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No los llamemos accidentes

La prevención y los fallos judiciales ejemplificadores son fundamentales para disminuir la tasa de tragedias viales.

No hay día que no transcurra sin la pérdida irreparable de vidas humanas en los tantas veces mal llamados "accidentes viales". Hemos reiterado desde estas columnas que algo evitable no es un accidente. Por este motivo, la concientización y el trabajo de prevención son herramientas valiosas para reducir las abultadas estadísticas que supimos construir.

En este sentido, los fallos que emanan de la Justicia tienen también un valor ejemplificador. El mes pasado, en un caso inédito para la justicia cordobesa, se condenó a dos años de prisión efectiva a un conductor que huyó luego de haber atropellado a un joven.

En estos días, otro juez cordobés se expidió sobre el caso de Matías Castro, el joven que conducía alcoholizado a la salida de una discoteca de Villa Carlos Paz en 2007. Seis eran los que con él viajaban rumbo a Córdoba. Tres de ellos nunca llegaron a destino. Según quedó demostrado en el juicio, Castro no se encontraba en condiciones de manejar y no cedió el volante aun cuando sus amigos se lo hubieran pedido. A altísima velocidad, los testimonios confirmaron que había realizado maniobras de zigzag en la ruta, que colisionó con otro vehículo y terminó volcando.

La seguridad externa del estacionamiento del local bailable era nula, incluso cuando la venta y el consumo de alcohol eran elevados. Como éste, cientos de establecimientos a los que concurren nuestros jóvenes a divertirse carecen de supervisión y son punto de partida para situaciones de alto riesgo. También se comprobó que los controles policiales en la ruta no existían, por lo que extiende la cadena de responsabilidades.

El procesamiento se inició por dolo, con penas de entre ocho y 25 años, pues se presuponía que el acusado había estado en condiciones de prever que su negligente conducta podía tener consecuencias lamentables y, aun así, no le habría importado. Finalmente, el juez lo sentenció por delitos culposos, pues entendió que Castro no anticipó que ocurriría una fatalidad y lo condenó a cuatro años y ocho meses de cárcel.

Cientos de personas conducen alcoholizadas por nuestras rutas todos los días. Miles de vehículos circulan excediendo los límites de velocidad; otros miles lo hacen por rutas en mal estado o con deficiente señalización. Muchas veces los controles demuestran ser ineficientes, cuando no inexistentes. Es responsabilidad de las autoridades de los distintos ámbitos y niveles corregir todas las graves falencias que multiplican los luctuosos saldos. Y es responsabilidad de todos, como padres, hermanos, amigos, hijos, exigir y contribuir al cumplimiento de las normas. Si se puede evitar, no es un accidente.