Mucho cristinismo, poco peronismo
* Por Eduardo Van Der Kooy. Desde 1983 nunca se asistió a un personalismo como el que está desplegando la Presidenta. La elección de Boudou como candidato a vice condice con la lógica de ese estilo. Resultó fortalecida La Cámpora. Aquel personalismo encubre la subsistencia de una crisis profunda.
Cristina Fernández va relegando un récord que perteneció a Néstor Kirchner. Su personalización del poder y la política, está alcanzado en el tramo final de su Gobierno extremos difíciles de haber imaginado. El síntoma tuvo intensidad plena por la forma en que dispuso el armado electoral propio, con la unción de Amado Boudou como compañero de fórmula, y del kirchnerismo para octubre. Convirtió la memoria del ex presidente, por obra de su exageración, en la de un dirigente casi con espíritu asambleísta .
Hay una verdad que no podría soslayarse. Kirchner hizo siempre consultas cuando debió diseñar un mapa electoral. Los gobernadores y los intendentes, en especial de Buenos Aires, estuvieron en su consideración. Fue sorprendente la ajenidad que tuvieron todos ellos mientras Cristina, con la complicidad de Carlos Zannini, digitó candidaturas de legisladores en todos los territorios.
La selección de Boudou resultó, en ese contexto, casi individual . La Presidenta hace tiempo que siente dilección por su ministro, incluso contra la opinión que sobre él tuvo Kirchner.
Anoche lo elevó a la categoría de gurú, quizás en los niveles de Paul Krugman o Nouriel Roubini, nadie sabe bien por qué. No será, con seguridad, por lo que dice o lo que hace aquí.
Desde el cristal de la economía se desconoce una sola opinión del ministro que apunte a abordar algunos de sus problemas. En verdad, hace tiempo que anda en menesteres políticos, en viajes al exterior o de campaña frustrada.
Ni siquiera se lo oye hablar de la inflación.
Boudou fue uno de los tantos que llegó con ínfulas al Gobierno pero fue domado con rapidez por Guillermo Moreno.
Su mayor virtud que lo depositó en las faldas de Cristina ha sido la incondicionalidad . La Presidenta habló de lealtad con contenido. Esa premisa no encajaría en el ministro. Pero otras sí: lo que la mandataria llamó lucha contra las corporaciones. Un eufemismo para no nombrar a los medios de comunicación. Boudou ha sido, en ese aspecto, un cruzado. Como lo fue Gabriel Mariotto.
Guste o no, existe un hilo conductor en el empinamiento de ambos como candidatos a la vicepresidencia y la vicegobernación de Buenos Aires.
Boudou representaría también un paso de distanciamiento más que Cristina podría haber dado hacia el peronismo. Esta claro que la Presidenta evitó a cualquier gobernador y legislador partidario para afrontar su reelección porque descree de ese sistema. El único puente que podría representar Boudou ahora sería con el sindicalismo de Hugo Moyano. Pero esa relación se enfrió a la par que creció la tensión entre Cristina y el líder camionero.
Boudou fue uno de los pocos, junto a Zannini, que supo con antelación de las decisiones electorales de Cristina. Supo que el martes pasado la Presidenta lanzaría su reelección en un acto pensado para el plan "televisores para todos". Daniel Scioli estuvo con ella media hora antes del mismo acto y ni se enteró de lo que iba a ocurrir.
Su rostro denotó sorpresa e indignación, como el de anoche en Olivos .
Ese día, sin embargo, ignoraba que lo peor no había llegado aún. Llegó el viernes, cuando Cristina dispuso que Mariotto sea el postulante a la vicegobernación de Scioli.
Un golpe fatal para su sueño presidencialista del 2015.
El gobernador sigue tratando de explicar, con optimismo artificial, lo inexplicable.
Esa decisión de la Presidenta significaría varias cosas. Scioli dejará de ser, por empezar, el delegado del Poder Ejecutivo en el principal distrito del país. Ese lugar será de Mariotto si, en efecto, triunfan en octubre. Parece claro además que, al margen de treguas y simulaciones, el gobernador no logró rehacer la confianza política de Cristina . La pelea con Nilda Garré por la política sobre la inseguridad bonaerense, por ejemplo, se detuvo sólo por conveniencia.
El tiempo de campaña lo exigía . El gobernador lo vivió como una victoria y constituía apenas un espejismo. Tampoco le será sencillo a Scioli administrar a futuro un territorio donde los intendentes, sobre todo, acaban de confirmar su debilidad para defenderlos . Su hermano, José, candidato de Francisco De Narváez, lo noqueó con un puñado de palabras: "Qué se puede esperar de un gobernador que ni siquiera logra designar a su vice" , reflexionó.
