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Máximo Kirchner: se asoma el heredero

* Por Carlos Pagni. El plan está en marcha. Primer paso: aparición de la historia oficial de La Cámpora , encargada a Sandra Russo, hagiógrafa de la familia gobernante.

Por Carlos Pagni
Nota extraída de diario La Nación

Segundo paso : lanzamiento de Máximo Kirchner como candidato a intendente de Río Gallegos. La carrera comenzó ayer. Página 12 publicó un adelanto de lo que, se supone, son conversaciones de Russo con el hijo de la Presidenta.

Así, el joven Kirchner aparece por primera vez en público hablando de política. Esa irrupción debe ser ubicada en su contexto. Se produce cuando el kirchnerismo debe resolver el problema de su proyección temporal.

Descartada la posibilidad de otra reelección, el núcleo íntimo del poder carece de un candidato competitivo a la Presidencia. Un límite que el entrevistado, acaso contra su propia voluntad, confirma: cuando habla de "nosotros" se refiere a La Cámpora; a lo sumo, a Unidos y Organizados, donde esa agrupación está integrada. En ese marco, la postulación municipal de Máximo Kirchner ofrece a la imaginación literaria de Carta Abierta un motivo fascinante. Ricardo Forster podría escribir sobre continuidades inesperadas, regreso al origen, idea del tiempo circular.

Con independencia de esas ocurrencias, la protocandidatura del hijo de los Kirchner termina de explicar el acuerdo de su madre con el gobernador Daniel Peralta, a quien la familia había quitado todo apoyo.

Otro detalle que hay que registrar para interpretar este destape es que La Cámpora tiene asignado un papel central en el proceso de salida del actual gobierno. La Presidenta acaba de confiar a esa organización el último intento por controlar el Consejo de la Magistratura. Se trata de un objetivo principal para un grupo político que dejará detrás de sí innumerables causas judiciales. Entre ellas el caso Báez, donde aparece salpicado Máximo Kirchner. También por este caso se entiende el pacto con el réprobo Peralta.

La Cámpora colonizó también dos áreas que, para la forma en que el kirchnerismo entiende la política, son vitales: envió a Rodrigo Rodríguez al Ministerio de Desarrollo Social, donde la lentitud administrativa de la entrañable tía Alicia se había vuelto exasperante, y colocó la cuenta de publicidad oficial en manos de Hernán Reibel Maier. Quedaría pendiente la toma de la Anses, que Daniel Scioli ha capturado a través de su aliado Diego Bossio.

El rol central que juega La Cámpora en la estrategia de Cristina Kirchner para intervenir en la campaña electoral y más allá de 2015 exigía con urgencia un blanqueo. Russo, versión rediviva de Manuel Penella, viene a prestar ese servicio con su libro. Todas las encuestas indican que la agrupación que conduce Máximo Kirchner es susceptible de ser demonizada con facilidad porque combina un inmenso poder con una poco aconsejable despersonalización. Algo parecido a lo que sucedía con La Coordinadora en las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín.

El desempeño fantasmagórico del joven Kirchner en el manejo del Gobierno también favorece su estigmatización. Quienes conocen de cerca la familia afirman que el hijo de la Presidenta es, por lejos, el más sensato del grupo. Imposible saber si se trata de un elogio al aspirante a intendente o de una malvada descalificación de todos sus parientes. Es sabido que él ejerce una influencia inapelable sobre su madre. Acaso sea la única persona en la que ella confía a ciegas.

Esta gravitación se proyecta sobre la política en el papel decisivo de La Cámpora. Pero aun la relación de los dirigentes de esa logia con la Presidenta está mediada por el hijo. Sólo Eduardo "Wado" De Pedro habría logrado establecer un vínculo directo. Máximo Kirchner hizo una exhibición terminante de ese poder a comienzos del mes pasado, cuando fulminó los acuerdos de Carlos Zannini con Marcelo Tinelli para administrar el negocio de las transmisiones de fútbol.

Es muy difícil calibrar la calidad intelectual de un Kirchner a través de los textos fervorosos de Sandra Russo. Los párrafos publicados ayer revelan que el hijo de la Presidenta puede expresar con bastante claridad ideas para nada originales. Si algo sorprende de sus declaraciones es la fidelidad con que transmite las concepciones a las que el público está acostumbrado por los discursos de su madre. Con la verticalidad de un talibán, Máximo Kirchner expuso los artículos fundamentales del canon kirchnerista:

El mundo se divide entre "ellos" y "nosotros", y "nosotros" son las víctimas.

La disidencia, incluso la del electorado, es traición.

El PJ es un sujeto provisorio: "Hoy parece que lo abarca todo; pero hay que ver qué piensan los pibes". En otros términos: "nosotros" son la Presidenta, él y sus amigos. Un mensaje del que deberían tomar nota desde Daniel Scioli hasta Carlos Zannini.

La conducción de Cristina es una cláusula no negociable, equivalente a la defensa de los derechos humanos o al desendeudamiento.

La mayoría electoral es un criterio de verdad: "¿Qué sería democrático? ¿Que el que sacó 16% le diga lo que tiene que hacer al que sacó 54%?".

La regla anterior no vale cuando ganan "ellos": "Trato de comprender en qué nos equivocamos. En cómo inducen a la sociedad al error, a actuar en contra de sus propios intereses".

La gente votó a Massa por las virtudes del Gobierno -la "inclusión jubilatoria" de la Anses- y porque no polarizó con la Presidenta. Por lo demás, Massa es un instrumento de "ellos". Una forma de desmentir los encuentros clandestinos con el diputado de Tigre de los que hablaban algunos colaboradores de Scioli.