No son simples sensaciones
Desde hace ocho años, la política de subsidios al consumo energético sólo beneficia a los sectores de mejores ingresos y castiga de manera injusta a los marginados.
Sorprende la coherencia de la lucha que desde hace ocho años libra el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios de la Nación contra la tendencia de los argentinos a obstinarse en ver como realidades lo que son simples sensaciones.
Todos los veranos debe recordarles, por ejemplo, que no hay elevadas temperaturas, sino una mera sensación de calor, fácilmente combatible mediante el simple recurso de apagar los equipos de aire acondicionado y ventiladores. En invierno, les recomienda no encender los equipos de aire acondicionado o las estufas, accionadas a electricidad o a gas natural, puesto que las frías temperaturas son fácilmente asimilables.
En tanto, el Ministerio bombea miles de millones de dólares en subsidios al consumo de gas, que benefician a los sectores más prósperos de la Capital Federal, y mantiene marginados de la bonanza subsidiaria a millones de excluidos, que, por caso, deben recurrir al gas envasado, que es más caro y difícil de obtener, a pesar de la promocionada "garrafa social".
Han pasado ocho años desde que Néstor Kirchner atribuyó la recurrente crisis energética nacional a la década menemista, que, según dijo, privilegió el negocio privado por sobre las reales necesidades de los argentinos.
También transcurrieron ocho años de adjudicaciones de obras de infraestructura enturbiadas por sospechas de corrupción y evidencias de escandalosos sobreprecios.
Mientras tanto, el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, ya había consumido –al 30 de junio último– el 94,5 por ciento de los 13.919,3 millones de pesos destinados a mantener bajas las tarifas de los servicios de energía. Así, el consumo sube en sitios pudientes de la Capital Federal, como Puerto Madero, Recoleta y Palermo.
Y así, no hay energía que alcance para los marginales. Y, si la hay, es más cara: los domicilios con mayores ingresos pagan apenas 30 centavos el metro cúbico de gas natural por red, mientras que los hogares precarios deben abonar 1,20 peso por igual unidad de consumo con una garrafa.
El Gobierno rehúsa reconocer que su batería de subsidios sólo beneficia a los más ricos y que los réditos políticos que pretende obtener son como contar peces en el mar. La paliza electoral del domingo último en la Capital Federal, la ciudad más subsidiada del país, nada le enseña.
Es muy difícil extraer lecciones realistas de las sensaciones, por lo que el sentido común enseña que el país necesita en forma urgente una política de Estado para recuperar en el más breve tiempo el autoabastecimiento energético. Y, también, una política clara de subsidios, que beneficie a los más necesitados. Lo adecuado sería empezar por subsidiar la demanda para evitar que los fondos destinados a la oferta terminen por calefaccionar las residencias más acomodadas de la Argentina a precios irrisorios.