Scioli actuó ante la embestida cristinista como actúa siempre: con una llamativa capacidad de negación. Resaltando maniobras propias que terminaron denotando la consistencia de un papel. Creyó haber frenado a los K cuando hizo público su deseo de llevar de compañera de fórmula a la ministra Cristina Alvarez Rodríguez. Creyó también haber espantando definitivamente de lugares expectantes al ministro de Agricultura, Julián Domínguez. Pues bien: no sólo tendrá la vigilancia policial de Mariotto. Domínguez fue ungido primer candidato a diputado bonaerense y Aníbal Fernández, candidato a senador.
Todos, inconfundibles adversarios suyos .
Ante la hecatombe, Scioli confió a sus asesores una posible compensación de parte de la Presidenta. Que Martín Sabbatella, de Nuevo Encuentro, bajara su postulación a gobernador por Buenos Aires en una boleta que llevará la candidatura de Cristina. Sabbattella será candidato y tres de sus hombres estarian en la lista de diputados del Frente para la Victoria. Final del cuento.
¿Por qué razón Mariotto? . No habría que buscar explicaciones alambicadas. Este profesor rústico es el titular del ente que controla los medios de comunicación y fue un puntal cuando se discutió la controvertida ley.
Mariotto y Boudou se explican mutuamente.
Eso denuncia una de las obsesiones inquebrantables de Cristina: la de fiscalizar qué dice el periodismo sobre la realidad antes de auscultar, en serio, qué ocurre con esa realidad.
La lucha por el relato, como le agrada pregonar al kirchnerismo.
Aparte de las consecuencias descriptas, la irrupción de Mariotto en Buenos Aires entrañaría para Scioli dos problemas adicionales. Como vice ejercería la titularidad de la Legislatura de Buenos Aires. En ese cuerpo podrían ingresar, según la confección de las listas, cristinistas y jóvenes de La Cámpora. La otra cuestión: el gobernador siempre hizo gala de buena cintura, corporal y retórica, para gambetear la confrontación contra los medios como pretenden los K.
Con Mariotto respirándole en la nuca, esa acrobacia se le hará entre difícil e imposible.
El estilo personalista ahondado de Cristina estaría desnudando falencias a una década de desatada la gran crisis. Primero, una idea sobre la autoridad que se deslizaría peligrosamente hacia el autoritarismo . Segundo, el desprecio acerca de la participación de su partido. También, la idea clara de que la identidad de ese partido no le agrada. Se ha dicho y vale repetirlo luego del modo en que la Presidenta diseñó la construcción electoral: el kirchnerismo empezaría a convertirse en tiempo pasado; sería la hora del denominado cristinismo.
La Presidenta llegó al poder en el 2007 haciendo alarde sobre la necesidad de un tiempo político e institucional en la Argentina. Su rumbo antes y, sobre todo después de la muerte de Kirchner, desmentirían aquel enunciado original. Dos muestras alcanzan: el peronismo como un partido paralizado, temeroso y aplaudidor ; la oposición, incapaz de amalgamar alguna propuesta que combine, en forma simultánea, proyectos con liderazgos . La última ruptura de Pino Solanas con Hermes Binner estaría hablando sobre ese estado de diseminación. Siete candidatos de ese arco parecieran, a priori, demasiados para darle una batalla apremiante a Cristina.
La Presidenta ha seguido, en su matriz, el modelo de Kirchner. Un modelo en el cual el poder y la política serían la misma cosa.
Una sola cosa y excluyente.
No existiría la política sin ese poder. El matrimonio, con esa concepción, pretende encubrir la subsistencia de la crisis política. Kirchner hizo la reconstrucción del poder, luego del estallido, anclado en la idea que siempre tuvo como epicentro al Estado. Cristina, incluso, pareció darle una vuelta de tuerca. La proyección de los jóvenes de La Cámpora al primer plano y de dirigentes sin cuna peronista también poseen el imprescindible soporte estatal.
La Presidenta parece moldear un estilo de mando menos solidario que el que practicó Kirchner. Es notable el destrato que, en general, dispensa al peronismo. Agustín Rossi, candidato a gobernador en Santa Fe por el kirchnerismo, sabe que Cristina no irá a darle una mano. El acto del Día de la Bandera fue utilizado por ella como plataforma inicial para su lanzamiento que concretó un día después. Pero Rossi teme pagar el costo del enojo que esa conducta produjo en la ciudadanía rosarina.
El lápiz de la Presidenta también borró de las listas provinciales a Alejandro, hermano de Agustín. En su lugar entraron dos camporistas. Es probable que si no triunfa en Santa Fe, Rossi deba entregar en diciembre la jefatura del bloque K en Diputados. Rossi tiene allá los mismos padecimientos de Daniel Filmus en Capital. El senador esta preso de los arbitrios de Cristina que, entre muchas cosas, le prohibió polemizar con Mauricio Macri en TN. Es improbable también que Cristina se macule con la campaña porteña.
La Presidenta se exhibe con una referencia exclusiva en el teatro oficial.
Su mayor fortaleza es el duelo. Con ese duelo navega desde octubre. Ese duelo le hace presumir la fundación de otro tiempo político que lleve estampado su nombre, antes que su apellido de casada.