Papa Francisco: crónica de una atea entre miles de cristianos
Por Sofía Tarruella. Fui a la Catedral Metropolitana para presenciar la asunción del ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, con muchos prejuicios. Me sorprendí.
@Sofisuu
No creo en Dios y nunca me sentí representada con el discurso conservador y elitista de la iglesia católica.
Sin embargo, la congregación en Plaza de Mayo a la espera de la misa con la que el ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, dio inicio formal a su pontificado, me parecía, como mínimo, un acontecimiento histórico e irrepetible.
Así todo fui con prejuicios.
La noche era fresca. Algunas gotas de lluvia finísimas caían de a ratos y una brisa húmeda atravesaba los miles de presentes reunidos frente a la Catedral Metropolitana.
Los que habían pasado toda la noche en vela, abrigados con frazadas o camperas de invierno, se iban mezclando con los que recién llegaban, a eso de las 5 de la mañana. Y, rápidamente, los miles llegaron a ser 50 mil.
Pese a que no cabía un alfiler en la Plaza de Mayo u alrededores, se vivía un clima de completa y sorprendente tranquilidad. Personas de todas las edades observaban atentos, casi sin hablar entre ellos, la transmisión de la ceremonia a través de cuatro pantallas gigantes apostadas junto a la Catedral.
El día sorprendió a la multitud a mitad de la proyección y, con él, los presentes comenzaron a despertar. Al final de la misa, las voces, la cantidad de personas y los colores de la jornada se habían multiplicado.
En la plaza había fieles muy creyentes, simpatizantes, curiosos y otros que sólo aprovechaban la ocasión para trabajar; había niños, jóvenes, adultos y ancianos; argentinos y turistas; señoras con brushing y tapado, y chicos con remeras agujereadas; gente que se había acercado en grupo o solos. Las diferencias eran múltiples y, sin embargo, una palabra se repetía entre las miles de bocas presentes, "emoción".No creo en Dios y nunca me sentí representada con el discurso conservador y elitista de la iglesia católica. Pero hoy me fui de la plaza con menos prejuicios y una extraña sensación de tranquilidad.