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No puede ser mi Presidente...

*Por Patricio Watson. Exijamos a los próximos gobernantes que se rijan por códigos de ética política. Y si cometen delitos, que sean castigados y no premiados, como ya ocurrió aquí.

Cuando Cristina Fernández dice ser la Presidenta de todos los argentinos, falta a la verdad, al menos en mi caso. Y no por el hecho de que no la voté, ya que en nuestra democracia ejerce el gobierno quien obtiene mayor cantidad de votos, sino por sus actitudes.

Si bien fue la ganadora de las últimas elecciones presidenciales, considero que a la cantidad de votos que obtuvo –superior al 46 por ciento– la fue perdiendo por sus atropellos, mentiras e instigación a los enfrentamientos. Hoy se sustenta en los salarios encubiertos que paga, convirtiéndose de modo paulatino en la patrona de muchos argentinos, porque quien así ejerce el poder cambia el liderazgo por el simple sometimiento.

Patrona por Presidenta. No puede ser mi Presidenta quien no cumple con las más elementales normas de protocolo, con desplantes a su antojo y llegada tarde a un acto público, trayendo camionadas de asalariados, cuyos sueldos se pagan con dineros públicos y están obligados a aplaudir sus fastidiosos discursos. Es una falta más grave aun el último acto del 20 de junio en Rosario, cuando se retiró antes del desfile.

No puede ser mi Presidenta quien permite que sus ministros cambien las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) engañando a los más pobres y a los inversores en bonos del Estado.

No puede ser mi Presidenta quien en primera instancia defiende a delincuentes de grueso calibre que, hasta hace pocos días, recibían grandes partidas presupuestarias a través de no sé qué mecanismos y luego –ante la evidencia– les suelta la mano y toma distancia.

No puede ser mi Presidenta quien en su afán de construcción de poder se asocia con los peores personajes nacionales y extranjeros, despreciando el orden y los valores que rigen el comportamiento de los líderes.

No puede ser mi Presidenta quien sienta en primera fila de sus actuaciones públicas a una mujer que en su cabeza lleva un pañuelo blanco para tapar lo más negro del pensamiento, que es el odio y el resentimiento. Olvida que hay muchas madres que luchan por esa causa sin alegrarse por el 11 de septiembre o la muerte del Papa.

No puede ser mi Presidenta quien permite la degradación de la educación, haciendo perder a generaciones enteras en el fango de la ignorancia, inducidas por la relajación de las exigencias y en un nivelar "para abajo".

No puede ser mi Presidenta quien deja que se intervengan los mercados y pone retenciones a la producción, aludiendo a la redistribución de los ingresos cuando nadie le dio la potestad de digitar las ganancias.

Por estas pequeñas cosas, dejó de ser mi Presidenta hace rato, para convertirse en mi patrona. Pero para elegir patrón no hace falta mayoría: basta con la propia decisión.

Cambiemos por mayor participación, por el verdadero federalismo, por la revisión de las facultades cedidas por las provincias, por mejor convivencia, más y mejor educación, más seguridad, menos drogas.

No es cierto que todo da igual; no es posible que Ricardo Jaime o Sergio Schoklender puedan moverse libremente sin que se los señale. No olvidemos que ganamos la pulseada de la 125 gracias al titubeo de nuestros representantes, que tuvieron que elegir entre volver a su casa o cobrar una miserable coima.

Exijamos a los próximos gobernantes que se rijan por códigos de ética política, como en los países donde no se cometen ilícitos o al menos, si lo hacen, la sociedad se encarga de condenarlos y no de premiarlos como tantas veces ocurrió aquí.