Noelia Akrap, Melina Romero, Nicole Sessarego, Ángeles Rawson, víctimas de las costumbres argentinas
Los asesinatos de chicas jóvenes y mujeres adultas son delitos, pero están lejos de ser una excepción a la regla. Los femicidas son parte de nuestra sociedad, ¡aceptémoslo!
Las muertes truculentas de mujeres jóvenes y adultas se convirtieron en una mercadería codiciada en los medios, porque cuanto más saña tiene el asesinato y más detalles escalofriantes hay, más se lee, por ende más se vende. La conmoción que generan los violentos homicidios de mujeres es real y auténtica, pero la intensidad de cada uno de los casos se disuelve cuando se conoce quién fue el asesino o surge un nuevo crimen que le quita visibilidad al anterior.
Sólo en cuestión de semanas salió de las portadas la cara de Melina Romero, en su lugar apareció la de la estudiante chilena, Nicole Sessarego, y desde ayer ocupó ese nefasto lugar Noelia Akrap. A ellas hay que sumar la muerte de Ángeles Rawson, cuyo cuerpo fue encontrado en la CEAMSE en 2013 y el de Paola Acosta, su cadáver fue encontrado en una alcantarilla junto a su beba Martina. La lista sigue. Las víctimas son nombradas de esa forma, una tras otra, pero uno de los mayores problemas de la violencia de género es justamente que se muestra como si fueran casos aislados, cuando, en realidad, son parte de nuestra cultura.
La lista debería pensarse como una red, que conecta cada caso y cubre, aunque no nos guste aceptarlo ya que nos expone como posibles víctimas, la totalidad de la sociedad, es parte de ella. La violencia de género está instalada: sobre la genitalidad se construye una estructura cultural que soportan las desigualdades entro hombres y mujeres (vale resaltar que no es lo mismo la desigualdad que la diferencia). Los femicidios son la punta del iceberg de las agresiones en nuestra sociedad machista, donde los gestos menos radicales de violencia contra las mujeres se aceptan.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló en 2013 que la violencia contra la mujer es "un problema de de salud global de proporciones epidémicas". Más de un tercio de las mujeres del mundo (35%) fueron víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja o de violencia sexual por parte de personas distintas de su pareja.
El mismo informe de la OMS indica que 38% del número total de homicidios femeninos se debe a la violencia de pareja. En nuestro país, el Estado no cuantifica los femicidios.
Si no se acepta que los femicidas no son locos de atar, sino nuestros vecinos, compañeros de trabajo, gente normal y hasta simpática, no vamos a desenraizar la violencia que sigue matando mujeres. Basta de hacer responsables a las víctimas de sus propias muertes por cómo estaban vestidas, por las fotos que subían a las redes sociales, por su nivel académico, por su vida amorosa, porque "algo habrán hecho", por ser mujeres. Basta de esto, que esperemos deje de ser una costumbre argentina.