Misión secreta de Cristina en el Paraguay por pedido del papa Francisco
Uno de los motivos no divulgados del viaje de la Presidente a la tierra de Solano López. ¿Quién fue el López Rega de su comitiva?
El entonces presidente Juan Domingo Perón, con problemas de salud bastante serios, fue llevado por iniciativa de José López Rega al Paraguay y estuvo a la intemperie un largo rato a merced del frío y la llovizna.
Fue el principio del agónico final del viejo caudillo. Los médicos no pudieron hacer nada para evitar que se expusiera al anciano a condiciones climáticas que deterioraron su salud. Poco después de esa visita inoportuna, el 1 de julio de 1974 falleció Juan Perón. Los dedos acusatorios se volcaron masivamente señalando al brujo y fundador de la Triple A como la persona que aceleró la muerte del caudillo.
Hace solo horas, Cristina Fernández fue al Paraguay y aunque no es comparable ni en edad ni en salud al Perón de 1974, tampoco parecía razonable exigirle que se expusiera a los vientos helados y muy crueles en la intemperie. Nos dicen que el Protocolo del Paraguay es minucioso en ese detalle que un jefe de Estado ni bien llega a su territorio, hable en público a la par que le dan la bienvenida.
Pero si del lado argentino le hubieran expuesto que Cristina no está para permanencias al aire libre en condiciones climáticas algo crueles, también se hubiera podido llegar a un entendimiento razonable. Algo así como recepción exprés y pronto a un salón cubierto.
Pero ya nadie se atreve a darle indicaciones a la Presidente, ni siquiera para resguardarle la salud. Y conste que la visita ya había sido suspendida por un cuadro de faringolaringitis. Así que recuperada y expuesta al frío no parecía lo más sensato.
El pretexto de la visita al Paraguay fue la restitución de bienes del mariscal Francisco Solano. Hubo un motivo menos protocolar pero más de fondo, que fue arreglar los números de la deuda que la Argentina tiene con el Paraguay por el uso de YACYRETÁ. Le demos mucho dinero a los paraguayos y ellos lo vienen reclamando, pero dicen que ya hay un acuerdo de pago en cuotas.
El otro motivo que hasta hoy fue secreto de la visita tiene que ver con un pedido que le formuló el Papa Francisco a la Presidente.
Tema delicado si los hay para la Iglesia Católica. El Arzobispo de Asunción, Monseñor Pastor Cuquejo, pertenece a la Orden de los Jesuitas y tiene una gran relación con Francisco. Y se le viene un tsunami encima por culpa de un sacerdote argentino que se encuentra ejerciendo en Ciudad del Este, una especie de Padre Grassi con múltiples denuncias por abuso de menores, pedofilia y atrocidades similares incompatibles tanto con las leyes como con la investidura sacerdotal. Se trata de Carlos Urritigoity, nombrado allí por el obispado de esa ciudad de la Triple Frontera para desarrollar una misión entre los jóvenes.
Las primeras denuncias contra el cura argentino fueron publicadas en la prensa norteamericana y si bien el obispo de Ciudad del Este declaró que era una persecución infundada, tanto el jesuita Cuquejo como otros prelados uruguayos a quienes Francisco envió casi como interventores del obispado, están convencidos que las denuncias son ciertas.
Debe ser muy compleja y burocrática la estructura del Vaticano para remover o trasladar de un plumazo a un sátrapa sexual, pero tampoco se le puede pedir a Francisco que haga en un año lo que la Iglesia de Roma no hizo en un milenio y medio de existencia.
Francisco le pidió a Cristina que participara de esa especie de salvataje de la imagen de Cuquejo para que no quedara salpicado ni él ni la Iglesia del Paraguay en esta trama siniestra.
No se nos dijo en detalle cómo se plegó Cristina a esta operación, pero lo cierto es que le hizo "la segunda", "el aguante" o como quiera llamarse al Arzobispo de Asunción, una operación de la que también participó el Presidente del Paraguay Horacio Cartes.
Sin duda que el vínculo de Francisco con la Jefe de Estado argentina pasa por el mejor momento.
Lo que aún flota en el oficialismo es la exposición climática a la que fue sometida Cristina, y el recuerdo casi actuando como un reflejo condicionado de aquel macabro episodio en el cuál José López Rega aceleró el final de Juan Domingo Perón hace justo cuatro décadas.