"No adhiero a una pasión a muerte"
Por Martín Manzini* Después de ser el General en cine y teatro, Víctor Laplace, el actor peronista por antonomasia, anuncia el proyecto de su vida: una película sobre Perón en Puerta de Hierro. Critica a la tele y rechaza la etiqueta de Nuevo Cine Argentino.
–¿Cómo es ser un peronista famoso en Barrio Norte?
–Bueno, estaba pensando en mudarme.
Víctor Laplace, en medias, abre las puertas de su casa, un departamento en planta baja donde no necesita encender luces: dos patios, uno interno y otro al fondo, con altísimos árboles, alcanzan para iluminar el living, dominado por una amplia mesa de madera repleta de libros y papeles. "Es un día especial", saluda el actor, y señala la TV de tubo, que seguirá encendida durante la entrevista: Cristina está hablando en el Congreso. "Qué tranquila, cómo transmite certeza", dice Laplace. Y enseguida: "¿Sos peronista?".
–Bueno...
–Algunos, por sus actitudes, son peronistas sin saberlo. Es un momento excepcional y los que somos peronistas de toda la vida lo estamos viviendo así. La transformación fantástica que hizo Perón la continúa este gobierno. Perón entendió el pensamiento del pueblo y lo puso en funcionamiento con sentir social. Ese movimiento pasó por muchos años de oscuridad y volvió a reflotar con Néstor y Cristina Kirchner.
–¿En qué medida tenía que volver por las condiciones sociales y cuánto fue mérito de ellos?
–Pasaron varias cosas. Ellos tomaron decisiones muy importantes: la salida del default, la eliminación de las AFJP, la asignación universal, que llenó las escuelas –ayer estaba muy emocionado porque empezaban las clases seis millones de pibes: no es joda. Y quizás un padre que nunca militó en política lleva una resma, participa en la cooperadora: se había roto esa cadena solidaria–. Sigo: la alianza con Brasil –lo que Perón decía del Mercosur se hizo realidad–, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Asignación Universal, los juicios por los derechos humanos, el desendeudamiento de 50 mil millones de dólares, el fútbol por la televisión, la reducción de los miembros de la Corte, la Ley de Medios... La lista es enorme: debe haber 150 ítems así, una cantidad de cosas que uno menciona como título pero son transformaciones muy fuertes y no se habían dado desde la época de Perón.
–¿Usted recuperó el entusiasmo en la política o siempre lo tuvo?
–Siempre lo tuve. Pero está bueno que los peronistas nos demos tiempo para pensar por qué lo somos. Ahora siento que se trabaja, no se hace la plancha. Es una práctica vital, y cuando estás en el poder, hay muchos errores: en medio ambiente, minería y glaciares, el saneamiento del Riachuelo son asignaturas pendientes, como el transporte ferroviario.
Entonces cuenta el karma de vivir adónde vive, y dice que cuando lo increpan, "me cago de risa". Sin embargo, la filmación de una nueva película por distintos barrios porteños como Colegiales y Barracas le despertó la fantasía de mudarse a alguna de esas "casas extraordinarias". Se trata de Diario de la guerra del cerdo, basada en la novela de Adolfo Bioy Casares. Laplace ya actuó en la versión de Leopoldo Torre Nilsson, haciendo del hijo del protagonista: un rol que ahora tiene Michel Noher, hijo de Jean Pierre, su compañero en la obra de teatro Borges y Perón.
La novela cuenta la transformación de Isidoro Vidal, jubilado, mientras en una Buenos Aires lúgubre se suceden una serie de asesinatos gratuitos contra viejos como él.
–¿La historia habla de un conflicto actual?
–Es un lente que se va deformando y muestra una realidad adversa para los viejos en una sociedad donde deberían ser los sabios. Mi personaje trata de salirse de la medianía y encuentra una historia de amor que lo saca de ese lugar.
–¿Hasta qué punto la cacería de viejos es paranoia o realidad?
–Es que hay, como siempre, una división en nuestro país. En todo sentido: cuando era chico, si uno era de Ford, no era de Chevrolet; si era peronista no era del otro bando, si era de Boca lo mismo. Todo, pasión o muerte, una idea a la que no adhiero. Como el "Nuevo Cine Argentino", que conlleva la idea de que es lo bueno y lo otro no existe.
–¿No le gusta el término?
–No. Hay viejos que hacen cosas extraordinarias y jóvenes que hacen cagadas, o a la inversa. Tenemos esa necesidad de dividir: lo de "nuevo" parece que fuera el origen del universo. Y para que haya algo nuevo ha habido un pasado que ha peleado por eso.
