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Para hablar, se omiten cuestiones importantes

La sociedad reacciona ante sucesos extraordinarios, pero lo habitual lo deja de lado, aunque sea trascendental.

Por Matías Navarro García

mnavarro@diarioveloz.com

@mati_navarro

Una de las características propias del ser humano es el libre albedrío. A diferencia de los animales, que se manejan por instinto, las personas son responsables de, salvo los lazos familiares, casi todas las cosas que le ocurran en la vida.

Como toda regla, hay excepciones que la confirman. La primera y principal, es la muerte. Uno nunca elige cuando morir pero, en ocasiones, otro tiene la posibilidad de hacerlo. Cuando alguien fallece por un choque de trenes no lo hace con intención, pero (indirectamente) asume la responsabilidad otra persona: el conductor, el responsable de revisar las formaciones o de capacitar al personal.

Lo que uno siempre elige es sobre qué hablar. Retomando el caso de los trenes y comparándolo con la muerte de Ángeles Rawson (imposible, como mínimo, no mencionarla) la sociedad es la que prioriza un tema sobre otros.

Todos los días hay fallas que pueden generar accidentes fatales como el de Castelar u Once. Vagones que se incendian, formaciones que pierden el equilibrio a riesgo de tumbarse o que quedan a mitad de camino son realidades con las que convive todo aquel que dispone subirse a un tren. Pero de eso no se habla.

Lo resonante de la realidad es que la sociedad tomó como propio el crimen de Ángeles. Las personas lo viven como si eso le hubiera ocurrido a su propia hija, hermana, novia o compañera de curso, pero se descuida algo que puede pasarle a cualquier persona todos los días y que, de milagro, sólo se dio dos veces en los últimos años.

A saber, hoy en día y con esta realidad, es más probable morir por subirse a un transporte público que por cualquier otra razón, por más siniestra que pueda imaginarse.

Es imposible despegar a los medios de comunicación de esto, pero ¿qué hicieron los empleados para mejorar el servicio? Los políticos hablan de los trenes sólo para adjudicarle la responsabilidad al oponente de turno, pero ningún maquinista dio a conocer públicamente las condiciones de trabajo. Sólo luego de los accidentes, cuando se busca despegarse del caso.

¿Y los usuarios? Protestan ante alguna demora o un accidente macro, pero las falencias diarias las asumen como algo común. El problema no es (sólo) dirigencial, sino también de aquellos consumidores que priorizan otros defectos a los realmente importantes, los que juegan con su vida.

En una charla de 10 minutos entre dos personas, siete los ocupa Ángeles, dos las PASO y uno la Presidente. Ahora, releyendo la nota, nos daremos cuenta de que seguimos hablando de lo mismo.