Nació Francisco, el hijo de Fabiola Yáñez y Alberto Fernández
La primera dama dio a luz por cesárea a la 1.22 de la madrugada del lunes y el niño pesó 3,510 kilogramos, según informó la Unidad Médica Presidencial.
El presidente Alberto Fernández y la primera dama Fabiola Yáñez fueron padres en las primeras horas de este lunes de un niño, al que llamaron Francisco. El bebé nació por cesárea en el Sanatorio Otamendi, según confirmaron a Clarín fuentes de la Casa Rosada.
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Francisco Fernández Yáñez es el segundo hijo del Presidente. El primero, Estanislao, de 27 años, nació en 1994 fruto de su relación con su primera esposa Marcela Luchetti, con la que estuvo casado 20 años y de la cual se separó después de asumir como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner en 2003.
El bebé presidencial nació a la 1.22 de la madrugada y peso 3,510 kilogramos, detalló un comunicado de la Unidad Médica Presidencial, a cargo del doctor Federico Saavedra.
"La evolución, tanto del bebé como de la madre, es satisfactoria. Encontrándose ambos en perfecto estado de salud", se agregó en el informe, que detalló que la flamante madre "ingresó pasada la medianoche al Sanatorio Otamendi con contracciones de trabajo de parto sin progresión del mismo, por lo cual se efectuó una operación cesárea".
La Casa Rosada manejó con total hermetismo la información sobre el nacimiento del hijo del Presidente y hasta último momento no se supo si el bebé nacería por parto natural o cesárea, lo que finalmente ocurrió en el Sanatorio Otamendi, de Barrio Norte.
El lugar del nacimiento también fue una de las incógnitas del embarazo, ya que una frase que la primera dama dejó en un reportaje a días de ser madre sembró dudas. “Llevo en mi vientre al primer bebé en la historia que nacerá en la Quinta de Olivos, es algo histórico”, dijo a la revista Gente.
Ese textual despertó preguntas sobre un potencial parto domiciliario en la quinta presidencial, pero la versión fue rechazada por Presidencia que a través de un comunicado el 2 de abril confirmó que la primera dama se atendió durante todo el embarazo en el Otamendi y que allí sería el nacimiento.
Sobre el nombre Francisco también hubo especulaciones, sobre todo porque es el nombre que adoptó Jorge Bergoglio al ser ungido Papa el 13 de marzo de 2013. "La propuesta fue mía. En realidad había dos que con Alberto nos gustaban mucho. Hasta que terminamos decidiéndolo juntos", contó Yáñez.
El otro nombre en danza era Augusto, según dijo el propio presidente Alberto Fernández en un reportaje que dio en la Televisión Pública. “Hay dos nombres que propuso Fabiola, que son Augusto y Francisco, yo elegí uno”, afirmó sin revelar cuál sería.
La respuesta llegó días después, en la entrevista que dio la primera dama: Francisco.
En ese diálogo, Fabiola Yáñez también reveló sus expectativas sobre la maternidad. "Me imagino como una madre protectora y compañera. Quiero que conozca y sea consciente de las muchas realidades que coexisten en este mundo y se forme con valores”.
“Me gustaría que posea de mí lo de ser una persona positiva y valiente, a pesar de cualquier adversidad, y que no fuera tan vulnerable como yo”, sostuvo al relatar su infancia con un padre ausente y una madre que tuvo que dejarla varios años por cuestiones laborales.
Así lo relató: "Yo no tuve una infancia feliz, fue muy triste. Sufrí abandono. Mi padre no me quiso conocer hasta que tuve 23 años. Cuando cumplí seis, mi madre se fue a vivir lejos durante cuatro años. En ese momento mi hermanita tenía menos de un año, y quedamos a cargo de mis abuelos”, relató.
"Recuerdo que veía a mi mamá una o dos veces al año. Desde temprana edad prácticamente crié a mi hermana porque mi abuelo y mi abuela trabajaban", recordó. "Me inculcaron valores. Iba a un colegio religioso, pero nunca recibí en aquella etapa de mi vida el cariño, la contención y el afecto que un niño debería recibir. Siempre fueron obligaciones. La vida me hizo madurar a muy temprana edad", contó.
"Durante el tiempo en que no tuve a mi mamá a mi lado, lloraba casi todas las noches, me iba a la cama y lo hacía en silencio por horas sin que nadie me escuchara, necesitando su presencia. No quería decepcionar a mis abuelos ni hacerlos sentir mal”, dijo la Primera dama.
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