Moyano al ataque
Los integrantes del gobierno kirchnerista ya se habrán dado cuenta de que no les será tan fácil como habían previsto deshacerse de...
... Hugo Moyano, amenazándolo con impulsar causas judiciales como la de "la mafia de los medicamentos", que podrían ocasionarle graves problemas, o colaborando con rivales internos decididos a poner fin a sus largos años de protagonismo como líder sindical.
Hace apenas un par de meses muchos preveían que el camionero se iría mansamente de la conducción de la CGT, ya que suponían que nadie estaba en condiciones de negarse a obedecer las órdenes de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero parecería que Moyano se cree capaz de sobrevivir a una eventual ofensiva oficialista contra su persona, razón por la que ha asumido una postura claramente opositora al afirmarse "un poquito" cansado "del discurso armado" y del autoritarismo de un gobierno hacia todos aquellos que "opinan diferente". Puede que para muchos el intento de Moyano de figurar como un paladín de la libertad de expresión sea motivo de cierta extrañeza, pero sus manifestaciones en tal sentido reflejan la amplitud de la brecha que lo separa del gobierno, ya que sabe muy bien que a los kirchneristas les importa más la "batalla cultural" que lo que efectivamente sucede en el país porque, de acuerdo con la teoría del relato, en última instancia el poder político depende más de impresiones subjetivas que de la realidad verificable. Como señaló el camionero en Rosario el martes pasado: "Si se parte de que la inflación del Indec no es real, el resto tampoco es real. La pobreza no es real, la desocupación no es real y se vive en una irrealidad".
El actual jefe de la CGT ha elegido bien la oportunidad para alejarse de un gobierno que hace tiempo dejó de ver en él un "aliado estratégico". En las semanas últimas, ha bajado mucho el nivel de aprobación del que disfruta Cristina. Además de la reacción tardía y egocéntrica de la presidenta ante la tragedia ferroviaria de Once que tanto la perjudicó, se ha difundido la sensación de que el gobierno ha perdido la iniciativa al verse desbordado por los problemas que siguen surgiendo, una situación atribuible a la incapacidad de sus integrantes de tomar medidas necesarias a menos que reciban órdenes explícitas de la única persona que manda. Asimismo, las dificultades para importar ya están haciéndose sentir en la industria, planteando el riesgo de que en las semanas próximas muchas empresas suspendan su producción por falta de insumos imprescindibles. Aunque una contraofensiva sindical encabezada por Moyano no ayudaría en absoluto a solucionar los problemas económicos del país, no podría sino afectar negativamente la imagen de un gobierno que se asevera popular.
De todas maneras, a Moyano le ha resultado muy fácil armar un discurso opositor, acusando a la presidenta de indiferencia para con los obreros, puesto que "ya no le interesa la compañía de los trabajadores, los ha dejado de lado", porque a partir de la muerte de Néstor Kirchner el gobierno ha adquirido un perfil menos peronista y, claro está, nada proletario, merced al ingreso de personajes relativamente jóvenes, en algunos casos de pretensiones intelectuales, y el consiguiente desplazamiento de sindicalistas y políticos veteranos. Cuando Moyano critica una y otra vez a Cristina por recibir al cantante popular inglés Roger Waters pero negarse a hablar con él, a su entender se trata no sólo de una manifestación más de la xenofobia nacionalista que lo caracteriza sino también del distanciamiento de la presidenta de quienes a su juicio deberían conformar su base de sustentación. Por cierto, de instalar Cristina la idea de que siente desdén por los obreros por motivos que podrían calificarse de culturales, tanto los sindicalistas de la CGT como muchos otros, comenzando con los movimientos de piqueteros de retórica izquierdista que abundan en el conurbano, contarían con más pretextos para oponérsele, eventualidad ésta que según parece no preocupa demasiado a la presidenta, de ahí el ataque furibundo contra los sindicatos docentes que incluyó en aquel interminable discurso que ella misma pronunció ante el Congreso y el formulado, pocos días después, por la ministra de Seguridad, Nilda Garré, en contra de los piqueteros "salvajes" y "extorsionadores".