Ningún premio es infecundo
Aunque los premios que suelen distribuirse como reconocimiento a algún mérito individual o institucional no excluyen a sus destinatarios del deber de seguir la actividad diaria, no por eso carecen de valor, y esto en el plano superior del espíritu, ese motor que se robustece con ellos, en medida que no podría cuantificarse.
Aunque los premios que suelen distribuirse como reconocimiento a algún mérito individual o institucional no excluyen a sus destinatarios del deber de seguir la actividad diaria, no por eso carecen de valor, y esto en el plano superior del espíritu, ese motor que se robustece con ellos, en medida que no podría cuantificarse.
Sólo una extrema soberbia insinuaría que tales distinciones son absolutamente superfluas, y que, en el mejor de los casos, no tienen otra entidad que la de una expresión de cortesía que la sociedad considerara conveniente preservar tal vez sólo con la intención de afirmar la continuidad de lo humano en el devenir de los días.
Y tan sustantivo es el efecto de estos reconocimientos, que no sólo honran a sus beneficiarios, sino también a sus promotores, y a la sociedad, que al tomar conocimiento de ellos puede sentirse estimulada a la práctica de las bondades que todo premio destaca. A los promotores, porque responden a una generosidad, a un propósito de justicia, a un deseo de generar hechos que contrarresten el tenor deprimente de mucha información cotidiana.
Y si dichos premios provienen del Estado y en días de particular calado para el conjunto de la comunidad, tienen una relevancia más, implican un juicio de valor después de evaluado el comportamiento colectivo en áreas de particular importancia.
Por todo esto, en la velada de gala por el aniversario de la fundación de la Capital catamarqueña, ocurrida el martes en el Cine Teatro Catamarca, el diario El Ancasti y el hotel de ese mismo nombre vivieron una experiencia sumamente grata al recibir la medalla -el premio San Fernando- instituida por el Concejo Deliberante y la Intendencia de la Capital y que galardonó también a otros miembros y grupos de la ciudad, entre ellos, al ilustrador de este diario, Pablo Martinena.
El Hotel y el diario El Ancasti fueron honrados entre las empresas que han incorporado alumnos del Instituto Privado APANE, contribuyendo, así, a la igualdad laboral y social.
Debe decirse que con la entrega de las medallas, la gala de la fundación adquirió realismo y el carácter de auténtica celebración comunitaria, como sin duda lo han de haber advertido también los demás distinguidos esa noche.
Es natural que un reconocimiento produzca gozo. No ha de haber en ningún área de la actividad alguien no acosado, de tanto en tanto, por la deprimente sensación de estar golpeando siempre sobre una campana de cartón o de piedra de imposible música. Cuando esa actividad es particularmente pública, porque transcurre entre la gente y está dirigida a la gente, aquel gozo es más gratificante y más productivo. Es el caso de este Diario -de esta empresa, más propiamente- y por eso no podía omitir una respuesta que pudiera tener también el poder tonificante de la distinción recibida.
El diario "El Ancasti" y el hotel del mismo nombre fueron premiados en el transcurso de la "noche de gala" por la Fundación de la Ciudad, el martes en el Teatro Catamarca.