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Muerte absurda, dolor infinito

Fabio Irustia recordó a su hijo Agustín, uno de los fallecidos por el rayo. "Tengo la imagen en mi cabeza de cuando lo tenía muerto en mis brazos", dijo.

El domingo se cumplió un mes de la caída del rayo mortal en Villa Gesell que se llevó la vida de tres personas e hirió a otras 22. La descarga eléctrica impactó a pocos metros de la costa en el parador "Áfrika".

Fabio Irustia, padre de Agustín, uno de los fallecidos por el rayo a los 17 años, estuvo en el programa "Chiche en vivo", donde contó cómo era el joven y cómo sigue su vida, cargada de dolor por una muerte absurda.


Inesperada muerte de un chico lleno de vida


"Agustín siempre era un chico alegre. Siempre se desatacó en el vóley y lo reconocían como un jugador importante en nuestro plantel".

"Era muy compañero de Agustín. Aparte de ser el papá éramos muy amigos, de hecho no teníamos secretos. Él me daba todas las claves de acceso, incluso la de su Facebook".

"Un par de días antes (del accidente) habíamos planificado el año con Agustín, sobre todo por su tema deportivo. Él tenía la oportunidad de venir a jugar a Tortuguitas".

"Entre los preparativos queríamos que estudiara y se recibiera, más allá de lo deportivo .Dos días antes de lo sucedido me dijo: 'Viejo decidí no irme, me voy a quedar a estudiar y quiero jugar todo el 2014 con mis compañeros'. Dejó su ambición personal para privilegiar a los demás, a su grupo".

El día fatal


"Cuando sentimos la explosión, yo nunca perdí el conocimiento. A mí me sacó unos dos metros".

"El rayo no lo vi. En ese momento Priscilla (otra fallecida) le estaba sacando una foto a su madre, y Fabián, el padre, me dijo que la foto está".

"Lo vimos a Santi (su otro hijo) que estaba boca abajo. Intentamos hacerlo reaccionar, hasta que empezó a llorar y se lo di a mi señora, que me empezó a gritar que me fijara qué había pasado con Agustín".

"Agustín nunca reaccionó. Le hicimos masajes cardíacos y respiración boca a boca, pero nunca volvió".

"Tengo en mi retina ir en la ambulancia con el bañero que nos acompañó que le hacía masajes cardíacos y se le caían las lágrimas sobre Agustín, pero él insistía e insistía".

"Yo me entero que Agustín había muerto cuando lo vi en el hospital en el piso, tapado con una colcha".

"Ahí estallé, empecé a golpear todo, era una locura. El médico me dijo que hicieron todo lo que pudieron. Yo solo pensaba que estaba ahí, que habíamos ido de vacaciones, y que habíamos ido cuatro y volvíamos tres. Me queda la maldita imagen en mi cabeza cuando lo tenía muerto en mis brazos".

A un mes de la muerte


"Creo que los que me dan fuerza son mi familia, mi esposa y mis hijos, y Agustín desde dónde esté".

"El obispo de San Luis se ha acercado mucho a mí y sus palabras me han ayudado mucho".

"Luego lo encontré en el velatorio de Priscilla y me dijo que sabía que me iba a encontrar, me dio un sobre y ahí vi que tenía los ojos llorosos, y me abrazó. Él me entendió".

"Una mamá que perdió a su hijo en un accidente me dijo en el velatorio: 'No creas nada de lo que te digan. Nadie sabe lo que es perder un hijo. Es una herida que nunca cicatriza, hay que aprender a vivir con ese dolor'".