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Nuestro país es inviable si no volvemos al tren

La guerra de las rutas es la agresión permanente ejercida contra ciudadanos indefensos, trabajadores y amas de casa. En un sistema de transporte desordenado y agresivo impuesto por equivocadas decisiones políticas desde hace 20 años.

En nuestra película "La Próxima Estación" denunciamos que la guerra de las rutas deja más de 8000 muertos al año y 12 a 14.000 lisiados, más la millonaria pérdida en vehículos, atenciones sanitarias y seguros.

Una tragedia humana y nacional que en veinte años no conmovió a gobierno alguno, ni desató debates universitarios, ni proclamó la emergencia del transporte .

En 1991 Menem tuvo la perversa idea de suprimir el 85% de los trenes interurbanos. La casi totalidad del transporte de mercaderías y pasajeros pasó a las calles y carreteras sin que estuvieran preparadas para soportar la carga.

¿Qué se hizo desde entonces? Nada.Miles de poblaciones que no tenían pavimento hasta las rutas quedaron incomunicadas; más de 800 pueblos murieron y un millón de personas emigró hacia las capitales.

Ninguna medida aumentó tanto el desempleo como la supresión del transporte y la industria ferroviaria : el saqueo de las 37 grandes fábricas donde se construían vagones, rieles y locomotoras arrastró el cierre de cientos de talleres que los abastecían y miles de operarios quedaron sin trabajo.

La destrucción del sistema ferroviario fue el mayor golpe a las economías regionales.

¿Cómo podía competir un productor agropecuario de Salta o de Mendoza con los del litoral o el extranjero? Un país de 4000 km de extensión y gran productor de materias primas es inviable sin ferrocarril, porque es el más moderno y seguro, el que menos contamina y el más económico de los medios de transporte terrestre.

En la larga distancia hoy cuesta 6 a 10 veces menos que el camión: una locomotora transporta la carga de 50 camiones.

Proyectar reconstruir los ferrocarriles comprando llave en mano equipos en China es una burla a nuestros trabajadores, ingenieros y estudiantes: Argentina pudo en el pasado y puede reconstruir su gran industria ferroviaria.

Fuimos capaces de realizar innovaciones técnicas como la primera locomotora aerodinámica del mundo -obra del ingeniero Livio Porta- que alcanzaba 155 km en la trocha angosta. Los u$s 10.000 millones que se piensan gastar en China deben invertirse en el país para reconstruir su industria y recuperar miles de puestos de trabajo.

Si se sigue sumando más de medio millón de autos por año -más camiones y buses- las rutas y las calles serán previsibles escenarios de muerte.

Hace falta volver al ferrocarril: por seguridad, calidad de viaje, economía y regularidad.

Hoy se gasta el doble para tener sólo el 15% de servicios que teníamos antes. Había 37.000 km de vías y se iba a 100 km por hora, hoy hay 7.500 km para andar a 50 km/hora.

Necesitamos trenes públicos, un tren para todos controlado por trabajadores, pasajeros y productores de cargas, junto a los técnicos y funcionarios públicos. Es posible realizarlo y financiarlo, como lo demuestran nuestros proyectos de ley que desde el año pasado esperan ser tratados en la Comisión de Transporte de la Cámara de Diputados.