Minerías abiertas, un gran debate
La apertura de minas a cielo abierto, al igual que el desmonte de los bosques naturales, debe ser objeto de una rigurosa valoración técnica...
... y un responsable debate ciudadano e institucional.
La minería a cielo abierto, como el desmonte de los bosques naturales o cualquier otra innovación tecnológica sospechada de depredar la naturaleza o dañar el medio ambiente, es objeto de grandes y encendidas controversias. La instalación de la planta de celulosa Botnia, sobre el lado oriental del río Uruguay, creó un conflicto diplomático que recién comenzó a disiparse con el fallo del tribunal de La Haya, pero dejó hondas secuelas en ambos países.
El ambientalismo ha cobrado una gran fuerza en el mundo entero e influye sobre todas las agrupaciones políticas, desde las conservadores a las liberales y las socialistas. Incluso hay partidos ambientalistas con representación parlamentaria o en coaliciones de gobierno.
Uno de los grandes temas de la modernidad es el del "calentamiento global" o "efecto invernadero", provocado por la emisión de gases y sustancias de origen industrial que han generado cambios climáticos y enfermedades, además de alterar el orden de la naturaleza.
Sin embargo, sigue siendo un tema de encendidos debates y las opiniones están divididas aun entre los científicos y los técnicos.
Hay, por otra parte, casos y casos. Desmontar bosques en forma indiscriminada y masiva es una cosa. Otra es levantar empresas en lugares montañosos o alejados de los centros urbanos, obligadas a cumplir con todas las reglamentaciones internacionales. Y otra es instalarse en la montaña, pero hacer un uso intensivo de recursos que, como el agua, suelen ser un bien escaso, demandado también por agricultores, otras industrias y la misma población para su consumo.
En el caso de Botnia, el tribunal de La Haya dictaminó que no era contaminante ni por aire ni por agua y la única objeción que le hizo al gobierno oriental es no haber cumplido de modo estricto con las disposiciones del Tratado del Río Uruguay, un tema jurídico y no ambientalista.
Las empresas mineras que trabajan a cielo abierto se han convertido en grandes fuentes de ingresos para algunas provincias argentinas, pero expertos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inti) advierten que antes de iniciar una explotación de esta naturaleza debería considerarse si las empresas no pueden ser reducidas en su escala y usar mucho menos cianuro y agua dulce que los que emplean ahora.
Al igual que las fábricas de celulosa al estilo Botnia, hay empresas de los países más desarrollados del mundo cuyo impacto sobre el medio ambiente es mínimo o nulo.
Lo cierto es que el debate debe darse con seriedad y responsabilidad en todos los ámbitos que correspondan, desde las instituciones científicas hasta las legislaturas provinciales e incluso en el Congreso Nacional, sin dogmatismos, sin intolerancia, sin autoritarismo. Y no actuar sobre los hechos consumados sino antes de que las inversiones sean aprobadas.
La minería a cielo abierto, como el desmonte de los bosques naturales o cualquier otra innovación tecnológica sospechada de depredar la naturaleza o dañar el medio ambiente, es objeto de grandes y encendidas controversias. La instalación de la planta de celulosa Botnia, sobre el lado oriental del río Uruguay, creó un conflicto diplomático que recién comenzó a disiparse con el fallo del tribunal de La Haya, pero dejó hondas secuelas en ambos países.
El ambientalismo ha cobrado una gran fuerza en el mundo entero e influye sobre todas las agrupaciones políticas, desde las conservadores a las liberales y las socialistas. Incluso hay partidos ambientalistas con representación parlamentaria o en coaliciones de gobierno.
Uno de los grandes temas de la modernidad es el del "calentamiento global" o "efecto invernadero", provocado por la emisión de gases y sustancias de origen industrial que han generado cambios climáticos y enfermedades, además de alterar el orden de la naturaleza.
Sin embargo, sigue siendo un tema de encendidos debates y las opiniones están divididas aun entre los científicos y los técnicos.
Hay, por otra parte, casos y casos. Desmontar bosques en forma indiscriminada y masiva es una cosa. Otra es levantar empresas en lugares montañosos o alejados de los centros urbanos, obligadas a cumplir con todas las reglamentaciones internacionales. Y otra es instalarse en la montaña, pero hacer un uso intensivo de recursos que, como el agua, suelen ser un bien escaso, demandado también por agricultores, otras industrias y la misma población para su consumo.
En el caso de Botnia, el tribunal de La Haya dictaminó que no era contaminante ni por aire ni por agua y la única objeción que le hizo al gobierno oriental es no haber cumplido de modo estricto con las disposiciones del Tratado del Río Uruguay, un tema jurídico y no ambientalista.
Las empresas mineras que trabajan a cielo abierto se han convertido en grandes fuentes de ingresos para algunas provincias argentinas, pero expertos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inti) advierten que antes de iniciar una explotación de esta naturaleza debería considerarse si las empresas no pueden ser reducidas en su escala y usar mucho menos cianuro y agua dulce que los que emplean ahora.
Al igual que las fábricas de celulosa al estilo Botnia, hay empresas de los países más desarrollados del mundo cuyo impacto sobre el medio ambiente es mínimo o nulo.
Lo cierto es que el debate debe darse con seriedad y responsabilidad en todos los ámbitos que correspondan, desde las instituciones científicas hasta las legislaturas provinciales e incluso en el Congreso Nacional, sin dogmatismos, sin intolerancia, sin autoritarismo. Y no actuar sobre los hechos consumados sino antes de que las inversiones sean aprobadas.