¿No existía inequidad?
*Por Gabriel Sanchez Zinny. En las últimas semanas parece que líderes de opinión, políticos y empresarios descubrieron que existe inequidad en el mundo.
El tema de la desigualdad ha emergido como central en el debate político. Movimientos como Occupy Wall Street llenan las calles de New York, Washington y ciudades de todo el mundo. Surgen indignados, y 99% en todos los rincones del planeta. El Presidente Obama enfoca su discurso de estado de la Unión en la diferencia entre los ricos y pobres, y la necesidad de reducirla a través de impuestos y otras medidas.
El World Economic Forum, convocado en Davos, identificó a la grave disparidad del ingreso como el riesgo más serio para la comunidad internacional.
En los Estado Unidos, también la desigualdad social se ha convertido en parte principal del debate público. Hace sólo seis meses, la obsesión de la clase política era la reducción del déficit. Ahora la atmósfera ha cambiado. El mensaje populista no solo surge del Presidente Obama, sino de los mismos candidatos republicanos, como el ex Senador Santorum, y Newt Gingrich atacando a Mitt Romney por haber hecho una fortuna trabajando en un fondo privado de inversión.
Por su parte, el mes pasado Barack Obama lanzó una nueva etapa de su campaña con un discurso apasionado sobre la desaparición de la clase media, y el presupuesto que presentó para el año fiscal que comienza, donde propone una tasa de 30% en los impuestos a las familias generando más de un millón de ingresos al año.
¿Qué cambió? Obviamente, los movimientos de Occupy dramatizaron la impaciencia de muchos ciudadanos con el sistema económico. Pero la desigualdad no es nada nueva. Ha sido creciente desde los años setenta -según el economista Paul Krugman-, el 0,1% más rico ganó 7% de todo ingreso en 2007, en comparación con 1979, cuando ganó el mismo grupo solo 2,2%. Y mientras los ricos siguen viviendo sin cambio, el Censo Nacional revela que aumentó la pobreza. Aunque el Censo de 2010 encontró que 46,2 millones de personas son pobres, una investigación adicional por el mismo órgano reveló que la cifra es 49,1 millones en realidad, representando un 16% de la población estadounidense.
Desde la izquierda y la derecha, tanto académicos como activistas sociales, reclaman por una revisión del capitalismo, por un gobierno que se enfoque más en reducir la inequidad y regular los mercados. Voces de todos los sectores reconocen que la inequidad está en aumento en el país, y que la movilidad social se ha estancado en las últimas décadas.
Donde hay poco consenso es sobre las causas, y mucho menos sobre las posibles soluciones. Por un lado, analistas como Krugman o Stiglitz lo atribuyen principalmente a la falta de regulaciones, el mal funcionamiento del estado en el control del sistema bancario, y la escasez de oportunidades laborales.
Otra línea de argumentación es la de Charles Murray es su reciente libro Coming Apart, secundada por David Brooks y otros, que sugiere que la base de las desigualdad son más bien los problemas sociales en Estados Unidos, como la ética del trabajo, la educación de calidad, la falta de religiosidad, y la cantidad de niños que crecen con madres adolescentes, o sin padres.
Pero también existen temas estructurales, tal vez como señala el analista Thomas Friedman, que atribuye a la globalización y al aplanamiento del mundo, la realidad de que la competitividad entre naciones e individuos haya aumentado, llevando a que sólo los que tengan mayores niveles de educación progresen.
En este año de elecciones, la desigualdad seguirá estando en debate. No importa quién sea el candidato republicano, la campaña del Presidente Obama atacará los republicanos como el partido que favorece que se siga generando inequidad. Romney es de alguna manera el candidato perfecto como opositor, porque representa ese 1%. Pero tal vez al ex Senador Santorum, que se está presentando como un político cercano a la clase media, le será más fácil resistir los embates demócratas. Lo que es seguro, que la inequidad será un tema de campaña.
El World Economic Forum, convocado en Davos, identificó a la grave disparidad del ingreso como el riesgo más serio para la comunidad internacional.
En los Estado Unidos, también la desigualdad social se ha convertido en parte principal del debate público. Hace sólo seis meses, la obsesión de la clase política era la reducción del déficit. Ahora la atmósfera ha cambiado. El mensaje populista no solo surge del Presidente Obama, sino de los mismos candidatos republicanos, como el ex Senador Santorum, y Newt Gingrich atacando a Mitt Romney por haber hecho una fortuna trabajando en un fondo privado de inversión.
Por su parte, el mes pasado Barack Obama lanzó una nueva etapa de su campaña con un discurso apasionado sobre la desaparición de la clase media, y el presupuesto que presentó para el año fiscal que comienza, donde propone una tasa de 30% en los impuestos a las familias generando más de un millón de ingresos al año.
¿Qué cambió? Obviamente, los movimientos de Occupy dramatizaron la impaciencia de muchos ciudadanos con el sistema económico. Pero la desigualdad no es nada nueva. Ha sido creciente desde los años setenta -según el economista Paul Krugman-, el 0,1% más rico ganó 7% de todo ingreso en 2007, en comparación con 1979, cuando ganó el mismo grupo solo 2,2%. Y mientras los ricos siguen viviendo sin cambio, el Censo Nacional revela que aumentó la pobreza. Aunque el Censo de 2010 encontró que 46,2 millones de personas son pobres, una investigación adicional por el mismo órgano reveló que la cifra es 49,1 millones en realidad, representando un 16% de la población estadounidense.
Desde la izquierda y la derecha, tanto académicos como activistas sociales, reclaman por una revisión del capitalismo, por un gobierno que se enfoque más en reducir la inequidad y regular los mercados. Voces de todos los sectores reconocen que la inequidad está en aumento en el país, y que la movilidad social se ha estancado en las últimas décadas.
Donde hay poco consenso es sobre las causas, y mucho menos sobre las posibles soluciones. Por un lado, analistas como Krugman o Stiglitz lo atribuyen principalmente a la falta de regulaciones, el mal funcionamiento del estado en el control del sistema bancario, y la escasez de oportunidades laborales.
Otra línea de argumentación es la de Charles Murray es su reciente libro Coming Apart, secundada por David Brooks y otros, que sugiere que la base de las desigualdad son más bien los problemas sociales en Estados Unidos, como la ética del trabajo, la educación de calidad, la falta de religiosidad, y la cantidad de niños que crecen con madres adolescentes, o sin padres.
Pero también existen temas estructurales, tal vez como señala el analista Thomas Friedman, que atribuye a la globalización y al aplanamiento del mundo, la realidad de que la competitividad entre naciones e individuos haya aumentado, llevando a que sólo los que tengan mayores niveles de educación progresen.
En este año de elecciones, la desigualdad seguirá estando en debate. No importa quién sea el candidato republicano, la campaña del Presidente Obama atacará los republicanos como el partido que favorece que se siga generando inequidad. Romney es de alguna manera el candidato perfecto como opositor, porque representa ese 1%. Pero tal vez al ex Senador Santorum, que se está presentando como un político cercano a la clase media, le será más fácil resistir los embates demócratas. Lo que es seguro, que la inequidad será un tema de campaña.