Moyano, Micheli, el "Pollo" y un tal Hanauer
* Por Marcelo Zlotogwiazda. Al igual que en el acto que realizó en diciembre pasado en Huracán para festejar el día del camionero, Hugo Moyano volvió a protestar desde el Parque Roca.
Moyano no está solo en el reclamo. En los festejos por el Día del Trabajador, la CTA opositora que encabeza Pablo Micheli convocó desde el Obelisco a un paro nacional para exigir, entre otras reivindicaciones, la eliminación del Impuesto a las Ganancias. Y a pocas cuadras de ahí, en el acto que la izquierda organizó en Plaza de Mayo, el dirigente ferroviario Rubén "Pollo" Sobrero se sumó al pedido.
La dirigencia sindical tiene indiscutible razón en quejarse por el salario familiar. En los últimos años el ingreso de los asalariados formales aumentó bastante más que el umbral a partir del cual no se cobra salario familiar, lo cual ha provocado que muchos de ellos hayan perdido ese derecho porque ganan más de 5.200 pesos. Para un trabajador con tres hijos que supere esa cifra, significa resignar 544 pesos por mes, más los 170 pesos de ayuda escolar a principios de año.
Pero el reclamo para eliminar el Impuesto a las Ganancias en el que coinciden Moyano, Micheli y Sobrero, tiene fundamentos muy endebles. Si bien es cierto que el trabajo no es una ganancia en sentido estricto, todos saben –por lo tanto también ellos– que el Impuesto a las Ganancias sobre las personas físicas es en realidad un gravamen al ingreso, como debería ser denominado correctamente. Más allá de esa deformación semántica, lejos de ser una perversión, el impuesto al ingreso laboral rige en la mayoría de los países del mundo con nivel de desarrollo medio o alto.
Según un informe que acaba de publicar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OECD) sobre impuestos al trabajo, Chile es el único de sus miembros donde no hay impuesto al ingreso. En los restantes, unos pocos países tienen una carga promedio baja: Corea del Sur 4,3 por ciento del salario bruto, México 4,9, Polonia 6,8 y Japón 7,6 por ciento.
Son más los países donde el impuesto al ingreso promedio supera el 20 por ciento: Italia 21,3, Noruega 21,5, Australia 22,3, Finlandia 22,7, Dinamarca 28, y el máximo se registra en Bélgica donde los trabajadores pagan en promedio el 28,2 por ciento de su salario bruto como impuesto al ingreso.
En niveles intermedios se encuentran Alemania (19 por ciento), Estados Unidos (17,2), Reino Unido (15,6), España (15,6), Canadá (15,5), Francia (14,3) y Portugal (13,5), entre otros.
En todo caso, la queja de Moyano, Micheli y Sobrero podría ser atendible en cuanto a que la actualización del mínimo no imponible (que actualmente es de 5.782 pesos para trabajadores solteros y de casi 8.000 para casados) viene siendo inferior al incremento salarial. Pero aun así, la proporción del salario bruto que pagan de Ganancias los trabajadores en relación de dependencia es bastante más baja que en la mayoría de los países mencionados. De acuerdo a un estudio ("¿Por qué los trabajadores reclaman el aumento en los mínimos del impuesto a las Ganancias?") publicado en febrero pasado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), un empleado casado con dos hijos que cobraba 10.000 pesos por mes pagó el año pasado menos del 3 por ciento de Ganancias, y la tasa efectiva llegaba al 10 por ciento recién para salarios de 15.000 pesos mensuales.
Más allá del enojo y de la pretensión de Moyano, Micheli y Sobrero, si por algo peca el Impuesto a las Ganancias sobre las personas físicas, es por su muy baja recaudación. Según la información disponible en el último anuario de la AFIP, el monto pagado por este concepto en el año 2010 correspondiente a los ingresos de 2009 fue de 12.974 millones de pesos, lo que representó nada más que el 3,9 por ciento de la recaudación total. Esos 12.974 millones pagados implican que cada una de las 744.963 personas (¡qué pocas!) que presentaron declaración jurada con ingresos gravados pagó en promedio 17.400 pesos por año.
