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Opinión pública con autonomía

*Por Daniel Bilotta. Parecía que el oficialismo tomaría otro punto de partida para revisar su relación con los medios al aceptar que "arrancan muy detrás" de ellos en la interlocución ciudadana.

Pero está visto que cambiar de perspectiva no bastó para alterar el destino en la llegada: Florencio Randazzo y Aníbal Fernández culparon a Clarín , La Nación y Perfil de la derrota sufrida en la Capital.

Es a la televisión, sin embargo, a la que acuden amplias franjas del público para establecer contactos con esa actividad tal como admite, de hecho, el Gobierno cada vez que recurre a la cadena nacional y como confirma la absorción del torneo Nacional B por "Fútbol para todos" , donde ejerce el monopolio de la publicidad convertida en propaganda de gestión. Los funcionarios eluden la cuestión de fondo – ¿cómo semejante disposición de recursos no surtiría el efecto deseado? - y eligen agredir al mensajero para justificar las malas noticias.

En períodos electorales se vuelve más evidente el desacople entre la agenda de prioridades que establece el Gobierno y la que confecciona por su parte la opinión pública.

No hablan en ese lapso de los mismos temas aún cuando lo hagan, en apariencias, con el mismo idioma. En ese ciclo se hace más visible que los medios gozan de una instancia privilegiada de legitimación para la gente común y, particularmente, para los políticos, cuestión que debiera debatirse cuando se alude a "problemas" o "errores" en la comunicación, un tópico largamente recorrido en procesos similares desde la recuperación de la democracia.

Poco abordados como variable de análisis, los antecedentes de autonomía en la sociedad porteña asoman como señales de tránsito en el resultado de los comicios. Esas " construcciones simbólicas del pasado impresas en nuestra sensibilidad casi de la misma manera que la información genética" sostiene George Steiner en un esfuerzo por definir la cultura occidental donde "la mayor parte de la historia parece arrastrar consigo vestigios de un paraíso perdido ." Dimensión omitida de forma incomprensible por los estrategas del proselitismo oficialista.