Más árboles para la ciudad
Los resultados del Censo Fitosanitario 2011 permiten saber cuántos ejemplares se necesitan para recuperar el arbolado urbano.
La ciudad de Buenos Aires podría contar en 2050, según los expertos y en una situación ideal, con el doble de los árboles que hoy constituyen la cifra mínima necesaria para que sus habitantes disfruten del tan indispensable pulmón verde urbano .
Sacar bien las cuentas será entonces fundamental. El reciente relevamiento de arbolado urbano realizado en la ciudad determinó que existen 372.625 árboles, pero que hay lugar real para 420.000, con lo cual están faltando por lo menos 47.300 para alcanzar ese mencionado número mínimo de ejemplares que ornamenten veredas, plazas y parques porteños.
Con los resultados del Censo Fitosanitario 2011 en la mano las autoridades saben ahora con certeza cuáles son los árboles que tiene Buenos Aires, en qué estado están, cuáles requieren un seguimiento constante y, muy importante, cómo y cuándo deberán cubrirse los lugares libres para la plantación, porque deben respetarse las estaciones (sembrar en invierno), siguiendo además criterios de sanidad, sustentabilidad y seguridad, al mismo tiempo que se cuida el paisaje y la fisonomía de cada barrio (no puede plantarse cualquier especie, aunque sea autóctona, y el árbol que se elige para una plaza o parque es distinto del que puede plantarse en una vereda).
Por ello, otro de los puntos muy importantes de este relevamiento tan necesario -la última gran planificación en materia de parquización y arbolado fue realizada por el arquitecto y paisajista Carlos Thays- es el de identificar especies o ejemplares que representan un problema para los vecinos, y que estos denuncian habitualmente: aquellas especies que dejarán de ser plantadas porque resultaron tóxicas o peligrosas (los paraísos y los álamos), o los árboles secos (unos 2000, distribuidos por toda la ciudad) que deberán ser removidos, de acuerdo con el máster plan que se estableció a partir del mencionado censo.
Es una buena noticia saber que la ciudad posee un número incluso mayor de árboles (0,18 por habitante) que el que marca el actual ideal internacional (0,10 por habitante). Sin embargo, su distribución no es pareja: la comuna con más cantidad de árboles es la 10 (Villa Luro, Vélez Sarsfield, Floresta, Montecastro, Villa Real y Versailles), y la que menos tiene es la 1 ( Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución), que, con 831 ejemplares por km2, muestra sobre todo en verano las consecuencias de la escasez de sombra y de renovación del aire.
Como no en todas las calles porteñas se pueden plantar árboles, los vecinos oficiosos deberán dejar de poner por su cuenta las especies que más les gustan -casi el 5 por ciento de los árboles actuales llegaron de la mano de los porteños-, porque provocan consecuencias no deseadas: por ejemplo, la cantidad de sombra (los ficus, tan populares), que cuando es excesiva favorece la inseguridad en las calles, o las raíces, que afectan el sistema pluvial y así, indirectamente, atrapan los materiales sólidos que circulan por las cloacas y las taponan favoreciendo las inundaciones.
Los árboles constituyen uno de los patrimonios más preciados de cualquier ciudad, y los de Buenos Aires han recibido siempre merecidas alabanzas (todavía se recuerdan las que el escritor Félix Luna le dedicaba, todas las primaveras, al florecido lapacho rosado de Figueroa Alcorta y Castilla). Los porteños necesitan que su ciudad pueda ser calificada con justicia de ciudad "verde", es decir, con abundancia de árboles sanos y cuidadosamente elegidos, pero también deberán aportar su ayuda para conservar en buen estado un bien natural que es de todos los habitantes. Ello constituirá, además, el deseado reaseguro contra los cada vez más crecientes problemas ocasionados por el cambio climático.
Sacar bien las cuentas será entonces fundamental. El reciente relevamiento de arbolado urbano realizado en la ciudad determinó que existen 372.625 árboles, pero que hay lugar real para 420.000, con lo cual están faltando por lo menos 47.300 para alcanzar ese mencionado número mínimo de ejemplares que ornamenten veredas, plazas y parques porteños.
Con los resultados del Censo Fitosanitario 2011 en la mano las autoridades saben ahora con certeza cuáles son los árboles que tiene Buenos Aires, en qué estado están, cuáles requieren un seguimiento constante y, muy importante, cómo y cuándo deberán cubrirse los lugares libres para la plantación, porque deben respetarse las estaciones (sembrar en invierno), siguiendo además criterios de sanidad, sustentabilidad y seguridad, al mismo tiempo que se cuida el paisaje y la fisonomía de cada barrio (no puede plantarse cualquier especie, aunque sea autóctona, y el árbol que se elige para una plaza o parque es distinto del que puede plantarse en una vereda).
Por ello, otro de los puntos muy importantes de este relevamiento tan necesario -la última gran planificación en materia de parquización y arbolado fue realizada por el arquitecto y paisajista Carlos Thays- es el de identificar especies o ejemplares que representan un problema para los vecinos, y que estos denuncian habitualmente: aquellas especies que dejarán de ser plantadas porque resultaron tóxicas o peligrosas (los paraísos y los álamos), o los árboles secos (unos 2000, distribuidos por toda la ciudad) que deberán ser removidos, de acuerdo con el máster plan que se estableció a partir del mencionado censo.
Es una buena noticia saber que la ciudad posee un número incluso mayor de árboles (0,18 por habitante) que el que marca el actual ideal internacional (0,10 por habitante). Sin embargo, su distribución no es pareja: la comuna con más cantidad de árboles es la 10 (Villa Luro, Vélez Sarsfield, Floresta, Montecastro, Villa Real y Versailles), y la que menos tiene es la 1 ( Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución), que, con 831 ejemplares por km2, muestra sobre todo en verano las consecuencias de la escasez de sombra y de renovación del aire.
Como no en todas las calles porteñas se pueden plantar árboles, los vecinos oficiosos deberán dejar de poner por su cuenta las especies que más les gustan -casi el 5 por ciento de los árboles actuales llegaron de la mano de los porteños-, porque provocan consecuencias no deseadas: por ejemplo, la cantidad de sombra (los ficus, tan populares), que cuando es excesiva favorece la inseguridad en las calles, o las raíces, que afectan el sistema pluvial y así, indirectamente, atrapan los materiales sólidos que circulan por las cloacas y las taponan favoreciendo las inundaciones.
Los árboles constituyen uno de los patrimonios más preciados de cualquier ciudad, y los de Buenos Aires han recibido siempre merecidas alabanzas (todavía se recuerdan las que el escritor Félix Luna le dedicaba, todas las primaveras, al florecido lapacho rosado de Figueroa Alcorta y Castilla). Los porteños necesitan que su ciudad pueda ser calificada con justicia de ciudad "verde", es decir, con abundancia de árboles sanos y cuidadosamente elegidos, pero también deberán aportar su ayuda para conservar en buen estado un bien natural que es de todos los habitantes. Ello constituirá, además, el deseado reaseguro contra los cada vez más crecientes problemas ocasionados por el cambio climático.