Mendoza y el agua
*Por Mario J. Valencia. El autor propone un modelo de inversión integral para el tema en la provincia.
Según las definiciones más clásicas, se considera la inversión como el aumento en la acumulación de capital, y este como el activo capaz de generar flujos de ingreso.
Lo significativo y diferente es la consideración actual del concepto de ingreso sostenible, como el cambio en la riqueza que no afecta los activos.
Los preceptos de "Contabilidad Ambiental" consideran cuatro tipos de capital: capital físico (infraestructura, fábricas), capital humano (educación, capacitación, nutrición), capital natural (agua, suelo), capital social (base institucional y cultural).
En el pasado se reconocía al capital natural pero sin embargo "su abundancia" hizo que desapareciera del análisis económico.
La crisis por el agotamiento y el deterioro de los recursos naturales ha vuelto a despertar el interés y preocupación por el capital natural. Existe evidencia que por aumentar irracionalmente la producción de bienes y servicios sin tomar en cuenta el impacto que dicha producción tiene sobre el capital natural, está conduciendo al agotamiento prematuro y a la degradación del mismo.
Esta preocupación ha llevado a considerar el ajuste de la riqueza de un país por el agotamiento (petróleo, reconversión del uso de suelo, deforestación) y la degradación (erosión, contaminación del agua, RSU), de su capital natural.
Es así como en muchos países se está aplicando al cálculo de su PBI, la depreciación del capital físico más los costos de agotamiento y depreciación del capital natural, originando un nuevo indicador económico: el Producto Interno Neto Ecológico (PINE).
Esto que es fundamental para conocer los activos reales de un país, se complementa con el concepto de inversión en capital social, basado en la preponderancia y densidad de asociaciones horizontales diversas.
Existe históricamente un sesgo a favor de la inversión en capital físico, pero un plan estratégico de desarrollo eficaz y equitativo debe incluir programas de inversión sostenida en los cuatro tipos de capital.
Mendoza adoptó desde la época prehispánica y con mayor visión estratégica hacia finales del siglo XIX, un modelo de construcción social y apropiación del territorio basado en el aprovechamiento del agua como su principal capital natural.
Han pasado varias generaciones y contamos hoy con siete embalses (1.800 hm3) y dos mas en proyecto (2.000 hm3) que totalizarán una capacidad de embalse de 3.800 hm3. Doce diques derivadores, 12.500 km de red de canales, 3.500 km de colectores de drenajes, y mas de 12.000 perforaciones de agua subterránea.
La red telemétrica del sistema hídrico cuenta con 93 estaciones remotas, ubicadas en los diferentes puntos de medición (canales, diques, ríos, arroyos), y 7 estaciones nivometeorológicas en la alta montaña. Además, la infraestructura puntual incorpora en la red para una correcta captación, conducción y distribución del agua (reservorios, compartos, aforadores, partidores). Esta infraestructura constituye el capital físico más importante y vital de la provincia.
Profesionales y especialistas mendocinos son referencia nacional e internacional, y participan como expertos en equipos del Banco Mundial, FAO y en los principales programas nacionales relacionados a los recursos hídricos. Este capital humano es producto de un amplio espectro de instituciones públicas y privadas de formación e investigación, más un importante número de organizaciones de la sociedad civil. Todo esto anclado en una histórica y referencial "cultura del agua" de su comunidad.
Esta estructura se sostiene en un componente institucional fundamental de raíz constitucional no menos importante que conforma su capital social: un organismo central territorializado y organizaciones de usuarios, responsables de la gestión y administración del agua a través de 156 inspecciones y 17 asociaciones de cauce, que constituyen la diferencia cualitativa más importante en la conformación de un verdadero sistema, pero además con la potencialidad de poder convertirse en instrumento estratégico para el desarrollo territorial, social y económico.
Si bien los mendocinos valoramos este modelo participativo y perfectible de cogestión, es fundamental adoptar como política provincial, evaluaciones que integren todos estos aspectos. Conocer y poner en valor cuál es la magnitud cuali-cuantitativa de nuestro "activo provincial" (natural, físico, humano y social) que incluso puede resultar potencialmente superior a nuestro PBI, y porque la magnitud y los ritmos del agotamiento de los recursos naturales (reconversión del uso de suelo, deforestación), del deterioro ambiental (erosión, contaminación del agua, residuos sólidos) y su impacto sobre el PBI, son tan importantes que es necesario realizar esfuerzos institucionales asociados a la construcción de mejores indicadores y mejores modelos económico-ambientales.
La inversión en el fortalecimiento y promoción del capital social es quizá el mayor desafío a desarrollar, con más descentralización y fortalecimiento institucional de las organizaciones actuales de usuarios/ciudadanos y fomentando nuevas (agencias de desarrollo territorial, Comités de Cuenca) con verdadera representatividad y acceso a ámbitos de decisión, que posibiliten equilibrar las profundas brechas entre regiones, y promoviendo la igualdad de oportunidades en todos los rincones de la provincia.
Poner en práctica estos instrumentos, en el marco de la Ley de Ordenamiento territorial y el Plan Estratégico Provincial, requiere una fuerte voluntad política que posibilite coherencia en la fijación de las prioridades y las inversiones entre los distintos tipos de capital, que otorgue a Mendoza una competitividad territorial sustentable y eficacia en la búsqueda de una mejor calidad de vida para todos los mendocinos.