Obsesión por los medios
*Por Daniel Bilotta. Estamos sometidos a la producción de verdad del poder. La máxima de Michel Foucault asomó en el discurso de la presidente Cristina Kirchner para confirmar que irá por la reelección, valiéndose de un relato que no es una crónica ni la descripción de la historia sino parte activa de un conflicto enfocado en forma constante hacia los medios de comunicación.
Aunque la alocución lució en apariencia moderada, el conflicto fue planteado con total claridad: la primera mandataria anticipó el anuncio por temor a que la demora fuese presentada como un gesto de debilidad, en momentos en que el oficialismo atraviesa el más duro trance: la ausencia de un articulador político de las características de Néstor Kirchner. La principal línea estratégica de campaña parece dispuesta a cuidar el capital simbólico acumulado desde su desaparición, postulada como una épica del ascenso hacia un poder que todavía no se habría materializado por la oposición de aquellos de los que aguardó titulares negativos en tal grado que, quizás, facilitase recrear una controversia productiva en términos electorales.
No fueron casuales las alusiones a la ley de servicios audiovisuales y el anuncio de nuevos avances en el sistema de televisión digital bajo el argumento de "democratizar" el espectro de los medios -esfera refractaria desde su propia lógica a una épica kirchnerista que consagra la subordinación como bien supremo de su meritocracia . Tampoco a la juventud y la voluntad de convertirse en puentes entre las viejas y nuevas generaciones: casi dos millones de jóvenes sufragarán por primera vez en las elecciones del 2011 y los que tienen entre 18 y 35 años constituyen el 33% del padrón -en este segmento prendió con mayor eficacia los postulados "antisistema" del kirchnerismo durante el largo conflicto con el agro a raíz de la resolución Nº 125.
Si toda modernidad tecnológica es una modernidad política, como bien enseña la historia, resulta fácil comprender por qué en su campo se desarrolla este conflicto y por qué la pelea con los medios es la madre de todas las batallas