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No un saludo sólo protocolar

El saludo y las felicitaciones de la presidenta Cristina Fernández a Mauricio Macri, adquirió el significado de una novedad que podría dejar atrás la inamistosa realidad que mostraba, el poder político de la nación y al del más desarrollado distrito del país, en controversia interminable.

Lo que en una sociedad libre de traumas hubiese sido casi noticia vana, y ni siquiera eso, el saludo y las felicitaciones de la presidenta Cristina Fernández para el ganador de las elecciones que consagraron, el domingo, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, por un segundo período, a Mauricio Macri, adquirió el significado de una novedad que podría dejar atrás la inamistosa realidad que mostraba, el poder político de la nación y al del más desarrollado distrito del país, en controversia interminable.

Sea que las elecciones de octubre retengan en el sillón de Rivadavia a su actual ocupante, o que la historia instale una nueva jefatura nacional, en ambos casos será bueno para el conjunto de la Argentina que unas relaciones tan frustrantes encuentren, al menos, el nivel del respeto y la colaboración que permiten el bien común y el prestigio republicano.

Nótese que la hondura de la animadversión alcanzó alturas que empañaron momentos tan significativos para la Argentina, como aquel de la celebración del Bicentenario del grito libertario de 1810, en que la Presidenta estuvo ausente en la inauguración del "nuevo" Teatro Colón, circunstancia en que el país estuvo en la mira de todo el mundo.

El cable informativo de la prensa no oficial indica que la jefa de Estado se comunicó telefónicamente con el líder del PRO para felicitarlo por haber obtenido su reelección como jefe político de la ciudad autónoma de Buenos Aires, interpretando dicho llamado como "un gesto de distensión entre ambas administraciones que tuvieron una relación conflictiva en sus cuatro años de coexistencia".

También el mismo parte noticioso señala que Macri había declarado que "fue un saludo de felicitación, cordial, que valoro mucho, muy respetuoso, que me pareció valioso". Apunta, asimismo, que Macri refirió que "le dije que me parecía muy importante haber recibido ese llamado y que siempre estamos a disposición para trabajar juntos por la comunidad".

Los escépticos dirán que el cambio de actitud presidencial no es otra cosa que una conducta surgida de la comprensión de que el nuevo escenario político demanda modificaciones que reduzcan la imagen agresiva que se ha instalado con respecto al Gobierno Nacional, en días en que se acerca octubre, en que la Presidenta podría imitar a que el soberano francés que en ocasión también comprometida dijo aquello de que "París bien vale una misa".
Pero si fuese así como prefieren creer los escépticos, aun en ese caso, la nueva actitud merecería celebrarse, porque el poder de un saludo puede alterar situaciones y conducir a experiencias  más productivas, que, ahora sí tienen el campo abonado para concretarse.
Ya se sabe que la palabra tiene una virtualidad creadora insospechada. Un poder de reconstrucción, por tanto, de una fuerza tan increíble, que es capaz de poner luz hasta en las cavernas de oscuridad más endurecida.

No hay duda de que la noticia del inesperado gesto presidencial no pasará sin saltar al temario del análisis político de la actualidad. En su aparente pequeñez, puede latir un futuro nuevo que se viene reclamando desde hace tanto tiempo y que se conecta con el ideal de un país en paz y trabajando sin encuentros paralizantes.

Que la presidenta Cristina Fernández haya felicitado al reelecto jefe político del gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, podría estar anunciando un futuro distinto de la relación entre ambos mandatarios, y en consecuencia, de la suerte común.