El problema más serio no está en los trabajadores dependientes o autónomos de ingresos medios, sino en los que ganan mucho. Sucede que a pesar de que la alícuota más alta de la escala es del 35 por ciento no hay nadie que pague esa proporción. Ya sea por evasión, elusión, deducciones o ingresos desgravados, la tasa que efectivamente abonan de Ganancias las personas físicas ni se aproxima al 35 por ciento. Tres contadores consultados respondieron que es raro que un cliente llegue a pagar más del 25 por ciento de sus ingresos totales, y es frecuente que el porcentaje sea inferior al 20. Hay casos extremos como el que solía contar el ya fallecido Leonel Massad, que tenía un cliente que declaraba ingresos por el entonces equivalente a 6 millones de dólares y no pagaba un solo centavo de ganancias porque todo provenía de rentas no gravadas como dividendos e intereses de depósitos y de títulos públicos.
Acabo de presentar mi declaración jurada con un impuesto equivalente al 23 por ciento del total de ingresos del año 2011.
La estructura tributaria argentina sigue siendo casi tan regresiva como cuando Néstor Kirchner asumió en 2003, y por ahora no hay señales de que la declamada sintonía fina vaya a ocuparse de mejorar esa situación.
Mientras tanto, en varios otros lados el tema esta en el centro de la agenda. En Francia, por ejemplo, el triunfante candidato socialista en la primera vuelta electoral, François Hollande, se comprometió en su plataforma a elevar a 75 por ciento el impuesto a los ingresos que superen el millón de euros anuales.
En Estados Unidos, Barack Obama impulsó un proyecto de ley apodado "the Buffett rule" (la regla Buffett), en referencia a la propuesta del multimillonario Warren Buffett para aumentar los impuestos a los ricos de manera tal de terminar con situaciones inequitativamente absurdas como que él paga proporcionalmente menos que su secretaria, según el propio Buffett contó hace no mucho. El proyecto establecía que, en un principio, las personas con ingresos superiores a los 2 millones de dólares iban a pagar como mínimo un 30 por ciento, y paulatinamente esa regla se iba a extender a los ingresos superiores al millón de dólares. Para apuntalar el proyecto y como parte de la campaña presidencial, la Casa Blanca colgó de su página oficial una calculadora para que cada uno averigüe cuántos millonarios pagan proporcionalmente menos que el que realiza la consulta. Así, por ejemplo, se sabe que en Estados Unidos hay 10.600 millonarios que pagan de "income tax" menos del 10 por ciento, y que hay 48.700 que pagan menos del 20 por ciento.
La iniciativa, que implicaba una recaudación adicional de 47.000 millones de dólares en diez años, fue rechazada hace dos semanas en el Senado por la bancada del Partido Republicano.
Entre otros, había sido respaldada por Nick Hanauer, fundador de la Second Avenue Partners de Seattle, una compañía especializada en lanzamiento de nuevas empresas, entre las que figura Amazon y aQuantitative Inc. Escribió: "Desde 1980 la porción del ingreso nacional que recibimos gatos gordos como yo que somos parte del 0,1 por ciento privilegiado, ha aumentado un shockeante 400 por ciento, mientras la porción de la mitad inferior de los estadounidenses ha declinado un 33 por ciento. Al mismo tiempo, la tasa efectiva de impuestos sobre los súper ricos cayó al 16,6 por ciento en 2007, desde un 42 por ciento que tuvo en el pico de productividad del país en los tempranos años ’60, y desde el 30 por ciento que pagábamos en los años ’90. En mi caso, este año pagué el 11 por ciento sobre un ingreso de ocho cifras. Es matemáticamente imposible invertir lo suficiente en nuestro país para sostener a la clase media (nuestros consumidores) sin volver a gravar al 1 por ciento más rico con tasas razonables. Trasladar la carga del 99 al 1 por ciento es el mejor y más seguro camino para que nuestra economía basada en el consumo vuelva a moverse. Aumentos significativos de impuestos sobre el ingreso conjunto de alrededor de 1,5 billones de dólares anuales que tiene el top 1 por ciento pueden generar centenares de miles de millones de dólares para invertir en nuestra economía, en lugar de dejarlos que se apilen en una pocas cuentas bancarias como un enorme coágulo en el sistema circulatorio de nuestra economía".
