Obama, cruel con Cristina
* Carlos M. Reymundo Roberts. Señor Obama, acabo de enterarme de que va a venir a Brasil y a Chile pero no a la Argentina, y no lo puedo creer. Sinceramente pienso que está cometiendo un grave error, quizá mal aconsejado por la señora Hillary, que con los problemas que tiene para cuidar las relaciones interiores de su marido apenas puede ocuparse de las relaciones exteriores del país.
Si todavía estamos a tiempo de modificar su agenda, me permito en esta carta darle cinco motivos por los cuales usted no debería dejar de pasar por Buenos Aires. Aquí van.
1) El más importante: no sabe lo que se pierde. Mi país no para de crecer, cada vez tiene menos pobres y menos desempleados (y ojo que no lo digo yo: lo dice el Indec), y la prosperidad es tal que acabamos de entrar en los libros de historia por una circunstancia extraordinaria: como la gente gasta y gasta, ¡ya no alcanzan los billetes! ¿No le parece increíble? En esta fiebre del consumo, todo el mundo usa el auto hasta para ir a la esquina y entonces no alcanza la nafta, y, cual típicos nuevos ricos, dormimos con la luz prendida y por eso no tenemos suficiente electricidad. En fin, somos un caso interesante de cómo la superabundancia puede llevar a la escasez.
2) Sin ánimo de inmiscuirme en los asuntos internos de Estados Unidos, es público y notorio que ustedes todavía no consiguen superar la crisis económica, más allá del empeño de su gobierno. ¿No pensó, pues, en venir a escuchar a nuestra Presidenta, que siempre muestra en sus discursos una gran generosidad para explicar cómo funciona el mundo, qué debe hacerse en materia económica, cómo se superan las crisis? ¿No recuerda que ella estuvo el año pasado en la asamblea de las Naciones Unidas y dio una extraordinaria lección de política, de economía y de comercio internacional? ¿No recuerda que fue ella la primera que habló del "efecto jazz"? Después ese hallazgo no fue usado por nadie, pero seguramente por un problema de mala traducción. Señor, cierro los ojos y me la estoy imaginando sentadita junto a usted en la Casa Rosada, volcando toda su experiencia, transmitiendo su sabiduría, enseñándole tantas cosas que quizás usted, por su juventud, todavía no ha aprendido. Créame, señor, que Cristina es difusiva por naturaleza. Incluso entre nosotros la llamamos, cariñosamente, la señora del micrófono. ¡No sabe lo que disfruta hablando y hablándonos!
3) Un aspecto incómodo, pero insoslayable. Su llegada serviría para impulsar los esfuerzos de nuestro gobierno en materia de narcotráfico y lavado de dinero, en los que todavía estamos, en opinión del GAFI, muy flojos de papeles. Incluso su administración mostró una gran preocupación en este aspecto, según lo que nos enteramos -perdone que se lo recuerde- gracias a las filtraciones de WikiLeaks. Su sola presencia aquí sería una gran contribución: estoy seguro de que al menos mientras el Air Force One esté estacionado en Ezeiza se cuidarán de no estar cargando aviones con una tonelada de cocaína.
4) Su visita supondría un espaldarazo para el canciller Timerman, cuyo último éxito en materia de relaciones exteriores es que su cuenta de Twitter es seguida por un internauta de Trinidad y Tobago. Aquí podría conocer, además, a gente tan interesante como nuestro ministro de Economía, Amado Boudou, que va a explicarle qué debe hacer para conseguir buenos precios en Buenos Aires, y al peculiar jefe de Gabinete, Aníbal Fernández (si ya no está en su puesto para la fecha de su viaje, igual no se prive de la experiencia de conocerlo). Dudo de que le dejen ver a algún dirigente opositor, pero tranquilo: no se pierde gran cosa.
5) Después de pasar por Brasil, donde gobierna el Partido de los Trabajadores (es decir, de los pobres), qué mejor que conocer un gobierno del justicialismo, que con las fortunas de Perón, Menem y los Kirchner ha hecho méritos para ser considerado el partido de los ricos. Entre los dos países hay muchos contrastes, pero también complementación: ellos todos los días encuentran petróleo y a nosotros se nos acaba y tenemos que importarlo; nuestros billetes de 100 pesos se fabrican en Brasil; ellos organizarán el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos, y nosotros, este año, la Copa América; allá gobierna una presidenta que fue terrorista y acá muchos montoneros por fin llegaron al poder.
Mister Obama, perdone mi insistencia: usted no puede dejar de venir a la Argentina. Lo estamos esperando con los brazos abiertos. No puede ir a ver a Dilma y a Piñera y olvidarse de Cristina. Señor, no nos haga esto. Señor, créame: se va a divertir.