Para la Argentina, un reflejo evidente y un temor que se agiganta
*Por Jorge Oviedo. La Argentina no es Venezuela. Pero los dos países comparten similitudes inquietantes. La más obvia. ¿Por qué un país que tiene precios récord de los bienes que exporta sufre escasez de dólares?
La Argentina no es Venezuela. Pero los dos países comparten similitudes inquietantes. La más obvia. ¿Por qué un país que tiene precios récord de los bienes que exporta sufre escasez de dólares ? ¿A qué otro país petrolero le faltan dólares? ¿A qué otro gran productor y exportador sojero le faltan las divisas extranjeras?
Brasil, que es el segundo productor mundial de soja, cuando en los Estados Unidos no hay sequía, y el primero, cuando en el mayor socio del Nafta la cosecha es mala, no sabe qué hacer para que no le entren más dólares. Lo mismo les pasa a Uruguay, a Chile, a Perú.
La Argentina y Venezuela no saben qué hacer para que los capitales no huyan, mientras buena parte del resto de la región les piden que no traten de entrar en avalancha.
Venezuela y la Argentina comparten problemas serios de política exterior. Aliarse con un gobierno que pretende negar el Holocausto, por decir lo menos. Y también desorganizaciones brutales de las instituciones. Falta de reglas de juego claro, permanentes atentados contra las libertades públicas e individuales, mercados intervenidos, falta de transparencia, discrecionalidad y autoritarismo, alta inflación.
Hay, por supuesto, diferencias de grado entre los dos países. Venezuela lleva diez años de cepo cambiario. La Argentina, poco más de uno.
No hay que temer que esta vez una devaluación en el exterior ponga en peligro el financiamiento y las inversiones para la Argentina por miedo al efecto contagio. Así ocurrió con la depreciación del peso mexicano, en 1994, y con la del real brasileño, en 1999.
La Argentina hoy está fuera de los mercados de capitales por sus propios deméritos. El Gobierno paga deuda externa como nunca lo hizo ninguna otra administración. Sin embargo, el riesgo país está entre los más altos del mundo y era, hasta ahora, más alto que el de Venezuela.
Desconfianza fundada
El kirchnerismo ha querido mostrar a la Argentina y Venezuela unidas y formando parte de un mismo proceso. Y sea cierto o no, ha logrado que esa construcción se materialice en las mentes de muchas personas. Para bien, a criterio de algunos. Para mal, según piensan otros.
La Argentina no tiene en la realidad los problemas políticos que enfrenta Venezuela, que no son un dato menor. La credibilidad en el gobierno y en las instituciones es la que suele evitar las fugas de capitales.
En la Argentina hay desconfianza en el Estado, pero no es exactamente por las mismas razones que afligen a Venezuela.
Pero es evidente que aquí ni los habitantes más modestos confían ya en las instituciones. No le creen al Gobierno cuando les dice que los precios no suben. Y no creen en los pesos que el Estado mismo emite. Por eso quieren cambiarlos por cosas.
Los productores de bienes no están muy interesados en quedarse con pesos a cambio de lo que producen. Para entregar más cantidades, quieren muchos más pesos por cada unidad. El Gobierno prohíbe los aumentos. Entonces los productores racionan las cantidades.
"Sólo dos kilos de azúcar por compra", es el cartelito que en el supermercado revela que funcionan las teorías que explican los más elementales libros serios de economía.
En Venezuela ese problema que en la Argentina comienza a agravarse lleva más tiempo y es todavía más serio. Pero el gobierno de Cristina Kirchner parece poder ver en la tierra de Hugo Chávez lo que puede ocurrir aquí si insiste en las políticas que lleva adelante. Los temores a la devaluación del peso eran muy altos sin que Caracas hiciera nada. Ahora el fantasma, que no vino de fuera, se agiganta..