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Moyano y Scioli, en la mira de Cristina

* Por Carlos Pagni. Hugo Moyano y Daniel Scioli aparecen, inevitables, cuando Cristina Kirchner sueña con vivir en Olivos por otros cuatro años.

Hugo Moyano y Daniel Scioli aparecen, inevitables, cuando Cristina Kirchner sueña con vivir en Olivos por otros cuatro años. Ellos representaron hasta ahora las dos vigas maestras del edificio oficial: el sindicalismo ortodoxo y la maquinaria bonaerense. Pero la Presidenta programa para ambos un fuerte recorte de poder. Es una maniobra delicada, porque obliga a mover piezas desde ahora, cuando Moyano y Scioli son factores decisivos del resultado electoral. Aun así, el reloj comenzó a correr.

El plan para el líder de los camioneros es, por el momento, menos dramático que el que teme su esposa, la empresaria Liliana Zulet, en sus pesadillas judiciales. Consiste, apenas, en relevarlo de la CGT. La señora de Kirchner cree que el reemplazante ideal es Gerardo Martínez, el secretario general de la Unión Obrera de la Construcción (Uocra). Martínez tendrá una hora estelar dentro de un mes. Como integrante del board de la Organización Internacional del Trabajo será el anfitrión principal de la Presidenta en Ginebra. Al hablar ante el plenario, ella aprovechará para dar alguna señal de su antigua predilección por Martínez.

La autopresentación de Moyano como "feo, sucio y malo" habría hecho sonreír a Néstor Kirchner. Pero a su viuda le resulta intolerable. Si bien Martínez no es un "cuadro técnico universitario" -criterio que confiesa la señora de Kirchner para la selección de personal-, es mucho más sofisticado que Moyano, lo que facilita su adaptación a la estética que pretende el kirchnerismo desde la muerte de su fundador. Martínez es, además, un dialoguista extremo, con una red infinita de relaciones políticas y empresariales. Ese estilo tal vez sea conveniente para una etapa en la que "la relojería del modelo necesita ser ayudada", como dijo la Presidente.

Para conocer cómo sería el reemplazo de Moyano hay que usar el microscopio. En la Justicia se viene librando una guerra por el control del Sindicato de Empleados de Comercio. Allí Armando Cavalieri resiste el avasallamiento de Moyano, quien pretende entronizar en su lugar a Oscar Nieva. En la mira de Moyano están los delegados mercantiles al congreso de la CGT. Son tan numerosos que, sin ellos, es difícil buscar la reelección. De allí que la Casa Rosada estuviera tan atenta a que los jueces no favorecieran a Moyano en ese avance. El protector de Cavalieri es Carlos Zannini.

Moyano nunca controló las asambleas que lo designaron secretario general. Si viene ocupando esa butaca es porque Néstor Kirchner y, sobre todo, Julio De Vido, presionaron a los demás sindicalistas para que, sobreponiéndose a la antipatía que le profesan, votaran al prepotente camionero. ¿Qué sucedería si esas gestiones quedaran suspendidas? Los empleados de comercio (Cavalieri), los obreros de la construcción (Martínez), los trabajadores rurales (Gerónimo Venegas) y los empleados públicos (Andrés Rodríguez) podrían reunir los congresales suficientes para consagrar a un nuevo líder. Es lo que piensan hacer durante los primeros 100 días del nuevo gobierno, aun cuando la Presidenta no consiga la reelección. Por esa razón, para el camionero es crucial ganar la batalla contra Cavalieri.

Encuentro en Seúl

El proceso contra Moyano comenzó hace varios meses. A mediados del último noviembre, Cristina Kirchner viajó a Seúl y mantuvo una entrevista reservada con dos miembros de su comitiva: el sindicalista Martínez y el empresario José Ignacio de Mendiguren. En ese encuentro se habló de la caída de Moyano y del encumbramiento de Mendiguren a la UIA, que acaba de consumarse. Mendiguren tiene una buena relación con el camionero, razón por la cual llamó más la atención que, horas después de asumir su cargo, dijera que "Moyano ha alcanzado demasiado poder". Es lo que creen el empresariado, la oposición, el resto del sindicalismo y, sobre todo, el Gobierno.

En la intriga hay más protagonistas. Con su viejo amigo Martínez en la CGT, Carlos Tomada quedaría liberado de la incesante acechanza de Héctor Recalde para defenestrarlo del Ministerio de Trabajo -siempre que no gane las elecciones porteñas-. Recalde es el cerebro de la embestida judicial contra Cavalieri. Quienes conocen la biografía de ambos saben qué significa el enfrentamiento.

La remoción de Moyano y el avance de Martínez es el espejo del duelo de Zannini y De Vido en el gabinete nacional. Detrás del secretario legal y técnico se encolumnan Nilda Garré, Juan Manuel Abal Medina y Carlos Kunkel. De Vido fue, hasta ahora, el administrador de la alianza de la Casa Rosada y la CGT. Amado Boudou disfruta de esa sociedad, sobre todo en su campaña porteña, conducida por Alejandro Amor, un hombre de Moyano.

La otra asociación inestable es la del kirchnerismo con Scioli y el peronismo bonaerense. La tensión principal se debe a un objetivo inmediato: los estrategas de Cristina Kirchner pretenden que ella obtenga el 60% de los votos de la provincia de Buenos Aires para evitar el ballottage. El modo en que piensan satisfacer esa pretensión desata muchísimos conflictos.

Si la realidad fuera un papel en blanco, a los principales responsables del proselitismo oficial -Zannini y Abal- les gustaría que su jefa encabezara tres listas colectoras: la de Scioli, la de Martín Sabbatella y la de Sergio Massa.

Ese diseño tiene una víctima evidente: Scioli. El gobernador es el obstáculo principal para que Massa, de muy buena imagen en las encuestas, se postule por fuera del PJ. El otro obstáculo es Massa, a quien Juan José Alvarez, el mensajero de Olivos, no consigue convencer de las ventajas de la aventura. El intendente de Tigre ha cerrado sus teléfonos y apenas evalúa una interna contra Scioli dentro del partido.

La dispersión del voto kirchnerista no era una pesadilla para Scioli y los intendentes del PJ hasta que apareció la amenaza de una oposición unificada detrás de Francisco de Narváez. Esta posibilidad vuelve más dañina la opción Sabbatella y convertiría en letal una colectora de Massa. Para aplacar a los humillados caudillejos del conurbano, el apoderado partidario Jorge Landau imaginó que cada jefe municipal pueda colgar su nombre de todas las listas, desentendiéndose de la suerte de Scioli. Desde La Plata reaccionaron como el rayo. El ministro de Acción Social, Baldomero Alvarez, candidato a secundar a Scioli, pidió la renuncia de Landau. El abogado aclaró que sus conversaciones con Mariano West, intendente de Merlo, y con Sabbatella no habían existido. Landau reporta a Zannini, igual que Nilda Garré, quien hace campaña en el conurbano a favor de Sabbatella.

El desdén de la Casa Rosada por el futuro de Scioli alimenta esta tenebrosa especulación: la derrota del gobernador ¿sería un accidente o es un objetivo en la carrera presidencial hacia la reelección? Más de una cabeza maquiavélica supone que a Cristina Kirchner le resultaría más cómodo convivir con De Narváez, a quien su origen colombiano le niega la presidencia, que con Scioli, cuya pretensión de reemplazarla en 2015 quedó al descubierto hace ya tiempo. Los más discretos desmerecen a Scioli en nombre de la gobernabilidad. Pero en el kirchnerismo sobran los audaces: ésos hablan de reforma constitucional y reelección indefinida.