Otro ejemplo que nos da Chile
Las envidiables políticas económicas, institucionales y educativas del vecino país marcan la diferencia con la Argentina.
La reciente difusión de las cifras de crecimiento económico de Chile correspondientes a marzo llaman la atención por lo exuberantes. Durante dicho mes, el Producto Bruto Interno (PBI) chileno se expandió el 15,2 por ciento con respecto a un año atrás, reflejando la fortísima recuperación respecto del período en que ocurrió el dramático terremoto que afectó al país. Más allá de este transitorio aumento, la economía chilena crecerá más de 6% en 2011, completando un ciclo de 28 años, que se inició en 1984 y que llevó a que entre dicho año y 2011 el PBI chileno aumentará a un ritmo anual promedio del 5,3.
Durante ese mismo período, la economía argentina se expandió a un nivel anual promedio del 2,9%, cerca de la mitad del crecimiento observado en Chile. No sólo es distinto el ritmo al que se expandieron ambas economías a lo largo de ese período; durante esos 28 años, la economía chilena se contrajo únicamente en dos oportunidades, 1999 y 2010, en ninguno de ambos casos en más del 2 por ciento. Por el contrario, la Argentina se contrajo en diez de los 28 años analizados con tres caídas anuales superiores al 6 por ciento.
Chile puso en práctica a mediados de los 80 un conjunto de reformas que lo llevaron a construir la economía más sólida de América latina, y una de las más respetadas en el mundo. En primer lugar, Chile abrió su economía al mundo, lo que le permitió desarrollar actividades en las que cuenta con ventajas comparativas e importar el resto de los bienes necesarios para el consumo y la inversión. Los aranceles de importación son muy bajos, del 5 por ciento, y no existen restricciones cuantitativas ni para las importaciones ni para las exportaciones.
En segundo lugar, Chile mantuvo una conducta fiscal responsable, ahorrando en los períodos de bonanza para luego poder aumentar el gasto en períodos más difíciles. Durante 2006 y 2007, cuando el precio del cobre generó un boom de ingresos para el fisco chileno, el superávit fiscal sumó 16 puntos del PBI entre ambos años. Acciones como ésa permitieron que en 2009 el gobierno incurriera en un déficit fiscal del 4,5 por ciento del PBI para paliar los efectos que la crisis internacional provocó sobre los sectores de menos recursos.
Chile ha mantenido a rajatabla la independencia del Banco Central. Ello ha redundado en un esquema de baja inflación, que en los últimos años bajó hasta niveles cercanos al 3 por ciento. Al haber logrado reducir sensiblemente la tasa de inflación, nuestros vecinos ahorran en su propia moneda, y los depósitos en los bancos permiten que el stock de crédito bancario al sector privado chileno sea equivalente al 71 por ciento de su PBI en comparación con el 13 en la Argentina.
Los increíbles avances macroeconómicos no hubieran sido posibles sin un marco institucional sólido. Desde el retorno de la democracia, todos los presidentes chilenos han cumplido su mandato, y ninguno ha intentado modificar la Constitución para permitir la reelección por más de un período consecutivo. Ningún presidente del Banco Central ha sido destituido, y mientras los argentinos hemos visto pasar en los últimos 28 años 23 ministros de Economía y 19 presidentes del Banco Central, los chilenos tuvieron sólo 12 y 9, respectivamente. Más aún, para el cálculo del balance fiscal estructural, utilizan las estimaciones que surgen del Comité Consultivo del Precio de Referencia del Cobre y del Comité Consultivo del PBI tendencial, ambos compuestos por personas entendidas externas al gobierno, incluidos tanto académicos como expertos provenientes del sector empresarial.
En este proceso de crecimiento y mejora institucional la educación jugó un rol crucial. Chile encabeza hoy el ranking de educación en América latina según el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, (PISA, por sus siglas en inglés), aplicado a jóvenes de 15 años. En particular, durante 2009, Chile obtuvo el puesto 44° en dicha prueba, mientras que la Argentina se ubicó en el 58°. La mejora en la calidad de la educación experimentada por Chile en los últimos años se hace evidente al comparar los resultados para dicha prueba en el año 2000. Tan sólo diez años atrás la Argentina ostentaba el primer puesto a nivel regional mientras que ahora se ubica séptimo entre los países latinoamericanos.
No nos debe llamar la atención entonces el desempeño relativo de ambos países en las últimas décadas. En 1984, el PBI per cápita chileno representaba apenas el 56 por ciento del PBI argentino. Actualmente, esta ratio es del 95, lo que da cuenta del distinto resultado obtenido. Estos resultados no son casuales: las envidiables políticas aplicadas del otro lado de la cordillera son una muestra de que el esfuerzo y la persistencia rinden sus frutos y de que el recurrente cortoplacismo y los bandazos que muestra nuestro país tienen costos dramáticos en términos de instituciones, crecimiento, desarrollo y pobreza.