Otra vez el baile
* Por Sergio Serrichio. Así como la falta de liderazgo político complica la crisis mundial, en la Argentina lo peor es la necedad e incomprensión en la cumbre.
Sergio Serrichio - serrichio@hotmail.com
El reciente "lunes negro" en las bolsas mundiales, prolongado ayer, volvió a poner sobre el tapete la posibilidad, cada vez más creíble, de una recesión -e incluso una depresión- económica mundial.
La Argentina no está al margen de ese riesgo, como sostuvo el ministro de Economía y candidato vicepresidencial oficialista, Amado Boudou. De hecho, el 10,7% de declive de la bolsa porteña el lunes fue, porcentualmente, la caída más grande a nivel mundial.
Boudou dijo que la crisis, con epicentro en los países de la Unión Europea y en Estados Unidos, es básicamente un problema de exceso de deuda, del que la Argentina estaría exenta gracias a la política de "desendeudamiento" y de estímulo al consumo interno aplicadas por los gobiernos kirchneristas.
La reacción se parece a la que el gobierno tuvo en setiembre de 2008, tras el colapso de Lehman Brothers. Primero la presidenta negó que tuviera impacto alguno en estas playas e incluso se vanaglorió, en la propia bolsa de Nueva York, de nuestra fortaleza. No sin un aire de schadenfreude, universalizada palabra alemana que denomina la curiosa capacidad de disfrutar de la desgracia ajena.
Pero la cosa se complicó. Los precios de las materias primas cayeron fuertemente y el comercio mundial se desplomó. El gobierno empezó a repartir culpas y hablar de crisis "importada" y en noviembre de 2008, a instancias del propio Boudou, por entonces director de la Anses, dio su principal respuesta: el manoteo de los fondos jubilatorios acumulados en las AFJPs, mediante la completa re-estatización del sistema provisional.
Pero la economía mundial -y también la argentina- siguió cuesta abajo. Por eso, ya bien entrado 2009, el gobierno adelantó de octubre a junio los comicios legislativos, para escapar del efecto electoral de lo que asomaba como una crisis cada vez más profunda.
Por suerte, sin embargo, hacia mediados de ese año la reacción de los gobiernos y bancos centrales de los países desarrollados, de proveer abundante liquidez, había logrado contener los efectos de la crisis sobre la economía real. En el segundo semestre los precios de las materias primas comenzaron a recuperarse, hasta alcanzar nuevas cotas este año.
Mediante una rápida reacción, también China y otras grandes economías emergentes se "desacoplaron" de las economías antes llamadas "centrales". Así, en los últimos dos años, la suba de las materias primas y las bajísimas tasas de interés internacionales, en un mundo inundado en liquidez, fueron el combo perfecto para que la Argentina volviera a crecer a tasas "asiáticas".
Ahora, sin embargo, el problema es más grave. Los recursos de Estados Unidos y Europa para responder a la crisis son cada vez menores y, lo que es peor, hay una crisis de liderazgo político. Evidencia de ello son las tardías y tímidas respuestas de la Unión Europea a los embates contra economías cada vez más grandes del bloque (primero fueron Irlanda y Grecia, luego Portugal, más tarde España e Italia) y, recientemente, las agónicas negociaciones en las que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, debió hacer concesiones suicidas para que las facciones más irracionales del partido republicano le concedan un aumento en el techo de endeudamiento que le servirá a lo sumo tres trimestres.
Mientras, un comité bipartidario negocia recortes fiscales que, en una economía a punto de recaer en recesión, recuerdan -dijo el nobel de Economía Paul Krugman- las sangrías que los "doctores" medievales aplicaban a los enfermos para, antes que curarlos, terminar de matarlos.
Sin duda, el mayor riesgo para la Argentina es una caída importante de los precios de las materias primas alimenticias (para dimensionar ese riesgo, un dato: se estima que el 70% del aumento del valor de las exportaciones de este año se deberá al aporte del agro) y que -paradójicamente, dada la crisis de EEUU, que llevó a Standard & Poor's a rebajarle la nota de su deuda soberana- se intensifique la ola de compra de dólares iniciada hacia ya varios meses. Habría fuerzas compensadoras, como un menor precio de la energía -rubro en el cual la Argentina volvió a ser deficitaria- y, por caso, el probable fin de los subsidios agrícolas norteamericanos, pero serían sólo aspirinas comparadas con lo que representa una caída fuerte en el precio de la soja, una devaluación del real en Brasil o una fuerte desaceleración de la economía china, también en dificultades.
Lo peor de todo, sin embargo, es la necedad o incomprensión del gobierno actual -y más probable gobierno futuro- sobre la situación. El pasado lunes 18 de julio, la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner instó a no apostar al dólar y en cambio invertir en la bolsa (la misma cuyo valor es hoy inferior al de principios de año, pese a una inflación superior al 20% anual) y se jactó de la supuesta "eficiencia" de la Anses en el manejo de los fondos jubilatorios que -dijo- habían pasado de valer 76.000 millones de pesos al momento de la re-estatización previsional a 192.000 millones hace menos de un mes. ¿Cuánto valen hoy?
La presidenta no sólo olvidó allí el efecto de la inflación y de los aportes de los tres últimos años sino que contó, como ganancias de eficiencia, meros aumentos de papel, destacó la suba de las exportaciones industriales (cuenta en la que el gobierno incluye las ventas de las mineras y de biocombustibles, un verdadero dislate) y hasta se jactó de que si Perón repartía pelotas de fútbol y tuvimos a Maradona y Messi, y ella reparte Netbooks, no sería de extrañar que de aquí a algunos años tengamos unos cuantos Bill Gates argentinos.
Es la misma lógica según la cual la educación mejorará simplemente aumentando el presupuesto. O los problemas no existen si no se los nombra (en ese discurso, de más de 5.000 palabras, la presidenta no pronunció la palabra "inflación", aunque sí incluyó conceptos en inglés, como American way of life). Ojalá que esta vez, al menos, no se le ocurra adelantar las elecciones presidenciales.
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