Nadie puede escaparle al destino
*Por Ricardo Roa. Cuando le diagnosticaron el cáncer de páncreas, Steve Jobs, que era un genio, reaccionó como tantos otros: simplemente lo negó. Y peor aún: probó casi todo antes de recurrir a la medicina tradicional, según la biografía de Walter Isaacson que aparecerá este lunes.
Pese a la oposición de su familia, Jobs aplazó nueve meses una cirugía y la quimioterapia para tratarse con terapias alternativas . Se automedicó con jugos de frutas, acupuntura y remedios de hierbas de la abuela. El gran maestro de la innovación tecnológica recurrió incluso a espiritistas.
En la lucha contra el cáncer "ha habido muchos adelantos que antes parecían un sueño", dice Reinaldo Chacón, quizá el mayor especialista argentino. Y en los países más avanzados, uno de cada dos ya se cura . Y agrega: "Sabemos que la curación está asociada a empezar a tratarlo cuanto antes".
Pero Jobs, que rechazaba la religión, practicó como un dogmático el culto a la vida sana . Creía que encontraría la salvación en la dietética equilibrada, el ejercicio físico regular y la ausencia de abusos. Esa era su fe, una suerte de irracionalidad en un súper racionalista.
Obvio, es bueno confiar en la vida sana, aunque no sea un antídoto contra todo . Y peor es recurrir a la superstición. Jobs finalmente lo entendió y combinó el método que practicaba con una búsqueda frenética de información científica sobre su cáncer.
Llegó a convertirse en un especialista. Pidió que le hicieran una secuencia de ADN de los genes de su tumor y eso permitió que los médicos diseñaran drogas a medida . Le dijo a Isaacson: "O bien voy a ser el primero en vencer un cáncer como éste o figurar entre los últimos que mueren por ésto ". La enfermedad pudo más que su autoestima: sobrevivió bastante tiempo pero murió a los 56 años, más pronto que tarde.
Hoy, en Nueva York muchos taxis llevan la leyenda: Steve Jobs, You changed the world (cambiaste el mundo). Efectivamente lo cambió. Pero no pudo cambiar su destino. Todo cambia menos la muerte misma.