Moreno, el superministro
Después de convivir con Roberto Lavagna, el entonces presidente Néstor Kirchner optó por prescindir de un ministro de Economía como los de antes.
Puesto que merced a una coyuntura internacional muy favorable y a las inversiones de los años noventa la economía continuaba expandiéndose con rapidez realmente notable, el arreglo elegido por Kirchner pareció adecuado, motivo por el que su esposa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, decidió no cambiarlo. Con todo, si bien Cristina no permitió que los sucesivos titulares de Economía que la han acompañado llegaran a creerse "superministros", andando el tiempo un funcionario, el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, lograría acumular casi tanto poder como el que en su momento tenía Domingo Cavallo, dejando al ministro formal, Hernán Lorenzino, como antes a Amado Boudou, ocuparse de asuntos presuntamente menores como las relaciones con los acreedores del Club de París.
Puesto que los métodos preferidos por Moreno –según se informa, se cree en condiciones de obligar a la economía a obedecer sus órdenes intimidando a los empresarios como si fuera un capo mafioso– distan de ser los habituales cuando es cuestión de la relación del gobierno con sus equivalentes de otras latitudes, es con toda seguridad una suerte que a la presidenta no se le haya ocurrido pedirle encabezar las negociaciones con los representantes de Estados Unidos, Japón y los integrantes de la Unión Europea.
Pues bien, aunque de acuerdo común Moreno es una persona sumamente vigorosa, se ha encargado de tantas tareas últimamente, de las que la más reciente consiste en el reparto de papel para diarios, que no podrá sino cometer algunos errores. Es de esperar que éstos no sean demasiado graves, ya que todo hace pensar que la economía ha entrado en una fase bastante agitada al agotarse el "modelo" voluntarista improvisado por los Kirchner en base a lo que heredaron del presidente interino Eduardo Duhalde y, como si ello no fuera más que suficiente, se ha oscurecido el panorama internacional debido a la crisis de la Eurozona y la ralentización prevista de la "locomotora" china. Además de tener que hacer frente a una tasa de inflación que está entre las más elevadas del mundo –lo estaría aun cuando las estadísticas del Indec reflejaran la realidad–, el Poder Ejecutivo Nacional se ha visto constreñido a frenar el aumento del gasto público, como ya están tratando de hacer los gobiernos de muchas provincias, lo que hace virtualmente inevitable una confrontación con sindicatos reacios a conformarse con aumentos salariales inferiores al 18%.
Otro problema que mantendrá plenamente ocupado a Moreno es el provocado por la sequía que amenaza con privar al país de un cantidad enorme de divisas. Luego de haber acusado a los ruralistas de sobreactuar "dramatizando" la situación provocada por la falta de lluvias en amplias zonas del país, el ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, finalmente se ha dado cuenta de que la emergencia de la que hablan es auténtica y ha reconocido que al gobierno le corresponde intervenir para atenuar las consecuencias. Según los informes más recientes, las pérdidas ya inevitables provocadas por la sequía alcanzarán varios miles de millones de dólares, lo que forzará al gobierno no sólo a reducir los gastos programados sino también a tomar medidas para salvar de la bancarrota a miles de chacareros.
Aunque Moreno no es directamente responsable de las relaciones con el campo, la sequía que está causando estragos en buena parte del país está destinada a ocasionarle muchos dolores de cabeza debido a su impacto en la balanza comercial. Moreno ha hecho de la defensa del cada vez más precario superávit comercial una prioridad absoluta, razón por la que es de prever que redoble sus esfuerzos por obstaculizar aún más las importaciones por los medios que fueran, sin preocuparse del todo por las consecuencias, perjudicando de tal modo no sólo a los consumidores sino también a las muchas empresas que dependen de insumos procedentes del exterior para continuar funcionando.