Palermo y Belgrano, barrios peligrosos
Son zonas con mucho movimiento de peatones y tránsito, y ni eso ni ciertos elementos resultan útiles para evitar los robos, que a veces terminan en tragedias.
Con golpes impactantes y violentos, los delitos se reiteran en la Capital Federal y nada parece detener a los delincuentes. Ni siquiera son desalentados por las medidas de seguridad adoptadas en los comercios, cuyos encargados se quejan con insistencia de la falta de presencia policial.
Es el caso de un locutorio y quiosco situado en Fitz Roy y Santa Fe, en Palermo, una de las zonas con mayor movimiento de peatones y tránsito. Siete cámaras internas de vigilancia, monitores de observación y un botón antipánico conectado con una empresa privada resultaron elementos inútiles para impedir un asalto. En realidad, para impedir el décimo robo padecido por los empleados de ese local desde 2011 y el decimoquinto en los últimos tres años.
Cifras similares de asaltos se verificaron en otros comercios de esa zona de Palermo. Ese barrio junto con Recoleta y Belgrano aparecen ahora como los más castigados por el crimen.
Algunos casos se conocen por la iniciativa de las víctimas de hacer pública su situación. Pero muchos más quedan ocultos. El robo en el locutorio ocurrió pasadas las 22, pero dos horas antes y a ocho cuadras de distancia, una mujer sufrió el ataque de motochorros en la esquina de Juan B. Justo y Gorriti. Uno de los dos ladrones rompió uno de los vidrios del vehículo y tomó pertenencias de la conductora. Ese hecho fue conocido sólo por los sorprendidos testigos. Estos observaron la acción impune de agresores que ni siquiera se preocuparon por la presencia, a 50 metros, de un patrullero.
"Nos robaron quince veces en los últimos tres años. La mayoría de los hechos fue desde agosto del año pasado en adelante", dijo ayer a LA NACION Carlos Galdames, dueño del locutorio asaltado"La conexión del delito con las drogas es cada vez más visible. O bien los ladrones actúan drogados o cometen el robo para comprar estupefacientes", comentó el diputado nacional por la Ciudad Julián Obiglio (Pro). Para el legislador, autor de proyectos de leyes sobre seguridad, otra razón clave para el aumento del delito en algunos barrios porteños es "la falta de policías en las calles".
Y agregó: "Es evidente que las zonas con mejor nivel de protección se encuentran en las comunas donde trabaja la Policía Metropolitana y en las que opera la Gendarmería".
Inclusive estadísticas de robo de automotor en poder del Ministerio de Seguridad establecen una migración del delito desde la zona sur de la ciudad hacia Palermo, Belgrano, Recoleta y Colegiales. Parece tratarse de una imagen de frazada corta, en la que un movimiento de cobertura deja a la intemperie otras zonas.
Más allá de la sustracción de automotores y de los asaltos en comercios, los delitos que se transformaron en pesadilla porteña tienen que ver con la irrupción en las viviendas. Lo sucedido con el ex camarista Gustavo Mitchell, en Recoleta, y con la familia del técnico de fútbol Jorge Burruchaga, en Belgrano, exponen la violencia de esa clase de delito que empezó a imponerse sobre otros. Para especialistas en seguridad, los actuales vaivenes económicos llevaron a tener más ahorros en el hogar y eso resultó tentador para los delincuentes.
Es el caso de un locutorio y quiosco situado en Fitz Roy y Santa Fe, en Palermo, una de las zonas con mayor movimiento de peatones y tránsito. Siete cámaras internas de vigilancia, monitores de observación y un botón antipánico conectado con una empresa privada resultaron elementos inútiles para impedir un asalto. En realidad, para impedir el décimo robo padecido por los empleados de ese local desde 2011 y el decimoquinto en los últimos tres años.
Cifras similares de asaltos se verificaron en otros comercios de esa zona de Palermo. Ese barrio junto con Recoleta y Belgrano aparecen ahora como los más castigados por el crimen.
Algunos casos se conocen por la iniciativa de las víctimas de hacer pública su situación. Pero muchos más quedan ocultos. El robo en el locutorio ocurrió pasadas las 22, pero dos horas antes y a ocho cuadras de distancia, una mujer sufrió el ataque de motochorros en la esquina de Juan B. Justo y Gorriti. Uno de los dos ladrones rompió uno de los vidrios del vehículo y tomó pertenencias de la conductora. Ese hecho fue conocido sólo por los sorprendidos testigos. Estos observaron la acción impune de agresores que ni siquiera se preocuparon por la presencia, a 50 metros, de un patrullero.
"Nos robaron quince veces en los últimos tres años. La mayoría de los hechos fue desde agosto del año pasado en adelante", dijo ayer a LA NACION Carlos Galdames, dueño del locutorio asaltado"La conexión del delito con las drogas es cada vez más visible. O bien los ladrones actúan drogados o cometen el robo para comprar estupefacientes", comentó el diputado nacional por la Ciudad Julián Obiglio (Pro). Para el legislador, autor de proyectos de leyes sobre seguridad, otra razón clave para el aumento del delito en algunos barrios porteños es "la falta de policías en las calles".
Y agregó: "Es evidente que las zonas con mejor nivel de protección se encuentran en las comunas donde trabaja la Policía Metropolitana y en las que opera la Gendarmería".
Inclusive estadísticas de robo de automotor en poder del Ministerio de Seguridad establecen una migración del delito desde la zona sur de la ciudad hacia Palermo, Belgrano, Recoleta y Colegiales. Parece tratarse de una imagen de frazada corta, en la que un movimiento de cobertura deja a la intemperie otras zonas.
Más allá de la sustracción de automotores y de los asaltos en comercios, los delitos que se transformaron en pesadilla porteña tienen que ver con la irrupción en las viviendas. Lo sucedido con el ex camarista Gustavo Mitchell, en Recoleta, y con la familia del técnico de fútbol Jorge Burruchaga, en Belgrano, exponen la violencia de esa clase de delito que empezó a imponerse sobre otros. Para especialistas en seguridad, los actuales vaivenes económicos llevaron a tener más ahorros en el hogar y eso resultó tentador para los delincuentes.