Más merval y menos rock

En el mismo sentido se pronunciaron el canciller Timerman y el gobernador Scioli: El Gobierno asegura que el proceso de desendeudamiento argentino pone al país en una situación incomparable, y deja deslizar que el mundo ha vivido equivocado y Argentina, una vez más, seguirá condenada al éxito.

Mientras tanto, la Bolsa bajó el lunes un 10,7 por ciento, en el mismo porcentaje cayeron los bonos públicos, y el Banco Central tuvo que vender 230 millones para mantener el valor del peso. La fuga de capitales sumó en el primer semestre del corriente año casi diez mil millones de dólares. El Gobierno cree que puede hacer con el mundo lo mismo que hace con la inflación local: ignorarlo. O, lo que es peor, subestimar al resto de la humanidad: ellos no manejaron bien su deuda y crecieron de forma artificial, y nosotros supimos cómo hacerlo.
La actitud K se entronca con una histórica estupidez argentina: la de sentirnos superiores al resto.

Quienes vean un segundo la pelea por las tierras y los muertos de Jujuy o, sin ir más lejos, quienes se animen a dar un paseo por el Conurbano se darán cuenta de que Europa se derrumba y Argentina crece.

Pensar que el devenir del mundo jamás podrá afectarnos es un ejemplo de ignorancia voluntarista: si la recesión alcanza a los países emergentes bajará el precio de los commodities, y habrá que ver entonces a nuestra República de la Soja. Si un milagro blindara a la Argentina, pero la crisis mundial impactara en Brasil, ¿podría Argentina mantenerse aparte? ¿La caída de Estados Unidos y Europa en un ciclo recesivo –algunos economistas lo presentan como "depresivo"– repercutirá o no en la llegada de nuevas inversiones? El supuesto ministro de economía busca, mientras tanto, respuestas en los escenarios con La Mancha de Rolando. Arde la ciudad bien podría dejar de ser una metáfora.