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Ni derecha ni humana: la cola es una tortura urbana

* Por Carlos Gelmi La cola no es una exclusividad de ninguna ciudad.

Donde vaya y por lo que fuere, hay colas, agradables y desagradables, pero colas al fin, que le otorgan a la ciudad una peculiar fisonomía de mundo al revés, como un piquete que no corta calles. Porque la cola es un piquete al que lo mueve siempre una protesta pero no entorpece el tránsito porque se desplaza en forma paralela a la calle. ¿Qué sería el centro de Corrientes sin sus colas en los bancos, en las oficinas públicas, en los súper? Deténgase a pensar por un momento, incorpórese a cualquier cola donde siempre encontrará un vecino en oferta para darle charla, y analice este problema que desvela a todos:
Las colas, ¿son convenientes o no?



La respuesta dependerá de una circunstanció fundamental; que Ud. sea un cola-dependiente o no. Si es lo primero, comprendemos su mal humor y todas las pálidas que nos trasmite por teléfono.Si no. compartimos su alegría.
La cola es como una difícil prueba para medir el carácter de las personas. más allá de la paciencia que está definitivamente agotada. ¿Cómo soporta una señora que hace cola desde la medianoche con la esperanza de que la atiendan a partir de las 7, sin tener siquiera habilitado un desvencijado baño químico?.
¿Cómo supera el mal momento si ya no soporta la poca comodidad que le ofrecía su frágil silleta ni la "protectora intimidad" de su sombrilla?. ("¿Para que habré pagado el "peaje" al "muchachón" que me "guardó" el lugar"?)
¿Porqué la cola es inhumana, si está producida por humanos a los que nos les han enseñado a pensar en sus semejantes? Los padres tienen la obligación de enviar sus hijos al colegio y el Estado tiene la obligación de asegurar la gratuidad de la enseñanza, pero la Constitución no dice que, como contrapartida, todos los años, al momento de inscribirlos, hay que "torturarlos" en la vereda, a la medianoche, a la madrugada, bajo la lluvia, con frío o calor en un sádico rito colero. Los DD.HH. no existen. Las mujeres embarazadas que se las aguanten, los viejos también.
Las colas tienen su momento de esplendor cuando en la ventanilla final está un gentil "pagador", pero las cosas cambian totalmente, cuando ese señor se convierte en un monstruo "cobrador". Nos parece Caperucita Roja o el Lobo Feroz,, según el papelito que queda en nuestras manos.


Intenté la experiencia directa. La cola para ascender al colectivo nadie la respeta. En el Banco pregunté a un vigilante dónde debía averiguar determinada cuestión, y me señaló una mesa de informes. Hice cola para llegar hasta ella. Allí, tras una breve requisitoria, me indicaron en qué ventanilla me atenderían para lo cual debía sacar número en la cola de al lado.
Curiosamente, aquí la cola era distinta a todas las colas. Era como la cola de los aeropuertos. En vez de ser una cola longitudinal, extendida, era una cola retorcida, en espiral, como el velo de una bailarina, danzando entre el público, lo que permitía que cada uno tuviera sendos vecinos a sus lados. Era un lujo: podía elegir con quien conversar o hacerlo con los dos, hacer fugaces visitas y hasta canjearse lugares, según la marca de yerba que se haya detectado... y mostrarla jactanciosamente pues su precio otorga chapa de status económico...
-¿Cobrar por tarjeta?, me dijo un jubilado. "No, seguiré aferrado a la ventanilla y a la cola así tengo el placer mensual de encontarme con los amigos....
Y bueno... gustos son gustos... Esta vez, la cola ganó uno a cero.


Pero la guerra sigue. La cola es un enemigo poderoso y tiene el apoyo incondicional de la tecnología y la burocracia. No tiene alma. Sólo sabe de números. En el libro de quejas que nadie lee, hay un capítulo especial con emotivos versos y lagrimitas de ocasión.
Quien quiera apuntar sus quejas, tiene que hacer cola, y cuando le toca el turno, ¡pobre¡ se cortó la luz, se cayó el sistema, bajamos la cortina...
y nos encontramos con otra cola; son lectores frustrados que pensaban que estábamos por escribir sobre esas "colas" que no tienen contras... y que pasan bamboleándose al lado del sufriente colero...