Ortografía ¿no iba con h?
Pertenezco a la época de "la letra con sangre entra", pedagogía algo brutal pero que algunas cosas tenía de bueno: por ejemplo que en medio de mis naufragios de memoria todavía recuerdo la tabla del ocho. Conocimiento que ni antes, ni ahora me sirvió para un carajo.
Por Cristina Wargon
@CWargon
Quizás esa sea la primera crítica a hacerle a ese sistema tan poco pedagógico: la cantidad de cosas inútiles que llegamos a aprender.
Tengo también grabado a fuego las reglas ortográficas "m antes de b", "bra, bre, bri bro bru, todas con b larga..." etcétera. Sin embargo, tengo la peor ortografía del mundo.
Hay quienes dicen que esa ciencia infusa se aprende leyendo, doy fe que no.
Lo primero que dice un operario que entra a mi casa es "¿pero usted leyó todos esos libros?" Me gustaría responderle que leí algunas bibliotecas más, que de puro desatinada fui devolviendo. En cambio sólo sonrío en silencio, porque no sé si eso va a subir en algo el presupuesto que me está por pasar.
Desmiento entonces, terminante, que el leer tenga algo que ver con la ortografía, a lo sumo después de algunos miles de libros sobresalta la palabra haiga.
Durante mucho tiempo creí que era una cuestión de dislexia, que me sonaba más paquete que decir: soy bestia.
Atravesé la Universidad, con promedio general de nueve, lo que debería considerar como un logro, si no fuera porque jamás pude sacar un diez en un escrito por mi miserable ortografía, al punto que cuando llené el formulario para retirar el título me asaltó una duda macabra: ¿Licenciada es las dos c o lleva alguna s en alguna parte?. Ante el desconcierto y el apuro sólo puse "Li. en Literatura". Así que me recibí con un dejo chino.
El corrector automático sólo acentúa mi angustia, y demuestra una vez más cuán lejos está la inteligencia de una máquina de comprender la brutalidad humana. El grado de mi desesperación me ha vuelto una experta en sinónimos, por cada palabra frente a la que dudo, tengo cinco parecidas sin esas confusas s o c, b o v, que me atormentan. Claro que por ese camino rara vez termino escribiendo exactamente lo que quería. Tampoco se pierde gran cosa.
Frente a este panorama se abren dos vías de consuelo. La primera es recordar a Roberto Arlt, quien, cuenta la leyenda, tampoco se llevaba bien con la malévola ortografía. Si, claro, pero primero hay que escribir ¡Los Siete Locos!
La segunda es adherir alegremente a García Márquez cuando dice: "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Nada me convence más que un señor que me hable bellamente en la oreja, y si es Gabo, me hago un charquito. Sin embargo, aun creo en el rigor de las reglas, quizás porque no las puedo alcanzar ni obedecer.
Y este largo preámbulo culmina en sólo estas escasas líneas: pido perdón por cada error que se me pase, y que se dispense a todo corrector, porque nunca me han podido atajar, reformar o componer. Sólo prometo que tenazmente lo seguiré intentando. Mientras espero que tenaz termine en z, porque puedo reemplazarlo por "fanática, aplicada, terca, devota, insistente, empeñosa, obstinada y machaconamente" (Obsesivamente no, porque ya dudo)