Otra vez, habrá poco trigo
La persistencia de los errores oficiales mantiene la siembra del cereal en niveles bajísimos que impiden su recuperación.
A cuatro semanas de finalizar la etapa de siembra de trigo, los hechos manifiestan que continúa tercamente la decisión de mantener restringidas sus exportaciones, cuya amarga consecuencia consiste en reducir las siembras del cereal.
Con anterioridad a la actual política triguera, en el quinquenio 2000-2005, el área sembrada anualmente promedió 6,4 millones de hectáreas, y a partir de entonces comenzó a declinar. En la campaña 2008-2009, bajó a 4,7 millones, para descender aún más, a 3,5 millones en el ciclo 2009-2010 (es cierto que con el efecto sequía). La producción del cereal, que en el quinquenio referido trepaba por encima de los 15 millones de toneladas, en camino de superar los 20 millones, cayó en ese año crítico a sólo 8,3 millones, una cantidad apenas superior al consumo nacional, del orden de los 7 millones de toneladas, sin mayor resto exportador.
La decisión gubernamental, aplicada no sólo al trigo, consiste en escindir la exportación del consumo interno, entendiendo erróneamente que se evita de este modo que las ventas al exterior dejen sin pan y otros alimentos a la llamada demagógicamente "mesa de los argentinos". La realidad ha mostrado muchas veces que si bien la demanda externa puede impulsar algo los precios del trigo y sus derivados, mucho más lesivo para el objetivo perseguido es intervenir el mercado con medidas restrictivas de las exportaciones que a poco andar por el desinterés en producir provocan escasez y precios mucho más altos. La pretensión oficial de prohibir y cuotificar las exportaciones y subsidiar a la industria molinera para mantener congelado el precio del pan y de la harina produjo el efecto inverso. En efecto, ambos triplicaron su precio, mientras que la molinería espera ya impaciente el demorado pago de 2000 millones de pesos correspondientes a las compensaciones referidas. Mientras tanto, las restricciones a las exportaciones han sido determinantes en una fuerte caída de los precios locales del trigo, del orden de los 40 dólares por tonelada que, sumado a las retenciones del 23 por ciento, quitan interés a los productores no sólo para la siembra, sino por vender los stocks aún en sus silos.
Así las cosas, los sucesivos eslabones de la cadena triguera resultan desarticulados con la excepción, al parecer, de las empresas exportadoras, a las que por otras vías se les aplican medidas erosivas de legitimidad más que dudosa. Lo aquí referido sintéticamente no sólo ocurre con el trigo. Se conocen, y se sufren, las consecuencias de procederes parecidos en las cadenas del ganado y de la carne, del maíz, y cuanto toca la vara oficial.
La administración, al ver que se esfuma el saldo favorable de la balanza comercial, acude a sumar áreas a la decisión no escrita de obligar a mayor número de sectores a desempolvar el desprestigiado sistema del intercambio compensado, sistemáticamente utilizado por las economías crudamente socialistas. Se advierte así que por un lado se mutilan las economías exportadoras y por el otro se fuerza a sectores importadores que no están preparados ni equipados a desarrollar exportaciones. En suma, una sinrazón que añadirá anomia y desprestigio a la ya golpeada economía nacional.