Mensaje de agradecimiento, pero que arrojó varias pistas políticas
*Por Eduardo Van Der Kooy. Al menos, en dos aspectos, Cristina Fernández no pareció anoche la misma que acompañó durante ocho años, hasta el miércoles pasado, a Néstor Kirchner en el poder. Asomó una mujer con el ánimo todavía estragado, que hizo esfuerzos para disimularlo. Aunque no pudo.
No hay registros en su trayectoria de que haya enfrentado otra vez una cámara de televisión en esas condiciones. Naturales por el doloroso trance afectivo que atraviesa. Tampoco se recuerda otra ocasión en que haya recurrido a un papel con apuntes para hablar, para guiarse. Si algo distingue a la Presidente es su capacidad y pulcritud para armonizar el lenguaje de memoria.
Aquellos apuntes a los que recurrió parecieron tener que ver, en su breve discurso, con agradecimientos precisos que no deseaba olvidar.
También fue el primer mensaje en su vida, desde que saltó desde Santa Cruz a la escena grande, en que debió entremezclar la política con los sentimientos. Una combinación antagónica, que no resulta frecuente ni sencilla. De la cual Cristina nunca hizo gala por esa concepción que impera en la política dominada por los hombres, en la cual se acostumbra a relacionar la sensibilidad con la endeblez. Las mujeres del poder, aquí en muchos lugares del mundo, no han podido todavía desarraigar ese vicio.
Aún cuando sus palabras estuvieron humedecidas por la congoja y el agradecimiento, nunca pudieron desvincularse del contexto que le aguarda desde ahora. La Presidente hizo una primera advertencia: no sería éste su momento mas difícil, sino el mas doloroso por la soledad afectiva a la que la condena la desaparición de Kirchner. Podría existir, pese a todo, algún desbrozamiento de esa advertencia.
Las referencias a las dificultades del momentos tendrían nexo inevitable con el año de Gobierno que le queda. Cristina pareció querer dejar en claro dos cosas, dirigidas a la oposición y, quizás, a los medios de comunicación: que no la amedrentan los desafíos objetivos que se visualizan en el horizonte de un país siempre rebelde e imprevisible; que ya habría pasado con anterioridad en su vida por situaciones parecidas. Sabrá ella cuales.
La Presidente hizo un agradecimiento, varias veces reiterado, a todos los ciudadanos que la acompañaron durante los dos días de los funerales de Kirchner. Pero le dedicó un párrafo especial a los jóvenes.
Ese aparte podría encerrar una lectura sobre el pasado y otra sobre el presente, capaces de enlazarse. Los Kirchner, una vez que llegaron al poder, tal vez nunca antes, empezaron a sentirse representantes tardíos de la generación de los 70, que había quedado trunca por la incomprensión que tuvieron frente a Juan Perón y por la posterior irrupción de la dictadura, que aniquiló a muchos de ellos. El matrimonio fue creyendo cada vez mas, a medida que progreso su Gobierno, en la posibilidad de resarcir a una generación que estuvo marcada por el fracaso político y la tragedia.
Esa convicción disparó dos fenómenos. La paulatina incorporación de Máximo, el hijo mayor de
ellos, a la actividad política. Ese joven, de aspecto exterior desastrado como el de su padre, empezó a mechar el control de los negocios inmobiliarios en Santa Cruz con la militancia. En el 2007 fundó la agrupación "La Cámpora", en homenaje al ex presidente (Héctor. J. Cámpora, un dentista conservador de San Andrés de Giles) cuyo paso mas recordado por la política fue haberle cubierto un tiempo las espaldas a Perón y haber dictado una amplia amnistía a los presos políticos, que desagradó por entonces al anciano general.
La figura de Máximo cobró notoriedad pública en el velatorio de Kirchner, siempre al lado de Cristina y hablándole en cada circunstancia a sus oídos. Esa figura quedó grabada además en una fotografía simbólica que, de nuevo, podría tender un puente entre aquel pasado y el presente: su brazo alzado con los dedos en "V", en la cabecera del cajón donde yacía su padre, poco antes de que el cortejo fúnebre saliera de la Casa Rosada. Una fotografía que, sin dudas, pudo recogerse también en algún álbum de aquellos traumáticos 70.
No en vano desde esos días recientes, la figura de Máximo empezó a enredarse con los tiempos políticos que estarían por venir. Había tenido su bautismo hacía poco, cuando Kirchner superó la afección en la coronaria: un acto en el Luna Park donde "La Cámpora" convergió con la llamada juventud sindical, patrocinada por Hugo Moyano. Una necesidad política del ex presidente fallecido que su hijo cumplió al pie de la letra.
También la corroboración de que a cualquier historia resulta imposible calcarla: la otrora JP, la de los 70, jamás hubiera compartido escenarios con la burocracia sindical. A esa burocracia combatían, incluso, con las armas: ¿No fue ese, acaso, una de las razones de la masacre de Ezeiza? ¿No cayó José Ignacio Rucci, también, bajo las balas de la juventud maravillosa?
Las expectativas radican ahora sobre el papel que desempeñará Máximo, que poco ha superado las tres décadas de edad, en el Gobierno que desde ayer conduce sola Cristina. Si la Presidente replica el esquema de toma de decisiones que sostuvo junto a Kirchner estos años, habría que augurarle a Máximo, por lo menos, un papel bien importante.
¿Por qué? Porque las grandes decisiones de los Kirchner se tomaron siempre entre cuatro paredes. De última, las tomaron ellos dos. Simplemente porque los créditos de confianza que concedían el matrimonio fueron austeros y limitados. El confiaba sólo en ella. Y ella en él.
Si el esquema se mantuviera, Máximo podría ocupar la vacante de confianza aunque muy difícilmente, en cambio, la que llenaba su padre con la articulación de los poderes imprescindibles para apuntalar el Gobierno de Cristina.
Aunque la Presidente no lo dijo de modo explícito, del entramado de su mensaje podría inferirse que no considera necesarios cambios en el desarrollo de la administración. "¿Por qué cambiar justo ahora"?, dijo al concluir el funeral. Ni cambios de nombres ni cambios de políticas. Al menos, en estas horas de la reinaguración.
Entre tantos agradecimientos, la Presidente omitió cualquier referencia a la oposición política que, en su mayoría, se acercó a la Casa Rosada para darle las condolencias. La oposición no recibió un sólo gesto de concordia en esos días: se desechó al Congreso como sede para el velatorio, mas allá de algunas reparaciones que se están haciendo en el edificio; tampoco se incluyó una escala frente al Parlamento en el largo recorrido que hizo la caravana fúnebre, que recaló en Aeroparque para volar hasta Río Gallegos.
Esas omisiones de la Presidente confirmarían la idea de que los tiempos venideros pretenden ser iguales o parecidos a los tiempos que ya fueron. Podría pensarse, entonces, que la pregonada "profundización del modelo" guardaría relación lo que sucedió luego de la derrota electoral del 2009. Por tomar algunas declaraciones del ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el temor a que ese modelo se profundice " a las patadas".
No sería ese, sin dudas, un pronóstico alentador. Aunque todavía resta saber todo lo que hará Cristina. Sus primeras palabras son apenas pistas, conjeturas provisionales.