En lugar de reclamar la derogación lisa y llana de Ganancias para todos, Moyano, Micheli y el "Pollo" Sobrero deberían hacer suyo el tipo de razonamiento de Hanauer. Y Cristina llevarlo a la práctica.
La dirigencia sindical tiene indiscutible razón en quejarse por el salario familiar. En los últimos años el ingreso de los asalariados formales aumentó bastante más que el umbral a partir del cual no se cobra salario familiar, lo cual ha provocado que muchos de ellos hayan perdido ese derecho porque ganan más de 5.200 pesos. Para un trabajador con tres hijos que supere esa cifra, significa resignar 544 pesos por mes, más los 170 pesos de ayuda escolar a principios de año.
Pero el reclamo para eliminar el Impuesto a las Ganancias en el que coinciden Moyano, Micheli y Sobrero, tiene fundamentos muy endebles. Si bien es cierto que el trabajo no es una ganancia en sentido estricto, todos saben –por lo tanto también ellos– que el Impuesto a las Ganancias sobre las personas físicas es en realidad un gravamen al ingreso, como debería ser denominado correctamente. Más allá de esa deformación semántica, lejos de ser una perversión, el impuesto al ingreso laboral rige en la mayoría de los países del mundo con nivel de desarrollo medio o alto.
Según un informe que acaba de publicar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OECD) sobre impuestos al trabajo, Chile es el único de sus miembros donde no hay impuesto al ingreso. En los restantes, unos pocos países tienen una carga promedio baja: Corea del Sur 4,3 por ciento del salario bruto, México 4,9, Polonia 6,8 y Japón 7,6 por ciento.
Son más los países donde el impuesto al ingreso promedio supera el 20 por ciento: Italia 21,3, Noruega 21,5, Australia 22,3, Finlandia 22,7, Dinamarca 28, y el máximo se registra en Bélgica donde los trabajadores pagan en promedio el 28,2 por ciento de su salario bruto como impuesto al ingreso.
En niveles intermedios se encuentran Alemania (19 por ciento), Estados Unidos (17,2), Reino Unido (15,6), España (15,6), Canadá (15,5), Francia (14,3) y Portugal (13,5), entre otros.
En todo caso, la queja de Moyano, Micheli y Sobrero podría ser atendible en cuanto a que la actualización del mínimo no imponible (que actualmente es de 5.782 pesos para trabajadores solteros y de casi 8.000 para casados) viene siendo inferior al incremento salarial. Pero aun así, la proporción del salario bruto que pagan de Ganancias los trabajadores en relación de dependencia es bastante más baja que en la mayoría de los países mencionados. De acuerdo a un estudio ("¿Por qué los trabajadores reclaman el aumento en los mínimos del impuesto a las Ganancias?") publicado en febrero pasado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), un empleado casado con dos hijos que cobraba 10.000 pesos por mes pagó el año pasado menos del 3 por ciento de Ganancias, y la tasa efectiva llegaba al 10 por ciento recién para salarios de 15.000 pesos mensuales.
Más allá del enojo y de la pretensión de Moyano, Micheli y Sobrero, si por algo peca el Impuesto a las Ganancias sobre las personas físicas, es por su muy baja recaudación. Según la información disponible en el último anuario de la AFIP, el monto pagado por este concepto en el año 2010 correspondiente a los ingresos de 2009 fue de 12.974 millones de pesos, lo que representó nada más que el 3,9 por ciento de la recaudación total. Esos 12.974 millones pagados implican que cada una de las 744.963 personas (¡qué pocas!) que presentaron declaración jurada con ingresos gravados pagó en promedio 17.400 pesos por año.
