Para el Gobierno, Moyano es el pasado
* Por Carlos Pagni. A mediados de octubre pasado, el sindicalista de Luz y Fuerza Oscar Lescano fue invitado a comer con Néstor Kirchner en Olivos, a solas.
Lo convocó un funcionario del área económica, íntimo amigo del ex presidente. La reunión se pactó para la noche del 28 de octubre. Pero no pudo hacerse. Un día antes de la cita, Kirchner moría en El Calafate.
Si Lescano consultara al intermediario de aquel encuentro sabría de qué se iba a hablar en aquella comida frustrada. Kirchner quería poner en marcha la defenestración de Hugo Moyano de la CGT. Ahora su viuda lleva adelante ese proceso, con el que cumple un mandato póstumo.
Las relaciones entre Cristina Kirchner y Moyano están, más allá de formalidades circunstanciales, interrumpidas. El sindicalista tiene un indicio categórico de esa indiferencia: nadie en el Gobierno ha manifestado el menor interés por su peripecia penal, ligada a los desmanejos de la obra social de su gremio. Moyano atribuye la animadversión en su contra al veneno que Máximo Kirchner -a quien él llama con sorna "Mínimo"- destilaría en los oídos de su madre, la Presidenta. Ahora se sabe que la antipatía viene de mucho antes y de más arriba.
El enfriamiento de la Casa Rosada se vio precipitado por tres factores. El primero, el desprestigio de Moyano. La Presidenta no encuentra estímulo alguno para mostrarse con un dirigente que atrae, según todas las encuestas, un 80% de rechazo social. No hay que olvidar que, más allá de los resultados de las primarias, ella sigue en campaña. Es la razón por la cual el camionero no participó de los festejos de una victoria que, habría que suponer, es también la suya. Cuando Luis Barrionuevo, desde las inmediaciones de Eduardo Duhalde, exige que Moyano termine su mandato en la CGT, trabaja sobre esta contradicción. Toda la oposición aspira a que el camionero siga contaminando al Gobierno.
La segunda evidencia de que Moyano ha perdido poder es que su plan político ha fracasado. La señora de Kirchner se ufana delante de los empresarios de haber enviado al hijo del gremialista, Facundo, al octavo lugar de la lista de diputados bonaerenses, donde la CGT sólo obtuvo dos posiciones. Julio Piumato, en Capital Federal, y Juan Carlos Schmidt, en Santa Fe, rechazaron los lugares que se les ofrecían en las nóminas por considerarlos, de tan subalternos, agraviantes. Son atisbos de lo que puede esperarle a Moyano cuando se discuta, el año próximo, su lugar en la conducción del PJ bonaerense, donde ejerce la presidencia en reemplazo de Alberto Balestrini. O en la del PJ nacional, donde secunda a Daniel Scioli, que cubrió la vacante de Kirchner.
Pero la fragilidad mayor de Moyano es su soledad dentro de la CGT. A las reuniones de consejo directivo ya no concurren "los Gordos" (Lescano, Armando Cavalieri, Carlos West Ocampo), pero tampoco lo hacen Roberto Fernández (UTA), Oscar Maturano (La Fraternidad), Juan Belén o Antonio Caló (UOM), Mario Manrique (Smata), Gerónimo Venegas (Uatre) o José Luis Lingieri (Obras Sanitarias). Barrionuevo (Gastronómicos), por su parte, conduce varias organizaciones en la cismática CGT Azul y Blanca. En definitiva, Moyano hoy sólo puede ofrecer al oficialismo la disciplina de los judiciales, canillitas y pocos gremios más.
El desdén oficial que cae sobre Moyano no es la consecuencia del aislamiento al que lo someten sus pares. Es su causa. La Casa Rosada le ha ido quitando el monopolio de la interlocución sindical. La señal más elocuente es que los subsidios que reciben colectiveros o ferroviarios ya no pasan por las manos del camionero.