Laplace vuelve a los logros del nuevo peronismo: "Poder mostrar al pueblo que la política es una herramienta para un cambio social, no para unos pocos. Los pibes jóvenes están militando", dice, y habla por primera vez de un proyecto en el que viene trabajando hace cuatro años: "Tengo ganas de hacer una película sobre Perón. Vamos a ver si me tengo que pelear con los de La Cámpora, porque ellos levantan a Cámpora. Yo voy a pelear para hacer mi película".
–¿De qué se trata?
–Es, quizás, el proyecto más importante de mi vida. La idea es mía. Se va a llamar Puerta de Hierro y es sobre el exilio de Perón. Un Perón íntimo, no el conocido, que convive con el cadáver de Eva, López Rega e Isabelita, y vienen John William Cooke, Franco. Hay un rigor histórico y una ficción: conoce una joven librera que le hace acordar a Eva y a partir de ahí habla de Hegel y la revolución. Me interesa ese tipo que entendió la Argentina y el mundo cincuenta años antes.
–¿Y quién hará de Perón?
–Vamos a ver. Ahora aparecen nuevos "Perones". Había pensado en Javier Bardem, pero cuando ganó el Oscar se fue de presupuesto. No es fácil conseguir la guita.
En el Congreso se escucha el canto "Kirchner no se murió". Laplace dice: "No, se lo llevó puesto la política".
–¿Qué piensa del candombe que armó el candombe "Nunca menos"?
–¿Hubo críticas porque lo pasaron mucho, no? Si tenés la televisión, ¿por qué no la vas a usar? A mí me gustó mucho hacerlo.
–¿Qué diferencias hay entre el Perón que hizo en la película Eva Perón y el de la obra?
–El del cine era un Perón un tanto concesivo, con el que no acordaba mucho, pero teníamos que hacer la película: venía Madonna haciendo su versión de Evita y le habían dado todo. Y nosotros dijimos: "La historia nuestra la tenemos que contar nosotros". Vino Juan Carlos Desanzo y me dijo: "Vas a ser el mejor Perón de la historia del cine argentino". En cambio, en la obra del uruguayo Enrique Estrázulas aparece la idea de dos personas confrontando que finalmente terminan conciliando en algunas cosas. Está bueno ver cómo dos tipos grandes se miden la cancha con mucho respeto, y la idea de la "Y", no Borges o Perón. Como Simon & Garfunkel. Me hubiera gustado que se encontraran. A Perón le hubiera gustado muchísimo el texto de Borges sobre Malvinas ("Juan López y John Ward") y Perón hubiera aceptado ser reescrito por Borges con todo gusto.
–Parece obsesionado con la confrontación.
–Hay muchas formas de confrontar. Todos hemos pasado por discusiones reiteradas con nuestras parejas, pero son ámbitos donde uno confronta para tratar de seguir queriéndose. Yo confronto con mi analista, pero salgo de la sesión y se me prende la lamparita. La construcción cultural de la familia es de confrontación. Mi padre era anarquista, mi madre decía "cállese la boca, mocoso de mierda, a comer", mi hermana era radical, mi otra hermana, nihilista, y yo peronista. Pero la confrontación en el almuerzo del sábado era la búsqueda de la felicidad. Este no es un momento donde se debatan muchas ideas. Falta tener un destino de país, como Brasil, que ama su música. Nosotros seguimos con mucha influencia de la música extranjera. Si no hacemos dos o tres puestas de obras de Europa, no estamos contentos. Y el peronismo tiene una deuda con lo cultural, que con el Bicentenario empezó a saldarse.
–¿Por qué no está en televisión?
–La pregunta sería qué significa estar adentro. Me rajaron de Canal 7 hace tres años, cuando hacía Afectos especiales. Uno no se puede eternizar en ningún lado. El tema es que te expliquen, y nadie me explicó nada. Pero ya pasó.
–¿Siente que hay espacio para usted?
–Prefiero estar afuera. Lo que veo en tele es el siguiente cóctel: coches de alta gama, un par de parejas gay, un temita con una logia, intégrese a chicos jóvenes –los viejos que hagan de viejos– y la consistencia de lo que se dice es bastante berreta. No voy a defender lo que hicimos antes, sería un viejazo. Por fortuna me llaman del interior y hasta del off Corrientes: me iré ahí y recuperaré la idea del muchacho de Tandil que tuvo mucha suerte al venir a Buenos Aires y trabajar de actor (aunque nunca gané como un sojero ahora) haciendo lo que me conmueve. Hay un público para eso: no hay que desesperar.