El problema más serio no está en los trabajadores dependientes o autónomos de ingresos medios, sino en los que ganan mucho. Sucede que a pesar de que la alícuota más alta de la escala es del 35 por ciento no hay nadie que pague esa proporción. Ya sea por evasión, elusión, deducciones o ingresos desgravados, la tasa que efectivamente abonan de Ganancias las personas físicas ni se aproxima al 35 por ciento. Tres contadores consultados respondieron que es raro que un cliente llegue a pagar más del 25 por ciento de sus ingresos totales, y es frecuente que el porcentaje sea inferior al 20. Hay casos extremos como el que solía contar el ya fallecido Leonel Massad, que tenía un cliente que declaraba ingresos por el entonces equivalente a 6 millones de dólares y no pagaba un solo centavo de ganancias porque todo provenía de rentas no gravadas como dividendos e intereses de depósitos y de títulos públicos.
Acabo de presentar mi declaración jurada con un impuesto equivalente al 23 por ciento del total de ingresos del año 2011.
La estructura tributaria argentina sigue siendo casi tan regresiva como cuando Néstor Kirchner asumió en 2003, y por ahora no hay señales de que la declamada sintonía fina vaya a ocuparse de mejorar esa situación.
Mientras tanto, en varios otros lados el tema esta en el centro de la agenda. En Francia, por ejemplo, el triunfante candidato socialista en la primera vuelta electoral, François Hollande, se comprometió en su plataforma a elevar a 75 por ciento el impuesto a los ingresos que superen el millón de euros anuales.
En Estados Unidos, Barack Obama impulsó un proyecto de ley apodado "the Buffett rule" (la regla Buffett), en referencia a la propuesta del multimillonario Warren Buffett para aumentar los impuestos a los ricos de manera tal de terminar con situaciones inequitativamente absurdas como que él paga proporcionalmente menos que su secretaria, según el propio Buffett contó hace no mucho. El proyecto establecía que, en un principio, las personas con ingresos superiores a los 2 millones de dólares iban a pagar como mínimo un 30 por ciento, y paulatinamente esa regla se iba a extender a los ingresos superiores al millón de dólares. Para apuntalar el proyecto y como parte de la campaña presidencial, la Casa Blanca colgó de su página oficial una calculadora para que cada uno averigüe cuántos millonarios pagan proporcionalmente menos que el que realiza la consulta. Así, por ejemplo, se sabe que en Estados Unidos hay 10.600 millonarios que pagan de "income tax" menos del 10 por ciento, y que hay 48.700 que pagan menos del 20 por ciento.
La iniciativa, que implicaba una recaudación adicional de 47.000 millones de dólares en diez años, fue rechazada hace dos semanas en el Senado por la bancada del Partido Republicano.
Entre otros, había sido respaldada por Nick Hanauer, fundador de la Second Avenue Partners de Seattle, una compañía especializada en lanzamiento de nuevas empresas, entre las que figura Amazon y aQuantitative Inc. Escribió: "Desde 1980 la porción del ingreso nacional que recibimos gatos gordos como yo que somos parte del 0,1 por ciento privilegiado, ha aumentado un shockeante 400 por ciento, mientras la porción de la mitad inferior de los estadounidenses ha declinado un 33 por ciento. Al mismo tiempo, la tasa efectiva de impuestos sobre los súper ricos cayó al 16,6 por ciento en 2007, desde un 42 por ciento que tuvo en el pico de productividad del país en los tempranos años ’60, y desde el 30 por ciento que pagábamos en los años ’90. En mi caso, este año pagué el 11 por ciento sobre un ingreso de ocho cifras. Es matemáticamente imposible invertir lo suficiente en nuestro país para sostener a la clase media (nuestros consumidores) sin volver a gravar al 1 por ciento más rico con tasas razonables. Trasladar la carga del 99 al 1 por ciento es el mejor y más seguro camino para que nuestra economía basada en el consumo vuelva a moverse. Aumentos significativos de impuestos sobre el ingreso conjunto de alrededor de 1,5 billones de dólares anuales que tiene el top 1 por ciento pueden generar centenares de miles de millones de dólares para invertir en nuestra economía, en lugar de dejarlos que se apilen en una pocas cuentas bancarias como un enorme coágulo en el sistema circulatorio de nuestra economía".
En lugar de reclamar la derogación lisa y llana de Ganancias para todos, Moyano, Micheli y el "Pollo" Sobrero deberían hacer suyo el tipo de razonamiento de Hanauer. Y Cristina llevarlo a la práctica.