Mendoza, la tierra prometida
*Por Carlos Salvador La Rosa. El autor desmenuza, de cara a las próximas elecciones, las tendencias de los mendocinos y su relación con la orientación mayoritaria del voto nacional. En ese contexto, analiza las chances de los competidores y el escenario que a futuro tendrá cada uno, según el triunfo o la derrota.
Por sus características históricas, culturales e institucionales, Mendoza suele convertirse frecuentemente en una especie de laboratorio político de tendencias que luego se extenderán al resto del país o, al revés, de tendencias que habiendo perdido entidad en las otras provincias argentinas, acá siguen permaneciendo.
Así, en 1987 se incorporó a las jurisdicciones ganadas por la renovación peronista, pero cuando esta corriente política fue decayendo inexorablemente a inicios de los ‘90 con el arribo de Menem, en Mendoza se mantuvo en el gobierno casi hasta finalizado el siglo. No sólo eso, incluso en nombre de parte de esa renovación, desde acá surgió el candidato presidencial que en 1995 desafió la hegemonía de Menem.
Luego, ya con Fernando De la Rúa en el poder, el radicalismo local gobernante en ese entonces, pudo soportar la catastrófica caída de dicho presidente y además sucederse en el poder, desde Roberto Iglesias a Julio Cobos, deviniendo casi la única isla radical entre las provincias medianas o grandes, frente al océano de aguas casi enteramente justicialistas.
Pero después, desde la misma isla radical nació el más grande intento kirchnerista de alianza o cooptación (según se lo valore positiva o negativamente) de la principal oposición a nivel nacional. Aunque también fue desde Mendoza y por Mendoza, que dicho intento fracasó en sus ambiciones mayores, hasta apagarse con más pena que gloria.
En base a esos antecedentes, y a muchos otros más, es que las elecciones de octubre en Mendoza han adquirido una importancia que excede a lo local. En parte porque en el resto del país, tanto a nivel nacional como de provincias, los resultados ya han acontecido o, si no, están más o menos "cantados", mientras que acá todavía nada está dicho. Y, de otra parte, porque las alineaciones políticas que se están conformando en Mendoza, triunfen o no en los comicios, pueden prefigurar futuras coaliciones o alianzas, particularmente en el deprimido espectro opositor nacional.
Para el peronismo, hoy Mendoza es más que nunca la tierra prometida, el sitio prodigioso que desearían conservar a como dé lugar, no por su importancia numérica (ya que si hay algo que en la actualidad le sobra al kirchnerismo son votos) sino por su inmensa importancia simbólica: si acá la Presidenta Cristina Fernández impusiera su candidato a gobernador, habría logrado un triunfo dentro del espectro de las provincias más rebeldes a su hegemonismo (donde además de Mendoza se incluye a Santa Fe, Córdoba y Capital Federal).
Por su lado, el gobernador Celso Jaque podría romper con el estigma de su mala relación con la opinión pública local, ya que un eventual triunfo de la fórmula Pérez-Ciurca lo sumaría también como uno de los ganadores.
Finalmente, y no es un dato menor de acuerdo a la historia reciente, que el justicialismo se imponga en la tierra de Cobos, aunque éste no participe directamente en la elección, implicaría la conquista definitiva del lugar de origen de quien durante estos años fuera, primero el principal aliado político y luego el principalísimo enemigo político del kirchnerismo. De allí que Cristina está tomando muy en serio su aporte personal para la campaña local.
De imponerse Roberto Iglesias en la gobernación, no sólo que el radicalismo habría recuperado una de las provincias más importantes del país sino que podría jactarse de tener a la única provincia del país bajo su conducción, ya que el resto de las pocas gobernadas por ese partido son todas, de hecho, radicales K, no opositoras. En otras palabras, Mendoza gobernada otra vez por Iglesias devendría el territorio provincial desde el cual podría iniciarse la reconstitución del radicalismo luego de su seria crisis actual.
El Partido Demócrata no tiene, en esta ocasión, menos ilusiones que los dos grandes partidos que han gobernado Mendoza desde 1983 a la fecha. Quizá no guarde tantas aspiraciones como los otros dos de imponerse en la gobernación, pero un buen resultado no sólo reconstituiría a un partido provincial hoy muy empequeñecido de acuerdo a su importancia histórica sino que sería el "laboratorio" político de una posible alianza opositora nacional: aquélla que sume a los Rodríguez Saá en tanto peronistas disidentes en pie con el liberalismo de Mauricio Macri, ya que ambas figuras con proyección nacional, apoyan a los demócratas en Mendoza.
Hasta las huestes locales de Hermes Binner tienen cifradas sus esperanzas, no sólo en aumentar la performance de su candidato presidencia, sino también de que sus alianzas municipales con algunos intendentes radicales puedan constituirse en aportes de una futura reunificación entre socialistas y radicales (como es la coalición que hoy gobierna Santa Fe), después de las divisiones y "chicanas" motivadas por los fuegos de artificio entre ambos, que derivan de la competencia electoral de octubre.
En síntesis, como casi siempre, Mendoza vuelve a ser la tierra prometida de las más diversas aspiraciones políticas debido, en gran parte, al voto siempre interesante de sus ciudadanos, esos que desde 1995 a la fecha vienen votando cada dos años por un partido diferente al que votaron la vez anterior (con una sola excepción entre 2003 y 2005), ratificando su notable independencia de criterio.