Las conversaciones por la salida de Moyano están más avanzadas de lo que se percibe en la superficie. La señora de Kirchner consiguió abrir una herida importante en la conducción de la CGT al aflojar el vínculo de Omar Viviani con el secretario general. Viviani es el representante de los taxistas, único gremio del transporte que seguía reconociendo el liderazgo del camionero. Esa amistad quedó dañada desde que Viviani convocó a una reunión del moyanismo sin Moyano.
Viviani se sueña heredero de Moyano al frente de la central obrera. Debería imponer su candidatura por sobre la de "los Gordos". Ellos trabajan sobre dos postulaciones. La de Héctor Daer, segundo de West Ocampo en el sindicato de Sanidad, y la de Raúl Guiot, líder de los empleados de comercio de San Martín. Estos nombres formarán parte de las escaramuzas de los próximos meses. Entre las dos orillas navega un discreto negociador de un sindicato energético. En el gremialismo se sabe que para reemplazar a Moyano habrá que encontrar a un sindicalista independiente de los bandos en pugna. En los papeles de Olivos figuran dos: Caló, de la UOM, y Ricardo Pignanelli, el próximo secretario general de Smata. Pignanelli corre, como mecánico, con una ventaja: la industria automotriz es el sancta sanctorum del modelo productivo, como demuestra la confraternidad que existe entre Cristina Kirchner y los empresarios del sector.
La estrategia de desplazar a Moyano de la CGT tiene en el oficialismo a un disidente. Es Julio De Vido. El ministro de Planificación considera que se trata de un conflicto artificial, que sólo sirve para introducir perturbaciones en la política laboral y económica. "Cuanto más lejos, Moyano se volverá más irresponsable y más agresivo", dice la tesis de De Vido. Si es por la conducta de Moyano, tiene razón. El líder de la CGT está ofreciendo en estos días a la Presidenta una muestra gratis -ya se sabe, lo de él es la farmacología- de la estrategia que desplegaría desde la vereda de enfrente. Su hijo, Facundo, reconoció que el Gobierno dibuja la inflación para regatear el pago de los bonos que ajustan por CER. El propio Hugo se unió a la CTA para pedir un salario mínimo, vital y móvil de $ 2600, inaceptable para el empresariado y para las cuentas fiscales. No es lo que se había acordado con De Vido, Amado Boudou y Carlos Zannini en la reunión que mantuvieron antes de las primarias.
Todavía es imposible calibrar el significado de estos reclamos con los que los Moyano saludan el triunfo de su amiga Cristina. Sería apresurado pensar que estas exigencias inconsultas son sólo la manifestación del despecho de dirigentes sindicales que se ven alejados de un poder que, en la hora de la victoria, decide prescindir de ellos. Además de desnudar sentimientos, estos reajustes esconden también una política. Existe un consenso bastante extendido acerca de que, en el momento de su máxima ratificación electoral, la política económica comienza a mostrarse cada vez menos satisfactoria. Es la razón por la cual la jugada sindical de la Presidenta esconde una gran incógnita. Tal vez le esté dando una excusa a Moyano para rebelarse en el instante exacto en que su sumisión comienza a volverse más valiosa. Sería una decisión equivocada. Por un lado, porque nadie puede asegurar que la Casa Rosada encontrará otro líder dispuesto a garantizar la obediencia sindical cuando la economía comienza a generar preocupaciones. Por otro, porque la salida de Moyano será parte inevitable deun proceso que jamás es favorable alque gobierna: la unificación de todo el sindicalismo ortodoxo bajo una sola conducción.
CRISTINA, ENTRE LAS 20 MÁS PODEROSAS
La revista Forbes publicó ayer su lista anual de las mujeres más poderosas del planeta y ubicó a la presidenta Cristina Kirchner en el puesto número 17, precedida por una empresaria de Google y seguida por la cantante Beyoncé. La mandataria ascendió 51 lugares, ya que en la edición 2010 apareció en el puesto 68. En el podio actual están la canciller alemana, Angela Merkel; la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff..