Memorias de un boticario que le inyectó grandes dosis de cultura popular a la calle Corrientes
Eduardo Dosisto nació en una casa de Villa del Parque en 1940 cuando era costumbre sacar las sillas a la vereda para tomar un poco de aire. Es boticario, presidente honorario de la Asociación de Amigos de la Avenida Corrientes y fue amigo incondicional de Tita Merello. Hoy nos cuenta sobre aquella Buenos Aires perdida en los dobleces del tiempo, el ritmo frenético de la calle que nunca duerme y los berrinches que le hizo la morocha argentina.
"Yo soy así”, cantaba Tita Merello, y su amigo entrañable Eduardo Dosisto lo tomó al pie de la letra, al punto de quebrarse (mejor dicho, de emocionarse hasta las lágrimas, porque "quebrarse" es como el colmo del farmacéutico) al recordar alguna anécdota con La Piba de Buenos Aires.
Dosisto reconoce que dos por tres Tita lo ha mandado a freír churros. Sin embargo, él le sostuvo la mano hasta el día en que partió, aquella triste víspera de Navidad de 2002 en una cama de la Fundación Favaloro.
Es que como buen amigo, seguramente supo entender que la dura infancia de Tita marcó a fuego su áspero temperamento y su carácter indomable.
Periodista: ¿Eduardo, cómo conociste a Tita Merello?
Eduardo Dosisto: Bueno, viendo un día una nota con Lucho Avilés me entero que Tita vivió en Corrientes al 1300. Entonces le digo a quien fuera un incansable gestor de nuestra cultura, el querido Ben Molar: “Quiero conocer a Tita”. El facilita el encuentro. Llega el día, voy al restaurante de al lado de su casa. Me acuerdo que yo llevaba un Movicom de esos gigantes y ella me dice: “¿Qué traés ahí, no vas a grabar nada, no?”.
P: Arrancaron mal (risas). Cómo era esa Tita que vos conociste...
E.D: Ella no quería mostrarse como adulta mayor porque era muy coqueta. Por ahí iba al Tortoni y salía Fanego (el gerente histórico) y le alcanzaba al auto un pan dulce porque ella no quería bajar, no quería que la vieran, por eso daba entrevistas por radio pero no por TV.
P: ¿Y con vos cómo era?
E.D: Me hizo las mil y una. Me habrá echado unas treinta veces. Por ahí me decía: “No te quiero ver más”. Era así, pero tenía un corazón inmenso, súper bondadosa.
P: En tu oficina hay un cuadrito con una foto de jovencita que dice: "Dosisto yo fui así, guardame". Resume todo en sólo cinco palabras, no?
E.D: Sí. Y tengo una servilleta que guardo para siempre. Es un agradecimiento y arranca llamándome "Dosi"; siempre me decía así. Me la dio para un cumpleaños de ella cuando vivía en Marcelo T. de Alvear y Rodríguez Peña. Yo le llevé un perfume de regalo y ella me dio algo de la confitería y una camisa que -según ella- era color "papal". La camisa es violeta asi que nunca entedí lo de color papal porque para mí los Papas se visten de blanco. Debe ser el color de los Papas de la época de ella (ríe). Es una camisa hermosa, todavía la tengo. Ahí me escribió la servilleta.
P: Volvamos al restaurante y al Movicom…
E.D: Bueno, le dije que quería poner una placa en la puerta donde vivió. Enseguida dijo: “Nunca nadie me dio un Martín Fierro y vos querés hacerme una placa; se la van a afanar”. Yo le dije que si se la robaban, poníamos otra y listo. La convencí, hicimos un acto y colocamos la placa.
P: ¿Se emocionó?
E.D: No vino. Al otro día me llamó y me dijo: “Muy linda la placa, ahora vamos a ver quién la va a limpiar”
P: Me enternece su malhumor que parece pedir que la quieran un poco. Decime que no se robaron la placa…
E.D: Se la robaron nomás, Tita tenía razón. Entonces le dije que no se preocupe que le íbamos a hacer un monolito.
P: ¿Y qué dijo?
E.D: Que no le gustaba porque los perros le iban a hacer pis. Pero lo hicimos
P: Por favor, decime que esta vez fue al acto…
E.D: No. La gente quería ver a Tita pero faltó. Vino el hermano.
P: ¿Cómo la recordás?
E.D: Era difícil pero yo la quise mucho y la acepté así, tal cual era, con su berretín y la emoción contagiosa. Me deslumbró con su actuación antes de conocerla personalmente. Fui parte de su vida, de los oficios de su muerte y hoy que ya no está, de su legado.
P: ¿Te definís como un boticario o el camino hecho al andar te obligó a armar una nueva tarjeta de presentación?
E.D: Soy netamente boticario, todavía estoy en acción colaborando con mi hijo y mis nietos día a día.
P: ¿Quiénes fueron las personas que se cruzaron por tu camino y que te llevaron a ser "el Señor de Corrientes y Esmeralda"
E.D: Muchos ídolos populares del tango, cantantes, autores, promotores de la música. No quiero nombrar porque seguramente me olvidaré de algunos. Pero sí al querido Ben Molar.
P: Él te menciona en su libro “Allá arriba en la mesa del fecha” que escribió en 1990…
E.D: Con él logramos homenajear a los personajes ilustres de la cultura popular colocando mas de 50 placas de bronce.
P: ¿Qué cosas creés que cambiaron en Bs As y en aquel Villa del Parque del 40 y el 50?
E.D: Buenos Aires cambió mucho, sobre todo Villa del Parque. Nosotros jugábamos al fútbol en la calle; algunas eran de tierra... Después llegó el asfalto. Estaba el policía amigo de la cuadra que nos cuidaba, los vecinos por las tardes en la puerta. Todos se conocían
P: ¿Cómo eran los olores y sonidos de la Corrientes de hace algunas décadas?
E.D: De noche tenía ese olor a fugazzetta que se percibía desde una mesita atorranta de una pizzería, se oía el bullicio de la gente que venía a buscar la novedad, el teatro, las librerías. Así recuerdo a Corrientes cuando recién dejaba de ser calle para convertirse en avenida.
Termina la nota y quiero seguir preguntando. Pienso en los pibes que jugaban a la pelota en Villa del Parque en lugar de encerrarse con la Play, el olor a pizza en Corrientes y esa mujer que miraba a cámara y nos decía: "Muchacha, andá a hacerte el papanicolau" cuando yo no sabía lo que era un papanicolau.
De pronto se me viene a la mente esa letra que cuenta la historia de la chica pobre con pretensiones. Lo busco en Youtube y arranca: "Me llaman La Pipistrela, y yo me dejo llamar, es mejor pasar por gila, si una es viva de verdá".
Lo pongo más fuerte. Pienso en esa niña del orfanato que fue distinguida como Ciudadana ilustre de la Ciudad y que al momento de su muerte, contaba en su haber con treinta y tres películas, veinte obras teatrales, tres ciclos radiales y varias participaciones en espectáculos de revista y televisión.
Y pienso en Dosisto, el boticario que encontró la receta perfecta para hacer un poco mas feliz a la gran Tita de Buenos Aires.
Fotos: Gentileza Asociación Amigos de Avenida Corrientes, Peatonal Lavalle y Obelisco
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