Méritos propios y ajenos detrás del voto a Cristina
*Por Mariano Pérez de Eulate. Bucear en las razones de la masiva adhesión que consiguió el domingo Cristina Kirchner es un ejercicio apasionante. Para algunos revestirá simpleza, para otros complejidad.
Primero lo obvio. La Presidenta logró la mitad de los votos emitidos en las primarias abiertas porque del otro lado, en ese amplio y variopinto abanico opositor lleno de egocentrismos, ningún actor logró sintetizar una opción política que transmitiera la sensación de ser una alternativa real de poder.
Para decirlo en forma lineal: tal como venían los sondeos previos, que mostraban una considerable adhesión a Cristina, era prácticamente imposible que alguno de los 9 candidatos opositores le diera un susto de envergadura. Ninguno de los que se presentó en la interna abierta mostró capacidad para polarizar con ella y su proyecto político.
Tal vez el único que, hasta ahora, ha logrado ese fenómeno es Mauricio Macri, que en la reciente elección porteña dibujó una fuerte polarización con el kirchnerismo de la Capital Federal e incluso terminó ganando ese desafío local. Pero, se sabe, Macri no fue candidato el domingo y no tuvo referente presidencial anotado en las primarias. Cristina, al final, fue la candidata más votada por ese electorado capitalino que, hace apenas un par de semanas, le
había dado la espalda a Daniel Filmus, su delegado.
EL MAPA OPOSITOR
Hay que detenerse en la oposición. Es casi caricaturesco lo que sucedió en los últimos años con el arco no kirchnerista.
El radicalismo pasó de tener un candidato presidencial imbatible llamado Julio Cobos, paradójicamente el vicepresidente de la Nación, quien luego de su rechazo a la resolución 125 trepó tanto en la consideración popular que muchos lo dieron como el sucesor inevitable de Cristina. La UCR, además, recibió cierta amnistía popular a errores del pasado luego de la muerte de Raúl Alfonsín y volvió a oler el poder. Y entonces, acaso por esa sensación de que podían ir por todo, surgieron dos precandidatos más: Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz. Por insistencia del primero, anunciaron una elección interna absurda, innecesaria, que terminó antes de empezar. Y que dejó a "Ricardito" con demasiada gente enojada dentro de su propio partido.
Para colmo, voló por los aires el Acuerdo Cívico y Social que los radicales integraban con los socialistas, el GEN de Margarita Stolbizer y demás fuerzas. Un polo progresista que en su momento contó con Elisa Carrió. Pero ella sólo concebía esa alianza si la candidatura mayor recaía en ella. Conclusión para Lilita: el domingo salió sexta. "Un papel sin relevancia", dijo ella misma ayer, en conferencia de prensa.
Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá esbozaron un intento de unificación del peronismo antikirchnerista, que había visto licuar su proyección y había quedado huérfano de liderazgo nacional cuando se pelearon, luego del triunfo de 2009, Francisco de Narváez, Macri y Felipe Solá. Pero el bonaerense y el puntano, cuando disputaban una interna para ver quién sería el postulante presidencial del espacio, también se pelearon y se acusaron mutuamente de jugar sucio y robarse los votos. Conclusión: el domingo fueron separados y quedaron muy lejos de
Cristina.
FUERZA UNIFICADA
La contracara de todo eso, más allá de episodios de rebeldía recientes, es el kirchnerismo, que se ha mostrado unificado de cara al desafío electoral. Nunca estuvo en duda la candidatura de Cristina, quien, además de buena imagen en las encuestas, tiene una formidable caja para gestionar y hacer política.
"La gente, salvo excepciones como la de Catamarca este año, está votando a los oficialismos", decían ayer los encuestadores en los canales de televisión para explicar por qué los candidatos de la Presidenta perdieron antes en los distritos donde ahora ella logró excelentes actuaciones. Cristina, al fin y al cabo, es oficialismo a nivel nacional. Eso hablaría, pues, de cierto conservadurismo del elector argentino. Votar lo seguro.
Evidentemente, al oficialismo lo afectaron mucho menos de lo que algunos imaginaron los recientes escándalos que parecían destinados a manchar la gestión cristinista. El desmanejo de fondos públicos en el caso Schoklender, el episodio de las tomas de tierras del porteño Parque Indoamericano o las imágenes de desbordes recientes en Jujuy y Tucumán por problemas habitacionales no resueltos en los últimos ocho años K, no parecen haber tenido una influencia relevante en las urnas.
Nada de eso. A riesgo de sonar irrespetuoso, la Presidenta parece beneficiada aún por esa dosis de empatía popular que la cubrió luego de la súbita muerte de Néstor Kirchner, el verdadero arquitecto del proyecto iniciado en 2003. Cada aparición con el estricto luto, cada lágrima derramada frente a los micrófonos no han hecho más que beneficiarla y reforzar el vínculo con la gente. La han humanizado.
Nadie podría discutir, sin embargo, que también ha habido otros aciertos en el oficialismo. Ha sabido transmitir una sensación de previsibilidad y ha sido hábil para seducir a sectores de la juventud. Tampoco puede soslayarse la construcción de un liderazgo que, a la luz de los resultados, ha resultado confiable para la gran mayoría.
Medidas como la asignación universal por hijo y la movilidad jubilatoria han tenido, además, un impacto concreto en amplios sectores de la sociedad.
La buena performance de Cristina tal vez podría explicarse también en los niveles de consumo que vive el país (recordar los récords de venta de autos, para citar sólo una variable) que acaso tengan más peso en el imaginario popular que el factor inflacionario, negado por el Gobierno pero ratificado en las góndolas de los supermercados y en el rezago de los salarios respecto al aumento de los precios.
El ciclo económico mundial ascendente no es mérito del Gobierno pero éste si supo aprovecharlo, aún cuando -como dicen los economistas- haya algunas inconsistencias del modelo que ya empiezan a notarse y que el mundo está entrando en una crisis que invariablemente, con más o menos impacto, también tendrá repercusiones en el país. Las imágenes de un mundo conmovido por la crisis y una Argentina en calma también parecen haber sido un factor clave en la elección del domingo.