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Mirar a Borges con anteojeras

* Por Ricardo Roa. Acostumbrado como pocos a intolerancias y prejuicios ajenos, para Borges no habría tenido ninguna importancia.

Se cumplen hoy 25 años de la muerte del más grande escritor argentino y será recordado mucho más afuera que entre nosotros.

En Milán se abrió esta semana "El Atlas de Borges", una muestra itinerante que ya recorrió 17 ciudades, organizada por la Fundación Borges y auspiciada por el ministerio de Cultura porteño. Hay homenajes también en Roma y Venecia. Y el Instituto Cervantes de España lanzó maratones de lectura en nada menos que 44 países (ver pág. 44).

Lo de aquí deja la impresión de que Borges no nació en la Argentina . Apenas una lectura de poemas junto a la Torre de Babel, armada con libros en la plaza San Martín. Y el jueves una mesa redonda en el Centro Cultural Borges, que es privado. El gobierno central se limitará ahora a una exhibición de libros y apuntes en la Biblioteca Nacional.

Borges se habría tomado semejante contraste con humor, como cuando un grupo de activistas interrumpió su clase en la facultad de Filosofía y Letras. "Doctor, tenemos que suspender porque es el aniversario del Che Guevara".

"No soy doctor, soy bachiller" , corrigió y agregó: "No veo motivos para eso". Y cuando el grupo amenazó con cortar la luz, dijo: " He tomado la precaución de ser ciego , esperando precisamente este momento".

Eran años en que Borges era acusado de las peores cosas. Nacionalistas, peronistas y la izquierda le escapaban a sus libros como a la peste, lo trataban de cipayo y boicoteaban sus clases.

Eran, en realidad, ciegos ante un genio al que consideraban extranjerizante y escribió las páginas más agudas y profundas sobre el país y, en especial, sobre Buenos Aires.

Y además el ejemplo de aprender hasta el final: eligió morir en Ginebra y allí, cuando le quedaba poquísimo tiempo de vida, se puso a estudiar árabe.

Quería leer Las Mil y Una Noches en su lengua original. Han pasado 25 años. Nadie está obligado a sentir amor por él. Ni siquiera a leerlo. Lo que no se puede hacer es ignorarlo. Menos, el Gobierno.