Obama se dio una panzada de argentinos
Obama me dijo que en las ocasiones en que ha estado con Cristina pasó ratos muy agradables. "Habla sin parar y me explica cómo funciona el mundo".
Nota extraída de La Nación
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Mi amigo Obama se acaba de dar una panzada de argentinos: en 48 horas estuvo con Boudou , con Máxima y con el Papa. Dije "mi amigo" y obviamente es una exageración. Apenas lo vi un par de veces, aunque la verdad es que pegamos onda. Cada tanto me permito hacerle llegar noticias de la Argentina, un país que lo sorprende y divierte. Alguna vez me dijo que las pocas ocasiones en que ha estado con Cristina pasó ratos muy agradables. "Todos los colegas con los que me encuentro están como locos para escucharme. Todos menos tu Presidenta, que habla sin parar y me explica cómo funciona el mundo. Qué interesante...".
La panzada empezó con Boudou en La Haya. No fue un encuentro prolongado -más bien todo lo contrario: un apretoncito de manos en un pasillo-, pero Obama lo disfrutó mucho. En primer lugar, porque no se le escapó el esfuerzo físico y hasta intelectual que hizo el vicepresidente para abrirse paso a los codazos, ponerse en su camino, estirarle la mano con desesperación, presentarse y decir alguna pavada. Y siempre con una sonrisa ganadora: les sonreía a los fotógrafos, a los camarógrafos, a Obama, a los que iban con Obama y a todo el que pasara cerca. Las fotos de los días posteriores nos mostraron al presidente norteamericano también muy sonriente, lo que permite inferir que copió ese gesto que ha hecho de nuestro vice una figura tan querible, tan popular.
Barack no tenía la más mínima idea de quién era Boudou, pero le tiré unos datos. En un par de tuits le comenté que, como habían revelado los cables de WikiLeaks, Amado era un buen amigo de Estados Unidos. Siendo ministro de Economía recibió a la entonces embajadora, Vilma Martínez, y le confió que era "desenfadadamente pro-norteamericano", y que durante años primero iba a esquiar a Aspen y después pasaba por las playas de San Diego. En esos cables reservados Vilma lo describió como un joven "simpático y locuaz". Muy locuaz. Hasta admitió que lo que estaba haciendo el Indec al truchar las estadísticas era un problema, y que la política económica del Gobierno también lo era. El pobre Amado nunca pudo imaginar que todo eso un día iba a trascender. Y Vilma nunca imaginó que las críticas al modelo económico del kirchnerismo iban a llegarle del propio ministro de Economía de los Kirchner.
Lo último que le conté a Obama es que Boudou estaba con algunos problemitas en la Justicia, que para la Justicia el tema Boudou era un problema, que también era problemático su actual papel en el Gobierno (que lo esconde, lo ningunea o lo manda de viaje), y que es admirable la entereza que el tipo le está poniendo a su derrumbe político. "¡Nice!", me respondió Barack.
Segundo capítulo de la panzada: Máxima. Por supuesto, no hizo falta que se la presentara. Sabe muy bien quién es. Precisamente con ella estrenó la sonrisa boudoudiana. Después me comentó que Máxima le resulta inteligente, culta, discreta. "Una verdadera reina." Digamos, más o menos lo mismo que me había dicho de Cristina.
La ronda argentina terminó anteayer con el Papa. Hablaron de todo y coincidieron en muchísimas cosas, especialmente en la urgencia de impulsar una cultura de paz, diálogo y concordia; de nuestro país, ni una palabra; hablaron de luchar contra la pobreza, la corrupción y el narcotráfico; de democracia genuina, respeto a la ley, independencia de la justicia y defensa de los derechos humanos sin banderías políticas; de la distribución de la riqueza y la importancia de la educación; hasta ahí, de la Argentina, nada. Destacaron que el mundo necesita líderes que sean modelos de austeridad y mostraron su preocupación por los regímenes que fomentan las divisiones, el revanchismo, el odio al que no piensa como uno; pero de la Argentina, ni la más mínima referencia.
Hasta que Obama pidió bajar a las "efectividades conducentes" (cita que atribuyó por error a Perón, cuando en realidad es de Hipólito Yrigoyen).
-¿Y su país, Santo Padre? Me preocupan las noticias que envía nuestra embajada.
-Qué dice su embajada, seré curioso.
-Bueno, usted sabe: que hay un deterioro político, económico y social.
-Yo estoy obligado a mirar las cosas con el prisma de la fe. Y tengo fe en que las dificultades se van a superar.
-Ah, qué bueno. Y eso cuándo será.
-Mire, la Presidenta estuvo aquí conmigo la semana pasada, hizo un extraordinario mea culpa -tengo entendido que algún columnista impertinente lo publicó en Buenos Aires el sábado, puede googlearlo- y la vi con voluntad de cambio.
-OK, OK. Con nosotros ha tenido posiciones..., no sé cómo llamarlas, cambiantes. Pasó de movilizar cielo y tierra para sacarse una foto conmigo a mandar a su canciller armado con un alicate para decomisar un avión de nuestro gobierno.
-Fíjese que conmigo ocurrió lo contrario. Primero me hizo la guerra y ahora muere por la foto. Pero yo la estimo. Y todo lo que usted pueda hacer por ella, se lo agradeceré. No se le escapará que necesito que a mi país le vaya bien.
-Estoy dispuesto a ayudarla, por supuesto. ¿Qué puedo hacer?
-¿Qué puede hacer? Usted también es un hombre de fe. Venga, arrodíllese conmigo. Vamos a pedir el milagro.