se deslizan por el embudo hacia "el Centro").
Sobrevivo cada mañana al desafío de la Costanera Norte -a 5 cuadras de plena calle San Martín- que como la del Sur es imperio salvaje de camiones con containers hacia y desde los puertos de Chile (dicen que van y vienen de la frontera alrededor de 1.200 camiones/día); ómnibus de larga distancia; camiones de distribución; vecinos apurados y -más adentro- las doble filas frente a los colegios.
Y ya en el horno, sin playas subterráneas públicas bajo los espacios verdes, como en el resto del mundo. Aterroriza sólo imaginar el retorno -entre las 13 y las 14- enfrentando de nuevo la selva de ansiedades y caos.
Confieso mi culpa: hace años que me resisto a dejar el auto en casa y someterme al transporte público de pasajeros (casi vejatorio). Claro, pago carísima mi osadía: en dinero, en salud y en complicaciones para los demás.
Desde los '80 escucho de la política que van a replantear el diseño de la ciudad y renovar el transporte de pasajeros. "Un sistema multimodal de transporte público, digno y eficaz, que invite a todos a dejar los autos en casa", prometen siempre.
Los he oído insistir en que "hay que imitar a Curitiba, Brasil, que prestigiando un transporte público digno para todos y rediseñando calles troncales y radiales, bajó el 60% la congestión automotriz de la ciudad".
Nada nuevo: lo oí por primera vez en 1997, cuando Tecnicagua y el gobierno de Lafalla propusieron enhebrar un sistema multimodal de trenes urbanos, trolebuses y ómnibus. Fue al cajón en el primer cambio de gobierno.
La ciudad de los anillos. Supe que José Luis Gioja -en camino de arreglar la Constitución sanjuanina para permanecer por tercer mandato consecutivo en el chalet de Desamparados- lanzó otro compromiso. Además de los incentivos a la minería y construir su tercer dique embalse por el agua escasa, Gioja promete iniciar la construcción del 2do anillo de circunvalación a la ciudad de San Juan.
El primero fue terminado al principio de los años '80 y se afirma que buena parte de los terrenos por donde se construirá el 2do anillo ya están en expropiación (el nuevo óvalo distará unos 10 kilómetros del primero). Desde la nueva Casa de Gobierno, la ciudad tiene una doble avenida que la atraviesa por el medio, de norte a sur y unirá los 2 anillos (es el llamado Colector Sur).
Me acordé de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Y de Daniel Ramos Correas (arquitecto mendocino que concibió los mejores edificios de nuestro acervo cultural). Él fue el autor del Plan de Urbanización de Santa Cruz, contratado en los '40 por el gobierno boliviano. Si uno llega sobrevolando esa ciudad del sureste boliviano (al pie de la selva brasileña y junto a la sierra andina), advierte una sucesión de avenidas en círculos concéntricos, como anillos que envuelven la ciudad desde adentro hacia fuera.
Son las circunvalaciones que Ramos Correas diseñó para descongestionar la ciudad a medida que iba creciendo. Ya van por el tercer anillo. Como San Juan, como San Luis, como el cercano Santiago de Chile (con el anillo de Américo Vespucio y la Nueva Costanera Este-Oeste, por las entrañas del Mapocho).
Deudas de gestión. En mis mocedades periodísticas, entre 1973 y 1974, sobre un mesón de la Dirección Provincial de Vialidad, me mostraron un enorme plano, en el que se proyectaba construir 2 (dos) anillos de circunvalación para aliviar el Gran Mendoza. Seguían el criterio de Ramos Correas.
El primer anillo, en el oeste de la ciudad, corría por Boulogne Sur Mer y lo que hoy es el Corredor del Oeste (único tramo construido en 1998-1999 por el gobierno de Lafalla), uniendo los accesos Norte y Sur "por afuera". Al Este se discutía si el corredor iría por calle Mitre o por Tirasso, en Rodeo e iba a salir al acceso Norte, cerca del aeropuerto, uniéndolo con el actual Acceso Sur.
El otro anillo, el 2do y más amplio, era una avenida doble más al oeste -por los coronamientos de los diques San Isidro, Papagallos, Frías y Maure- y en el Este a unos 10 kilómetros de Tirasso, uniendo la ruta 40 Norte con la ruta 60 y de ahí al Acceso Sur. Con trazo rojo, proyectaban 2 grandes avenidas como cortando la ciudad: una de este a oeste y otra de norte a sur (como si, dimensionadas, fueran San Martín y José Vicente Zapata.
El asunto era anillar Mendoza para descongestionarla en su evidente y caótica expansión urbanística. Y construir troncales.
Aquel plano de la DPV preveía negociar con la Nación una "doble vía desde Mendoza a Desaguadero; desde Mendoza a Tunuyán y desde Mendoza a San Juan y la ampliación en doble traza de la ruta internacional a Chile".
En fin, todos compromisos de mediados de los '70, antes del golpe militar de 1976. En tiempos del Mundial 1978, los militares construyeron el Estadio, la avenida Regalado Olguín y su proyección hacia el Parque. E iniciaron el primer tramo de la doble vía hacia Tunuyán y Desaguadero.
Para los que vendrán. Pasaron 35 años desde aquellos planos amarillentos. Con hechos y deudas (con pedacitos, tramos de las propuestas de los '70). Pero hay deudas de grosera falencia y mala priorización: sin anillos de circunvalación ni avenidas de descongestión (como lo hicieron en estos mismos tiempos San Juan, San Luis y Santiago de Chile).
Salvo el tramo del Corredor del Oeste que hizo Lafalla y que ya es insuficiente (la ciudad le pasó por arriba hacia el oeste) o el Rodoviario de Cobos, frente a la Terminal (que aportó más estética y poca solución a la congestión).
"Si imaginamos a la ciudad parcialmente derrumbada por un terremoto y tenemos que trasladar heridos, como no tenemos circunvalaciones tendremos que atravesar la ciudad por encima de las ruinas" (Jorge Barón, titular del Instituto de Riesgo Sísmico, Imeris).
Treinta años y aún sobreviven viejas trazas camineras, con ese parto de los montes que es la doble vía a Tunuyán todavía a 25 kilómetros de la villa del Uco; o la 7, aún a 35 o 40 kilómetros del Arco del Desaguadero, en la entrada al País del Hormigón de los Rodríguez Saá (que en estas tres décadas transformaron San Luis).
Aquí, la expansión urbana, caótica y explosiva, nos pasó por encima.
También sigue pendiente el transporte público que imaginamos hace 30 años para vivir una ciudad digna.
Al puntear la agenda de los que vienen, conviene recordar que aún nos deben un sistema de riego y agua potable moderno y suficiente: salvo el dique Potrerillos -construido por Lafalla/Sancho e Iglesias/Cobos 1998/2001-, aún regamos como los indios y derrochamos el agua en las ciudades. Falta capacidad de embalse en los oasis Centro y Norte (donde se genera el 75% del PBG de Mendoza).
Apenas hemos impermeabilizado el 15 o 20% de la red total de canales. No más del 15% de las fincas se riegan con goteo o aspersión. Ni el 10% de los hogares se abastece con medidores. Aún no generamos conciencia del agua escasa, ni replanteamos la vida productiva en anticipo del cambio climático inminente.
Hay mucho más, claro. Por ahora, que los que vendrán no olviden las viejas promesas.