Más Mercosur
*Por Adrián Pérez. El conflicto comercial que salió a la luz en los últimos días entre la Argentina y Brasil está poniendo una vez más al descubierto que las medidas de resguardo comercial implementadas por ambos países están erosionando la relación comercial bilateral y limitando de alguna manera la dinámica de integración del bloque.
Nada contribuye a profundizar el Mercosur: ni el gobierno argentino con la extensión de la cantidad de productos que deben pasar el tamiz de las licencias no automáticas, ni el brasileño con las restricciones comerciales aplica de modo recurrente.
Ya transcurrieron más veinte años desde que el Mercosur se inició y este tipo de conflictos comerciales debería estar superado. Porque, como en un juego de la perinola, todos pierden. Pierden los sectores productivos que exportan, los que necesitan insumos de origen brasileño para la producción, los que ya iniciaron el camino de la complementación industrial. Esto último se aprecia más de nuestro lado por las diferencias estructurales y de escala existentes entre la economía argentina y la brasileña.
Hemos perdido de vista que el objetivo inicial era generar un gran mercado integrado, para que los beneficios que nos brindaba la producción a escala nos permitiera lograr una mejor inserción en los mercados internacionales y una mayor competitividad externa. Por el contrario estamos volviendo a un escenario de conflictividad similar al que existía antes de que los ex presidentes Alfonsín y Sarney avanzaran hacia un esquema de cooperación, que posteriormente dio paso a la integración económica.
Aunque en estos 20 años hemos pasado varias etapas de avances y retrocesos en la integración, y el comercio perdió el dinamismo de los primeros años por la irrupción de China como un importante comprador de productos argentinos, hoy alrededor del 26% de nuestro comercio sigue dependiendo de Brasil.
Por ello es necesario volver al artículo primero del Tratado de Asunción, que establece la libre circulación de los productos, y en los hechos significa dejar de lado las medidas discrecionales, dar mayor previsibilidad al intercambio, y por consiguiente afianzar el Mercosur. Sin ello no sólo no podremos lograr avances efectivos en las negociaciones con otros bloques económicos, como la Unión Europea, ya que no seremos confiables como región, sino que tampoco podremos alcanzar una mayor proyección internacional de nuestra producción local.
Este debe ser nuestro objetivo primario a alcanzar, pero ello debe darse en un contexto donde prime una mayor diversificación de nuestra oferta exportable. Tenemos que colocar en el mundo productos con mayor valor agregado y debemos al mismo tiempo lograr que más PyMEs puedan colocar sus productos en los mercados internacionales. Eso se consigue con un fuerte compromiso del gobierno con la aplicación de políticas activas, donde la estrategia de desarrollo empresarial tiene que ser parte central de la política económica y consistente con un marco macroeconómico de estabilidad de precios, reglas económicas claras e igualdad de oportunidades para los segmentos empresariales más desprotegidos. Sino, seguiremos consolidando una estructura exportadora cada vez más primarizada y concentrada.