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Otra perspectiva sobre el caso Carla Figueroa

* Por Emilio Filipponi. La conducta victimal es un costado al que se hace poca alusión, pero es de fundamental importancia por la Justicia.

Un dato al que no se le dio tanta importancia en el caso del asesinato en La Pampa es que la chica, Carla Figueroa –muerta por Marcelo Tomaselli, su esposo, su violador y su asesino–, a su vez sufrió la muerte de su madre a manos del padre cuando ella tenía 8 meses.

Repetición de historia. A eso le llama Sigmund Freud "compulsión a la repetición". Es algo que está más allá del principio del placer, según la teoría del psicoanalista austríaco: es zona de pulsión de muerte pura. Aquello indomable que puja desde adentro y es irreductible.

En este terreno están los grandes síntomas, los estigmas familiares, actitudes violentas, o masoquistas, adicciones compulsivas, actitudes criminales o victimales.

La chica conocía muy bien de qué era capaz Tomaselli, hasta dónde llegaría, sabía de la madera del tipo, que era capaz de matar. Pues violar con un arma, cometer un acto sexual violento con alguien aterrorizado, no lo hace cualquiera. Hay que tener pasta de criminal para ello. La chica lo trató, vivió con él, lo padeció, era claramente un tipo capaz de matar.

El punto, según los principios propugnados por Freud, en su amplio desarrollo sobre el campo de lo inconsciente, es que esta pobre Carla se buscó a alguien que le asegurara la posibilidad de la repetición, alguien que tuviera la capacidad de matar para recrear la escena infantil, la del padre apuñalando a la madre o golpeándola hasta matarla o disparándole con un revólver.

Es decir, Carla recorre la historia hacia atrás, para reencontrarse con la escena sangrienta.

Reencontrarse con esos padres malogrados volviendo presente el siniestro y trágico momento.

Asegurarse la repetición. ¿Cuál es la hipótesis? Carla, no como pasiva en el crimen, sino con un protagonismo totalmente activo: asegurarse de que la apuñalen. Se trata de una conducta lineal francamente victimal. Empecinada en estar expuesta a lo primitivo del sujeto.

Comenta el cuñado que ella últimamente estuvo visitando mucho la tumba de su madre. La historia de la madre tenía una omnipresencia en la vida psíquica de Carla.

Buscó el avenimiento, o lo aceptó de los abogados, fue entusiasta de la figura. Buscó a Tomaselli en la cárcel, lo visitó. Liberó a su verdugo, se expuso, le entregó su cuerpo, le dio servida la escena del crimen, quizá metiéndose en los mismos vericuetos, las mismas ofensas, los temas o mecanismos que activaban lo ominoso en Tomaselli. Detonar al matador, enloquecerlo de sangre, asegurarse que la ultime, asegurarse la repetición.

Hasta el niño pequeño era importante en su presencia, pues la historia se completaba con un niño que quedaba huérfano. Un niño que a los 3 años sostendrá por siempre en su retina y en sus oídos la horrible y macabra noche. Otro niño perdiendo a sus dos padres en la violenta escena.

Esa chica, Carla Figueroa, seguramente vivió toda su vida con la escena infantil imaginada, vivida, contada, toda su vida le dio vueltas en la cabeza: el padre apuñalando a su madre o golpeándola hasta matarla. Esa obsesión fue el motor de su cabeza hasta llegar a vivirla en carne propia, actuarla, reconstruir el crimen con ella como protagonista y su hijo portando semejante secuela.

Esto es lo ominoso, lo siniestro de lo que hablaba Freud en muchos tramos de su obra.

La hora de la Justicia. La conducta victimal es un costado al que se hace poca alusión, pero es de fundamental importancia para que sea considerada por la Justicia. En todos los hechos o desgracias de violencia familiar estamos viendo los innumerables avisos.

Muchos de ellos son muertes anunciadas. Que a nadie sorprenden. Por ello es importante el abordaje por las ciencias psicológicas a los ciudadanos envueltos en historias de violencia familiar.

Requieren profundos abordajes, que deben ser obligatorios siempre. Tanto a víctimas como a victimarios. Pues es posible que victimarios, gente violenta, impulsiva, sea más reacia y más dura de tratar.

En cambio, las víctimas, tal vez pudieran ser más permeables a reorientar sus miradas hacia sus actitudes destructivas en los vínculos. Y tendrían más chances de modificarlas. De ese modo, la valla entre víctima y victimario podría ser más efectiva que la simple exclusión.

La ley, las medidas precautorias, la prevención, las exclusiones del hogar son necesarias. Es decir que actúen la normativa, la Justicia, la ley y la Policía.

También hay que apuntar a esa otra parte, de profundas raíces psicológicas, que lleva a las personas envueltas en situaciones violentas a ser portadoras de conductas victimales que conducen irremediablemente a sacudir la sociedad con hechos muy traumáticos y lo peor, producen también conductas por imitación. Son pasajes al acto, naturalizados como hechos cotidianos y resonantes.