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Mi regalo de hoy para Cristina

* Por Carlos M. Reymundo Roberts. Como todo el mundo, frente al pesebre de Navidad no tengo otra cosa que buenos sentimientos. Por eso, hoy quiero poner la columna, que en alguna ocasión se ha permitido cierto tono crítico o zumbón, al servicio del espíritu de estas Fiestas.

Sí, hoy se impone una pausa en el debate de los temas que dividen al país; se impone una mirada más desapasionada. Lo que la sociedad espera en estas horas es que prime la concordia, la paz, la unión, el respeto. Y la generosidad. Imbuido, pues, de este espíritu, me apresto a dejar junto al arbolito de Navidad algunos presentes para las personalidades que, más allá de sus errores y limitaciones -finitos somos todos-, cada día ponen lo mejor de sí para que nuestra querida Argentina vuelva a ocupar un lugar de privilegio en el concierto de las naciones.
El obsequio más grande es para Aníbal Fernández. Al verlo tan degradado, y por ende tan tristón, había pensado en alegrarlo con una embajada. Una gran embajada. La de Washington, por ejemplo, que después de haber acogido a Héctor Timerman es como que todo le parece bien. Pero para quien ha llegado a la cumbre del Gabinete, ese puesto puede saberle a poco. Y además hay que ver cómo le caería vivir tan lejos de Quilmes, su lugar en el mundo. También pensé en regalarle una foto de Nilda Garré, para que se entretuviera jugando a los dardos. Finalmente, no reparé en gastos: le voy a regalar un nuevo gobierno. Porque en este de CFK ya no tiene prácticamente nada que hacer.
A Amado Boudou quería sorprenderlo con una moto de mayor cilindrada que la suya, pero me dicen que no existe (la moto). ¿Una goma para borrar su pasado? ¿Un ministerio sin Secretaría de Comercio Interior? ¿Un plan de pago al Club de París que alguien se tome en serio? No, ya está: un buen manual de economía.
¿Julio De Vido? Le voy a regalar 120 casos Skanska, porque el ministro tiene razón: dice que ningún juez se interesa en él.
A la Garré le obsequiaré el derecho de uso de la goma borrapasado de Boudou: no se crean que ella siempre miró a la izquierda tan de cerca.
Pensándolo bien, una sola goma no va a alcanzar. Me haré de un stock para cuando empiecen a llegar los pedidos.
¿Guillermo Moreno? Creo que le gustará recibir una foto de Néstor Kirchner, el hombre que le ordenó terminar con el Indec. Ahora que contrataron al FMI para reconstruirlo, Moreno ha de estar atacado de extrañitis . Ahí tiene un retrato de su jefe, don Guillermo: cuéntele sus penas. Y dígale también que lo de Papel Prensa viene muy mal para el Gobierno. Y para usted.
En el caso de Daniel Scioli, se me ocurrió preguntarle qué necesitaba. Enigmático, me contestó: "No, sería mucho pedir".
A Hugo Moyano le llevaré un troquel de remedio trucho, parecido a esos que gestionaba la obra social de los camioneros, por si en el apuro no le quedó ninguno. O puedo ser más desprendido y regalarle otra empresa, para que en no mucho tiempo llegue a constituir su propia UIA.
Uno de los presentes más difíciles es el de Ricardo Jaime. Es que no le falta nada.
También, claro, me acordé de la oposición. Al radical Ernesto Sanz, que quiere ser candidato presidencial, le vendría bien un spot de una hora y media en la TV abierta y en horario central, cosa de que los encuestadores no tengan que explicar quién es cuando salen a medirlo. A Mauricio Macri, una cámara con gran angular, para que pueda sacarle una foto a la villa 31; y si no le alcanza para la 31 bis, le regalo otra. A Julio Cobos, un inflador. A Ricardo Alfonsín, un "feliz Navidad, la casa está en orden". A Binner, una pastilla de sex appeal . A Felipe Solá, una foto de él firmada por él. A Carlos Reutemann, una senadora de su bloque que no se le vaya con otro. A Lilita Carrió, su gran sueño: una casa de color claro con balcón a la Plaza de Mayo. A Eduardo Duhalde, nada, porque el Gobierno ya le ha hecho llegar unos cuantos presentes (griegos). A Francisco de Narváez, un asesor: es el que le falta para alcanzar los 500. ¿Y no hay nada para Carlos Menem? Bueno, es que ésta es la lista de opositores.
Por supuesto, pensé especialmente en Cristina. Quiero sorprenderla. A ella y a todos los que leen esta columna. Al pie de su arbolito dejaré un sobre, y en su interior, una esquela sencilla: "Señora, no ha tenido un año fácil. Sinceramente, muy feliz Navidad".