Ninguna razón para violar
*Por Sergio Zabalza. Las mujeres deberían dejar de vestirse como putas para evitar violaciones", es la frase que disparó la denominada Marcha de las Putas , cuyo largo y universal derrotero está llegando en pocas semanas a Buenos Aires.
La frase es perversa y extorsiva.
Por empezar, porque – haga lo que haga- nadie merece ser objeto de una violación.
Pero además, porque tamaño exabrupto verbal no hace más que reflejar el supuesto en que se asienta el duro ladrillo machista : las mujeres se visten para que los hombres las miremos; por lo tanto, el macho tendría el derecho a considerarse provocado.
Bien, es totalmente falso.
Más allá de cualquier ramplón argumento, una mujer se viste de tal o cual manera por muy otras razones. En principio, porque así se siente mejor consigo misma, o con esa Otra que ronda en su cabeza .
Es decir, una mujer, con todas las variantes, matices y ricas complejidades de las que el género femenino hace gala, elige tal o cual semblante porque así lo prefiere y punto. Además: ¿por qué debería brindar explicaciones al respecto? La censura, en todo caso, corre por andariveles muy diferentes.
En efecto, prestemos atención a la problemática relación que una dama sostiene, por ejemplo, con el espejo.
Ese reflejo que a veces puede ser más cruel que el peor abandono . Como si una mirada -más allá de la imagen que devuelve el plano- estuviera juzgando el rollito, la curva o el flanco que se rebela frente al modelo que los estereotipos ordenan. Las mujeres también eligen su ropa y su manera de producirse según esa mirada. Algunas cuentan con la posibilidad de humanizarla, otras no tanto.
¿Cuál es el lugar del varón, entonces? Más de un fracaso clínico llevó a Freud a convencerse de que el verdadero rol del hombre en el amor no va más allá de ser un buen intermediario entre la mujer y su Otra, esa que la juzga o acompaña en su más recóndita intimidad.
Más que cualquier minifalda o escote, es esta naturaleza inasible de lo propiamente femenino lo que resulta intolerable para un violador que no entiende cuando no es no.